7 septiembre,2017 6:28 am

* A jugar a la gallina

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Raymundo Riva Palacio

Está claro. Todos juegan al máximo límite para que el adversario ceda y claudique. La oposición al PRI en la Cámara de Diputados forzó una crisis constitucional que paralizó a San Lázaro para que el gobierno ordene a sus diputados que acepten el ultimátum de quienes demandan eliminar el pase automático de procurador general a fiscal general, que se establece en la Ley. La política mexicana se encuentra en este péndulo. Algunos están por la suma cero; otros por la claudicación del adversario. Brinkmanship es el nombre del juego, entendido como el ejercicio de una política arriesgada que a veces es suicida.

La falta de una solución a la instalación de los órganos de dirección de la Cámara de Diputados, llevó a que el miércoles amaneciera el país sin nadie que pudiera recibir el Paquete Económico para 2018, con lo que, teóricamente, no podrá comenzar la discusión sobre el presupuesto, lo cual paralizará al gobierno. La motivación es el conflicto por la negativa del PRI a discutir una iniciativa presidencial para eliminar el llamado pase automático, previsto por la ley desde 2014 y aprobado por el PAN, que hoy encabeza la cruzada en contra, y que en aquellos remotos tiempos hacía el amor todas las noches con el PRI. La discusión no es suficiente. La oposición quiere que se elimine esa provisión. Punto. ¿Hasta dónde llegarán? ¿Quién cederá?

Brinkmanship es lo que se está ejecutando en San Lázaro. Una política arriesgada que si no logra que una de las partes ceda, se volverá una política suicida. Éste es el elemento central del Juego de la Gallina, uno de los ejercicios más notables en Teoría de Juegos, donde las dos partes se involucran en un diferendo donde si nadie cede todos pierden, y sólo si uno claudica, los dos pueden ganar y evitar la auto destrucción.

El nombre de “gallina” se originó cuando Bertrand Russell lo usó como metáfora de la política nuclear suicida en su influyente libro Common Sense and Nuclear Warfare en 1959, al referirse a un juego de jóvenes que se popularizó cuatro años antes en la película Rebelde sin causa, en la que para dirimir una disputa, los jóvenes corrían en sus vehículos a toda velocidad por una pendiente que terminaba en despeñadero y buscaban determinar quién era aquél que antes de caer lograría saltar de su automóvil. Si ninguno cambiaba el rumbo, en la metáfora nuclear, se daba la auto destrucción masiva. La racional es si un jugador cede, la mejor decisión del otro depende de lo que hizo su adversario. En el fondo trata sobre conflicto o conciliación.

En San Lázaro, la oposición juega a la gallina. Va a toda velocidad rumbo al despeñadero y, aunque no quiera, el PRI es arrastrado por la pendiente. Los diputados movieron el reloj legislativo —que es como eufemísticamente resuelven su violación a la ley— para el próximo jueves, a fin de dar tiempo a que avancen las negociaciones. O legislan los priistas contra el pase automático en el Senado, la Cámara donde se encuentra la propuesta presidencial, o no se instala el Congreso. No hagan apuestas.

El homogéneo bloque de la oposición se enfrenta a un PRI que tiene el poder en el Ejecutivo, pero no le alcanza en el Legislativo para lograr todos sus objetivos. El martes amanecieron unidos partido y gobierno. El secretario de Gobernación, citado a comparecer en San Lázaro, no acudió, porque no le correspondía. No cedió a la presión. El coordinador priista en el Congreso, César Camacho, afirmó que la oposición estaba secuestrando a la Cámara de Diputados y que ese tema pertenecía a los senadores. Horas después, señal de lo que pasaba en Los Pinos, Camacho pidió al coordinador del PRI en el Senado, Emilio Gamboa, que considerara discutir la iniciativa presidencial. Gamboa terminó el día señalando que ni estaba en la agenda priista ni era prioridad de su bancada.

Pero en poco más de 12 horas, fueron el gobierno y el PRI quienes mostraron señales de no correr al suicidio del despeñadero, frente a la voluntad intransigente, hasta el final de la jornada, de la oposición. Es posible, por su aversión al conflicto, que el presidente Enrique Peña Nieto ordene a su partido que recule y que sacrifiquen al procurador general Raúl Cervantes. Ya una vez lo hizo, en el intento fallido por llevarlo a la Suprema Corte de Justicia, demostrando que es una pieza desechable cuando el caso lo amerita. Lo que en este momento no puede tener punto de retorno, salvo pagando un alto costo político, es que la oposición dé marcha atrás o cambie migajas por votos en San Lázaro. Llegaron al límite de la pendiente.

La oposición cerró todos, salvo un espacio de negociación, y de lo acertado de su toma de decisión saldrá fortalecida o derrotada. El ejercicio para el PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano, que encabezan la oposición, está resultando aleccionador para 2018. Mostraron músculo y tienen arrinconado al PRI. Pero deben tener cuidado. Un gran ejemplo de brinkmanship es cuando la Unión Soviética comenzó a armar silos nucleares en Cuba, que desató la Crisis de los Misiles en 1962 y enfrentó al presidente John F. Kennedy con el presidente soviético Nikita Kruschev. Es un clásico juego de la gallina y el mundo estuvo en el umbral de la Tercera Guerra Mundial, hasta que Kruschev reculó. Ahí empezó su declive. Dos años después, lo depusieron.

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