19 septiembre,2017 12:46 pm

Desarrollo nacional en la globalización (III)

Por los fallecidos y damnificados en los sismos de 1985 y 2017. Por Antonio de la Cuesta nuestro amigo querido de Política en Plural.

Eduardo Pérez Haro
Mientras el presidente de México sale al balcón del Palacio Nacional a celebrar la independencia, las organizaciones sociales denuncian la dependencia y hacen de la independencia un reclamo, y mientras el primero conmemora a “los héroes que nos dieron patria y libertad” las organizaciones sociales exigen justicia en clara cuenta de una asignatura pendiente desde aquel entonces…, y así Peña Nieto consigna solidaridad con las poblaciones de Chiapas y Oaxaca, especialmente afectadas por el sismo del pasado 7 de septiembre en una exigencia que nadie escatima. Efectivamente hay realidades que nos diferencian y otras que nos unifican sin regateos.

El desarrollo nacional, al decir de tirios y troyanos, pareciera que nos reúne particularmente contra las fuerzas externas del mundo o del cielo. Hace apenas unos meses se dibujaba la posibilidad de marchar juntos contra las injurias y amenazas de Donald Trump, y sin embargo… es preciso abrir bien los ojos y procurar claridad de conciencia para evitar confusión alguna sobre el sentido fundamental de nuestras reivindicaciones y desempeños. No habremos de cejar en la condena de los insultos y desprecios altisonantes y reiterados del presidente norteamericano, tampoco desestimaremos la significación de la guerra de Independencia que hace dos siglos encabezaran el cura Hidalgo y el también clérigo y generalísimo José María Morelos, claramente, por cuanto detrás del triunfo sobre la corona española se abriría la posibilidad del desarrollo de México, lugar de nuestros ancestros y de nuestros hijos, suficiente razón por ahora.

Mas en el tiempo actual, ello no debería trasladarnos mecánicamente a la denuncia de la trasnacionalización del capital relegando las contradicciones intrínsecas del desarrollo del capital nacional ni a condenar el mercado externo en reivindicación simple del mercado interior, pues tras este ímpetu se corre el riesgo de un desplazamiento y extravío de clase, que involuntariamente disipa el diferendo interno y el reconocimiento esencial sobre las causas del atraso y la desigualdad en su naturaleza histórica contemporánea, y en la vorágine de los acontecimientos seculares trasladamos la tarea de recuperar el proyecto histórico confundiendo los tiempos y evocando hazañas y procesos que se dieron en otro tiempo, otro marco de condiciones y otras posibilidades, haciendo de la añoranza un modelo político en relevo del análisis y del entendimiento de la particular forma del desarrollo capitalista y sus contradicciones como si el mundo se moldeara a capricho y por encima de sus fuerzas estructurales que por supuesto no se reducen a los designios unilaterales de los poderosos como tampoco el erigirse nacionalistas nos perfila transformadores de facto, por el contrario un ligero descuido y en este marasmo de la conciencia puede darse un giro conservador de fundamentos banales y funestos resultados antipopulares y de cara a los demás hermanos del planeta.

La historia nos ofrece eventos de singular relevancia que ahora se tornan emblemáticos mas no repetibles. Ni la Independencia, ni la Reforma, ni la Revolución Mexicana, ni el cardenismo, ni siquiera el desarrollo estabilizador (que terminara tres décadas atrás del TLC) son replicables como tales, y más aún, los saldos actuales de la desigualdad y los desequilibrios para posibilitar un proceso de desarrollo sustentable y sostenible son prueba de la necesidad de considerar nuestra historia desde una perspectiva crítica y no evocarles como ejemplo tácito, y queremos ser claros, cuando aludimos la fuerza de los procesos económicos, sociales y políticos no estamos hablando del desarrollo capitalista como un hecho natural como se ha sugerido, ni como un proceso al margen del poder político, ni tampoco como fuerzas materiales por fuera del pensar y accionar de los sujetos sociales sino precisamente de la acumulación capitalista basada en la explotación del trabajo asalariado cuyas reglas de funcionamiento no se eliminan en el mercado interno ni en la empresa nacional como tampoco por efecto de la denuncia de la trasnacionalización expansiva del capital ni fuera de la lucha de clases sino que conforman el primer plano de las contradicciones económicas y de lucha política de las clases que en otra esfera se traslucen en el aparato de Estado y en la esfera supranacional-global, pero que tienen una lógica y sentido de funcionamiento establecido como relación social contradictoria pero que se expresan jurídicamente bajo el régimen de propiedad privada y el contrato social.

Pender acríticamente de la historia, anteponer el nacionalismo a la crítica del capital en el plano interno al tiempo que se enfatiza el rechazo a Donald Trump termina creando un performance que deja intocada la cavernosidad del sistema político, específicamente, en el ámbito interno de los poderes (Legislativo, Judicial y Ejecutivo) en los que se asienta la impunidad y el flujo ordinario de la explotación del trabajo asalariado y la expoliación del trabajo de las mujeres, la exclusión de los campesinos pobres y el desprecio y la discriminación de los más por parte del capital envueltos por la corrupción y la impunidad de la clase política y los hombres del superpoder económico.

Me dirán que de esta manera estoy abandonando la lucha contra la globalización y el imperio norteamericano so pretexto de la lucha interna, pero no, en este caso no aplica, por el contrario, trazo una expresión de lucha política radical al establecer el carácter esencial de las contradicciones de explotación dominantes en el suelo nacional, el terreno interior como prefiguración inmediata de las contradicciones de los procesos de valorización en que se asientan las ganancias del capital en su ineluctable proceso de acumulación (nacional tet a tet global) y la identificación precisa de los interlocutores directos del diferendo, la discusión, el debate, la confrontación y la negociación donde se conforma la base de resolución distributiva entre el capital y el trabajo y entre el mercado de competencia y los oligopolios, y de los cuales depende la capacidad de injerencia y resolución de los términos de intercambio con el exterior.

Como dicen en economía, no confundamos la micro con la macro, ni la trasnacionalización con el capitalismo que en todo momento y lugar responde al proceso de acumulación, ni hagamos de la patria una abstracción desde donde se desplaza la atención de los desequilibrios y las desigualdades nacionales para ocupar su lugar en una aparente lucha contra las fuerzas externas, ni hagamos de la transformación democrática hacia el desarrollo una proclama contra el imperio; apuntalemos la lucha interna como el primer plano del debate y desde la confrontación y la negociación in situ desprendamos las mejores condiciones de la conciencia y la organización social a la par de traducirles en resultados en el mejor arreglo de las condiciones de mercado, trabajo y distribución del ingreso con respecto a las ganancias del capital, y respecto del papel y presupuesto del Estado y el gobierno respectivamente (política económica y social).

La radicalidad de la lucha no sólo se expresa elevando el tono de la denuncia contra la naturaleza expansiva del capital global sino sobre todo en la crítica práctica de su naturaleza histórica que se traduce en la lucha por el mejor arreglo de los términos de intercambio en el interior del proceso de producción industrial-urbana y de realización del producto del trabajo campesino. No confundamos la fuerza expoliadora del capital financiero y productivo con las formas de la colonización que hace dos siglos nos llevaron a la guerra de Independencia, hoy los términos de la dominación corren por otros medios propios del capital y en principio se debate desde el lugar donde se realiza la explotación, y sobre ese ámbito y base de sustentación se defiende la nación y no al revés. La historia que nos interesa es la que pone por delante a los trabajadores y sus familias y no a las empresas nacionales respecto de las empresas extranjeras, nuestra discusión es por ahora respecto de las mejores condiciones de ocupación-ingreso y sobre esa base habremos de construir el sustrato del desarrollo y la soberanía y así, y desde ahí, librar la defensa de la nación.

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