25 marzo,2022 9:48 am

Homenaje a José Agustín, el eterno joven, el eterno rebelde, en el Multiforo Alicia

Se reúnen en el emblemático lugar de la Ciudad de México Juan Villoro e hijos del escritor, con periodistas y lectores del acapulqueño

Aurelio Peláez

You can’t always get what you want…

Rolling Stones

 

Es música de fondo, es un coro, es un himno de batalla, es la consigna que nos recibe a recordar, a homenajear, la noche de este miércoles 23 de marzo al grandísimo José Agustín en el Multiforo Alicia, ese espacio de la Ciudad de México, en la colonia Roma, que después de años de ser espacio contracultural, por cierto, ya se va.

Muchos, muchos chavos, en la fila esperando que se abra el local. 7 de la noche. “¿No traes cigarros?”. No, cero. No pues, es un eufemismo, una figura literaria. “No traes mois”, quisieron decir los guardias. Pues qué esperaban. Sus nuevos lectores ya no son tan sicodélicos, tan macizos, tan, tan rebeldes como en el 1964 cuando José Agustín debuta con su primera novela, La Tumba, se la sigue con De Perfil, en 1966, y se consagra en la literatura nacional en 1973 con Se está haciendo tarde (final en laguna), en 1973. Tenía entonces 29 años.

¿Qué se siente estar en este apretado espacio, en este homenaje, de pie, cerveza en mano, con decenas que como tú han leído los libros de este paisano que devoraste en su momento adecuado, a los veintitantos? Ahora a tu lado, otros, otras, de veintitantos, décadas después de la tuya.

“Leí el libro con el narcisismo con el que los leímos tantos adolescentes, porque el personaje no tiene no tiene nombre, es una característica genial de este libro, y no tiene nombre porque puede ser cualquiera de nosotros”, revela Juan Villoro en esta plática a propósito de De Perfil. Quién no quiso tener una chava como la Queta Johnson.

En el Alicia tocó antes un grupo de rock. Ya son las 8 de la noche. Acá pasean fantasmas de cientos de tocadas. “Mis pasos en esta calle resuenan en otra calle”: Octavio Paz. ¿En qué novela de José Agustín aparece como proemio?

El homenajeado no llega, claro. Abril de 2009. Ofrece una conferencia en un teatro, en Puebla. Al final, la ronda de los autógrafos, la firma de libros. Sus lectores lo cercan, lo obligan a tomar pasos hacia atrás ahí arriba, sobre la tarima del teatro. Llega al borde, cae a un foso asignado a las orquestas. Se da un súper madrazo, se fractura el craneo.

“Él en cierta forma fue víctima del cariño de la gente, estando en Puebla lo acosaron para que firmara más de la cuenta en un lugar donde había un foso, esto teatros que tienen un foso para las orquestas, y él cayó arrinconado por sus fans, es una metáfora terrible de los daños que puede causar el afecto, hay que tener mucho cuidado con las cosas que queremos”, dice Juan Villoro.

Desde entonces está recluido en su casa de Cuautla, Morelos. Entre largos silencios y música.

Su voz está en off en algunas partes de la conferencia. Dice José Agustín Ramírez Bermudez, el hijo: “Él es un hombre ilustrado, hecho de historias, letras vivas, de memoria asombrosa, lo cual hace aun más extrema la ironía de que él no pueda estar aquí con nosotros, está retirado en su casa, con amnesia de lo reciente, desde un fatal día en un accidente en un teatro”.

El de este miércoles fue una celebración y homenaje a la que asistieron sus hijos, José Agustín Ramírez y Jesús Ramírez Bermúdez. El primero, intenso; el segundo, el relax. También el periodista y locutor Iván Nieblas, El Patas, y Patricia Peñaloza. La moderadora, Claudia Araceli González, nada más al abrir la plática recibe el reclamo cuando al leer la currícula de José Agustín dice que nació en Jalisco:

-¡En Acapulco!, le gritan

–Ah, sí, después se fue a vivir a Acapulco –reincide.

Aunque después, José Agustín Ramírez Bermúdez aclara: “Me llamó José Agustín, así se llama mi padre y un tío suyo antes que él, fuimos nombramos así mi padre y yo por el célebre compositor del estado del estado de Guerrero, el célebre compositor emblemático José Agustín Ramírez, compositor de canciones que aún hoy le dan vida a las fiestas guerrerenses y a algunos turistas. (Canciones) leyendas del Acapulco perdido, Lost Acapulco”.

“You Can’t Always Get What You Want…”.

“Es el Jefe de Jefes, su Tragicomedia mexicana es la verdadera SEP”, dice El Patas Nieblas, quien, aunque parezca como que no, tiene fans.

Para la periodista de La Jornada Patricia Peñaloza, José Agustín es “una piedra fundacional” de la literatura mexicana, el “atascado que todos queremos ser sin morir en el intento”, el “morro eterno de 20 años”.

Desde su celular ubica alguna rola de Bob Dylan y la pone al micrófono. Apenas se entiende. De alguna manera se sabe que es Dylan, que se sabe luego, por los hijos de José Agustín, que sigue siendo la voz eterna en su casa.

En este espacio, sala de conciertos minimalista, circulan los pasos de fantasmas, contemporáneos de José Agustín ya idos: Parménides García Saldaña y Gustavo Sainz. La Literatura de la Onda, definición de la que el acapulqueño siempre renegó. Ese lenguaje, esa manera de irrumpir en la literatura, ese renegar del estatus del sistema, de ese PRI que parecía eterno (¿se acuerdan?), de ese asimiliar la cultura que venía de fuera: el rock, el cine, la literatura, de ese lenguaje del extranjero (Es que nació en Francia) y lo coloquial, de esa revolución sexual que devino en bandera de libertad en el movimiento del 68.

De Perfil (El Rey Criollo del Parménides y Gazapo de Sainz), narran ese universo adolescente de ese México que entra de ladito a lo occidental contemporáneo:

“Este libro cambió para siempre mi vida, me regaló una vocación, yo hasta ese momento no sabía que el mundo confuso en que yo vivía, los días sin brújula en los que yo me encontraba podrían encontrar un acomodo, y era capaz de escribirlos, que la vida desastrosa, frustrada, que yo tenía, podía ser enormemente divertida si sabía narrarla, esa lección no solamente fue una lección literaria sino fue una elección de vida, y a partir de ese momento, pues empecé a leer de otra manera y me convertí en el escritor más inculto de México, porque había leído un solo libro… José Agustín es el escritor más radical que ha existido en mucho tiempo”.

La mitad de las decenas que asisten al foro aplauden las menciones a José Agustín y la otra a Juan Villoro, quizá ahora el escritor más querido del país desde que en 1980 publicó un primer libro, La noche navegable, autor de una de las crónicas de viaje más regocijantes, Palmeras de brisa rápida, y eruditos y gozosos libros sobre el futbol como Los once de la tribu y Dios es redondo.

–¡Juan, cásate conmigo! –le grita la escritora Susana Iglesias, Señorita Vodka, desde el fondo.

“José Agustín no perteneció a los estamentos oficiales de la cultura mexicana, ni falta que le hizo”, dice el escritor, quien improvisa y platica de pie:

“Al margen de las mafias hizo su propia vida con enorme libertad, incluso, cuando estuvo en la cárcel fue extraordinariamente libre y negó la condena injusta que tenía con la libertad mental que se dio a sí mismo. Él estaba en Acapulco, tenía una lata de crema Nivea con mariguana, lo detuvieron porque en un fraccionamiento donde él se estaba hospedando había gente que tenía más mariguana, con ese pretexto lo metieron a la cárcel en lo que debiera ser un país con leyes, pero él aprovechó eso para escribir una crónica genial de ese acontecimiento, El rock de la cárcel, para escribir una crónica maravillosa sobre el día de su detención, Círculo vicioso, para escribir la mayor parte de su novela sicodélica ubicada en Acapulco, la gran novela que hay en México, que habla de la extensión de la conciencia y que está escrita con la intensidad de un viaje absolutamente alucinante, Se está haciendo tarde. Entonces él atrapado en la misma cárcel donde purgaba otra condena injusta, José Revueltas, por razones políticas, un escritor que él admiraba muchísimo, ahí él dijo, ‘ustedes no me van a encerrar, mi mente es más libre que todos ustedes’, y allí escribió unas obras extraordinarias, esa es la lección que nos ha dejado José Agustín a nosotros, lo hemos querido mucho. Y quizá y me atrevo a decirlo enfrente de todos ustedes porque somos sus fans”.

“You Can’t Always Get What You Want…”.

“José Agustín ha representado muchas cosas para nosotros, ya se dijeron la mayoría, y yo simplemente quisiera decir, de pronto simplemente ha salido aquí en varias de las ponencias y las respuestas de la gente, el tema de la edad y la negación de la edad, qué es el arte sino la negación del tiempo, un tiempo fuera del tiempo… la edad de José Agustín es la de una juventud permanente, él es la de al rebeldía que siempre comienza y que siempre se significa a sí mismo, es una rebeldía que nada ha podido detener, que sigue en sus libros, que sigue en nosotros”.

Habla José Agustín Ramírez Bermúdez, el hijo intenso. Platica de las amistades de su padre, sus intentos de aprender a tocar guitarra con Javier Bátiz, su amistad con Alejandro Lora, Parménides García Saldaña, Rockdrigo González, Jaime López, Real de Catorce, discos, referencias, literatura, música.

Y habla del accidente, de ese viejo lobo de mar hasta que un día ya no regresó: “Hoy en día mi madre y yo somos los únicos marineros que deambulamos por la cubierta, el barco José Agustín, nuestro capitán de la amnesia, a quien no estamos dispuestos a abandonar hasta que la nave se hunda. Ustedes lo saben, él no necesita presentación, el jefe siempre fue un gran artista innato, viajero intrépido que siempre se atrevió a ir más allá de las puertas de la percepción, cruzó la cerradura y derribó la muralla de las malas de las lenguas, recorrió los siete mares del mar del alma y siempre volvió para contarlo, hasta que un día ya no regresó”.

Y lo recuerda en un próximo futuro tomando una cerveza sobre un nuevo pasto verde, en sus jóvenes 77 años: “You Can’t Always Get What You Want…”.