19 diciembre,2017 7:04 am

Arrancan

Arturo Martínez Núñez.

A una semana del arranque de las precampañas vale la pena hacer un repaso a los primeros acontecimientos políticos. En primer lugar hay que decir con toda claridad que eso de “precampañas” es una tomadura de pelo. Es una manera para aprovechar las lagunas legales y comenzar en los hechos a placear a los candidatos y a calentar las maquinarias partidistas. No hay tales precampañas al interior de los institutos. No existe la disidencia interna. Son todos los que están y están todos los que son. Los partidos y sus candidatos utilizan mañosamente lo de “precampaña” para poder transitar desde ahora y hasta la fecha legal del arranque de las campañas, haciendo giras, publicando spots y lubricando sus estructuras electorales.

José Antonio Meade de la alianza PRI-Verde-Panal, comenzó recorridos en algunas plazas publicas. Meade viaja en avión comercial o conduce el mismo su vehículo. Quiere transmitir la idea de que es un hombre austero y sencillo que carga él mismo su equipaje. El problema es que al llegar a los lugares que visita, lo espera el gran aparato priista y su imagen austera se diluye. Meade no logra aun encontrar el tono ni del mensaje ni de la campaña. Se percibe incomodo con las viejas formas de la matraca, el acarreo y el maestro de ceremonias desgañitándose en elogios. No logra situarse en el lugar que va a ocupar en el tablero estratégico: ¿va contra López Obrador o contra Anaya?  ¿va contra los dos? ¿será critico de la gestión de Peña o venderá la continuidad? ¿señalará y se deslindará de los diversos casos documentados de corrupción desde el poder o será cómplice? Sin duda es el candidato que tiene el mayor desafío en la definición y elaboración de su mensaje. No puede vender el cambio y al mismo tiempo celebrar los logros de la actual administración. No puede criticar a los gobiernos del pasado porque ha sido parte de las últimas cuatro administraciones, en tres de ellas en responsabilidades de primer nivel.

Andrés Manuel López Obrador suscribió una polémica alianza con el Partido Encuentro Social y anunció la composición del gabinete que lo habrá de acompañar en el gobierno de ganar las elecciones del 1 de julio. La alianza con el PES de corte conservador y religioso, fue recibida con dureza por parte de los sectores mas radicales de la izquierda y de Morena. De poco sirvió tratar de explicarles que firmar una alianza electoral no necesariamente significa asumir las posiciones ideológicas contrarias. A cambio de la disidencia interna, López Obrador gana posicionamiento en sectores en los que estaba totalmente ajeno. Mi percepción es que es mucho mas lo que obtiene que lo que pierde en una alianza con un partido pequeño pero muy arraigado en un sector especifico del electorado. Al mismo tiempo, López Obrador presentó a su hipotético gabinete donde resalta la igualdad de genero (ocho hombres y ocho mujeres), la experiencia y el empaque de sus integrantes (marcadamente Olga Sánchez Cordero en gobernación y Esteban Moctezuma Barragán en la SEP), y el talante moderado de la mayoría que manda mensajes de tranquilidad a propios y extraños.

Ricardo Anaya por su parte, lucha para contener la disidencia interna en los partidos que pretenden postularlo. En el PRD la renuncia de históricos como Pablo Gómez y Carlos Sotelo, solo vienen a confirmar, en la cúpula,  la enorme diáspora que se está dando en la base. Ojalá que en el Frente lo tengan claro: la base perredista no va a hacer campaña ni va a votar por Ricardo Anaya. El PRD con el que se aliaron, es una burocracia desfondada y rebasada por su militancia. Los chuchos, fieles a su historial y estilo, lograron una muy buena negociación para ellos, que les garantizará posiciones en las cámaras, conservar el registro electoral, pero, sobre todas las cosas, mantener las prerrogativas que son al final lo único que les importa.

Sin embargo, no hay que menospreciar la habilidad política de Anaya. El llamado “Chico Maravilla” es un astuto encantador de serpientes. A diferencia de Meade, él no tendrá ningún empacho en criticar a los gobiernos pasados, incluyendo a los de su propio partido, y en señalar los casos de corrupción que tanto lastiman a la sociedad. Anaya hará todo lo que le de votos, hará alianzas y promesas a diestra y siniestra. Será un candidato correoso y polemista que hará ruido en debates, medios y redes. Anaya es un candidato que puede generar tracción si logra, en las primeras semanas, convertirse en la opción de todos aquellos que no quieren a López Obrador en la presidencia.

La batalla en las primeras semanas será entre Meade y Anaya por convertirse en el candidato que se perciba como aquel que pueda darle la batalla a López Obrador. Si entre los dos siguen repartiéndose equitativamente el voto anti AMLO, éste ganará con un amplio margen.

Las cartas están sobre la mesa. Las variables están casi definidas. En política seis meses pueden pasar volando o pueden ser una eternidad, dependiendo del lado que sople la fortuna. Veremos.

[email protected]