17 octubre,2017 7:21 am

Francisco Picaluga

Fernando Lasso Echeverría*

 

Marino de origen italiano, nacido en Boccadesse Génova, en 1792; fue hijo de Girolamo Picaluga y de una mujer dedicada a la prostitución en Génova, y quien se hizo célebre por la acción vergonzante de haber aprehendido  con engaños al general Vicente Guerrero –a quien llamaba “mi gran amigo”–, en su barco anclado en la bahía de Acapulco, entregándolo después a fuerzas militares gubernamentales enemigas de Guerrero en Huatulco –en aquel entonces, pequeño pueblo costero de Oaxaca– a cambio de 3 mil onzas de oro, equivalentes a 50 mil de aquellos pesos, suma que incluía el costo del barco denominado Colombo, en el cual Picaluga trasladó a don Vicente de Acapulco –en donde fue apresado– a la población oaxaqueña mencionada; por ello, la nave fue abandonada por este marino y sus hombres más cercanos en Huatulco, después de entregar el prisionero al capitán Miguel González, hombre de todas las confianzas de Facio, el ministro de Guerra del gobierno en funciones, quien lo había mandado a cumplir esa delicada misión. Picaluga, después de entregar a Guerrero, continuó con la comitiva hasta la ciudad de Oaxaca, en donde recibió su pago en privado y sin consentir jamás en firmar recibo o comprobante alguno; ello provocó que el dinero lo recibiera en la casa del gobernador del Centro, Manuel María Fagoaga, ante Miguel González, únicos testigos de este acto.

Picaluga, llegó al puerto de Acapulco en 1830, como capitán del barco Colombo, en donde entró en tratos con don Vicente Guerrero –presidente depuesto– para trasladarle pertrechos y distintos recursos materiales de otros puertos del Pacífico, lo cual no podía impedir el gobierno usurpador Anastasio Bustamante, por carecer de marina. Estas relaciones comerciales lograron la confianza de don Vicente en el marino italiano, y provocó que Guerrero aceptara sin rodeos –el 31 de enero de 1831–, una invitación de Picaluga a comer en su barco, situación que aprovechó el traidor y desleal “amigo” de don Vicente, para aprehenderlo en su embarcación y entregarlo a sus enemigos en la población costera oaxaqueña mencionada, cumpliendo un trato ya concertado por Picaluga –quien realizó un viaje a la Ciudad de México para ello– con José Antonio Facio, ministro de Guerra de Bustamante, con quien trató los detalles de la captura y entrega de Vicente Guerrero, y el correspondiente pago por sus servicios. Catorce días después, don Vicente Guerrero Saldaña, fue fusilado en el convento de Santo Domingo de la localidad de Cuilapam, Oaxaca, tras un rápido juicio sumario, totalmente amañado.

En su viaje a la Ciudad de México, para recibir instrucciones directas de Facio, Picaluga –al pasar por Chilpancingo– se entrevistó en forma privada en la ida y el regreso, con el jefe del Ejército del Sur Nicolás Bravo, hecho que sugiere la posibilidad de que Bravo haya estado involucrado en el proyecto de la captura y muerte de Vicente Guerrero, hipótesis que ha sido motivo de fuertes discusiones y acaloradas polémicas; sin embargo, esta interpretación es comprensible, pues desde sus orígenes, ambos personajes eran muy distintos: don Nicolás era un hombre ilustrado hijo de ricos hacendados, Guerrero era un individuo con escasa educación hijo de campesinos; en las luchas políticas posteriores, Bravo encabezó a los Escoceses, grupo masónico conservador, y don Vicente fue cabeza del grupo Yorkino, de ideología francamente liberal; por lo anterior, Bravo nunca coincidió con los ideales de Guerrero, nunca se llevó bien con él, y estaba enemistado fuertemente con don Vicente; incluso hubo enfrentamientos armados directos entre ellos; se habla de que no sólo Nicolás Bravo odiaba a Guerrero, por la derrota que éste le infringió en Tulancingo, tomándolo prisionero –afrenta que Bravo jamás le perdonó a don Vicente, a pesar de que éste pudo haberlo fusilado– sino que toda la familia de don Nicolás aborrecía a Guerrero en forma notable; por otro lado, cuando sucedieron los hechos de la traición, captura y muerte de don Vicente, Bravo servía al gobierno usurpador de Bustamante como jefe de la plaza militar en Chilpancingo, en donde le dio a Picaluga un salvoconducto para facilitarle que llegara a la Ciudad de México, pues el italiano, venía de una zona dominada por los insurrectos que protestaban por la destitución de Vicente Guerrero, como  presidente de la República.De hecho pues, la traición del marinero Picaluga y el posterior asesinato de Guerrero, fue un verdadero complot de estado, maquinado en los máximos círculos del poder de aquella época,  representados por el presidente ilegítimo Anastasio Bustamante, su Ministro de Guerra José Antonio Facio, y Lucas Alamán, aquel siniestro, calculador e inteligentísimo personaje ultra conservador del México de aquella época, enemigo jurado de la independencia americana y del sistema político republicano, y quien llevaba en realidad las riendas del gobierno, pues a pesar de ser “sólo” el Ministro de Relaciones Exteriores de Bustamante, era en verdad el “poder atrás del trono”; la mayoría del público en general –quizás porque los textos escolares oficiales magnifican la traición del marino genovés y empequeñecen el complot de estado- ignora u olvida que ciertamente, el asesinato de don Vicente Guerrero, fue una verdadera confabulación gubernamental, en la cual Picaluga, fue solo un instrumento de este complot, para quitarse de encima a un personaje -que sin desear realmente el poder- continuaba siendo legalmente el presidente de México, y que tenía además, una popularidad, un poder de convocatoria, y una capacidad como guerrillero, que causaba una grave preocupación al gobierno usurpador.

Después de que cobró en la ciudad de Oaxaca, la entrega del prisionero, a Picaluga se le perdió el rastro; don Enrique de Olavarría y Ferrari, en el 4º tomo de “México a través de los siglos”, expresa no haber tenido más noticias de Picaluga, ni encontrado documento alguno que diera luz sobre su paradero, después de haber consumado su incalificable acto. Sin embargo, a través del tiempo, se forjaron muchas versiones sobre su destino:

–Que volvió a Génova en 1832, en donde lo apresaron y compareció ante el Real Consejo del Almirantazgo; en este juicio, se le condenó a muerte y a indemnizar económicamente a los herederos del Gral. Vicente Guerrero, pero escapó de la prisión y al parecer vivió sus últimos años en la ciudad turca de Esmirna.

–Que Francisco Picaluga nunca volvió a Génova, pero el Real Consejo del Almirantazgo, sumamente indignado por los hechos que le fueron dados a conocer, juzgó a Francisco Picaluga en ausencia, y en estas condiciones emitió el veredicto conocido, el cual fue acreditado en nuestro país y en muchos otros, sin embargo, el sentenciado –perdido en el mundo para la justicia- jamás purgó ninguna pena, ni reparó algún daño.

–En la obra de José Ma. Bocanegra, titulada “Memorias para la Historia de México Independiente” (1862), se lee que: “el reo condenado a muerte por el Almirantazgo de Génova, se hallaba en Siria”, y que se decía que era reclamado por el gobierno genovés.

–Don Manuel Payno, en su obra “Episodios Históricos de la Guerra de Independencia”, decía al respecto lo siguiente: “La existencia de Picaluga es en efecto, un misterio. Unos dicen que se le ha visto años después, en las calles de la Ciudad de México; otros, que se hizo mahometano y vive en un serrallo de Turquía; algunos más, aseguran que varios mexicanos lo han visto en un convento de Tierra Santa, con una larga barba y un tosco sayal, haciendo una vida de penitencia para expiar en esta tierra el horrendo crimen que cometió”

–Que se fue a radicar al Puerto de Mazatlán, en donde terminó su vida suicidándose en esa población.

En 1969, al general e ingeniero Amado Aguirre, diputado constituyente por Jalisco,– fallecido en 1951– le fueron publicados los resultados de una investigación realizada por él a través de muchos años, respecto al destino de Francisco Picaluga, después de los hechos registrados en Acapulco; esta indagación, concluyó  que la última versión era la verídica; de acuerdo al artículo de Aguirre publicado por el PRI en el libro “Antología Literaria”. Recopilación de discursos, artículos y poemas de la Asociación de Diputados Constituyentes, Picaluga nunca salió de nuestro país.

La larga y exhaustiva investigación hecha por el Ing. Aguirre, basada en diversos testimonios verbales y escritos, que pueden verse en el libro mencionado, se puede resumir de la siguiente manera:

En 1832, llegó Picaluga al Puerto de San Blas Nayarit, haciéndose llamar Juan Pazador, en donde después de algún tiempo, se casó con Doña Cruz Flores, nativa de Tepic y cuñada de un rico comerciante español llamado Ramón Pauquino; ya casado, y con su nueva identidad, Picaluga se fue con su esposa a radicar al puerto de Mazatlán, invirtiendo su capital en negocios marítimos y de comercio que no le dieron buenos resultados; el acabose, fue el envío a Inglaterra, de una gran remesa de Palo de Brasil remitida por “Pazador” en tres buques, consignada a una casa importadora del puerto de Liverpool, barcos –que como era natural en esa época- tuvieron que hacer la travesía por el estrecho de Magallanes, hecho que hacía muy prolongado el viaje; durante el traslado, el producto vendido sufrió una baja notable en su cotización, situación que no estaba prevista en el contrato y esto le causó al italiano la ruina; además de ello, tenía gusto por los juegos de azar, hecho que colaboró en forma importante para que perdiera su fortuna, y lo obligara a suicidarse en la recámara de su propia casa en 1859, ante la quiebra y las numerosas deudas que tenía que enfrentar. Fue sepultado en el panteón número uno del puerto, clausurado entre 1870 y 1871, fecha en la cual se inauguró el panteón dos de la ciudad. Al parecer, Pazador y su esposa no tuvieron hijos propios, pero adoptaron dos o tres hijas que terminaron en forma muy modesta su vida.

Entre los documentos de interés encontrados en el proceso de investigación, se tienen los datos de la partida de defunción fechada el 30 de marzo de 1859, encontrada en el archivo parroquial del lugar correspondiente, manuscrito que le da al difunto Pazador condición de italiano, y certifica como causa de su muerte una herida de bala. Se observan también en el texto de Aguirre, testimonios valiosos de personas que habían conocido antes a Picaluga, y que cuando lo volvieron a ver en Mazatlán años después, identificaron a Pazador como el “Judas de Acapulco” que había entregado a Guerrero a sus enemigos por dinero; así mismo, radicaba en Mazatlán un paisano de Picaluga de apellido Bianchi, que al viajar a su tierra –ya muerto Picaluga- fue abordado por dos hijas de éste, que obviamente sabían su paradero, pues le pidieron que investigara que bienes materiales había dejado su padre, para intentar recuperarlos. Son muchas pues, las evidencias expuestas en el texto de Aguirre, que demuestran que Picaluga vivió y murió en el puerto de Mazatlán, con el nombre de Juan Pazador, hecho que ya había trascendido, pero sin pruebas o testimonios de certeza, que evitaran dudas al respecto.

* Presidente de Guerrero Cultural Sigo XXI Asociación Civil