14 enero,2018 7:15 am

Nuestra vialidad

Reyes Betancourt Linares

Lo que podemos observar cotidianamente en las vialidades de Acapulco es el desorden que cada día viene creciendo, lo cual propicia que tanto peatones como automovilistas vivamos en un ambiente cada vez más tenso por la falta de civilidad y respeto entre nosotros mismos al caminar o transitar por la ciudad. Los primeros que ponen el mal ejemplo son quienes laboran en la conducción del transporte público: camiones urbanos, taxis azules, amarillos y, más recientemente, las urvans. Estos conductores de transporte se caracterizan por no respetar el reglamento de tránsito, ante la complacencia y el disimulo de las autoridades del ramo, afectando lo mismo a peatones que a quienes manejan vehículos  particulares.

Hoy en Acapulco vivimos una situación muy complicada por la inseguridad y violencia creciente que nos afecta a todos, y tratándose de la vialidad en las calles de esta ciudad, es urgente que se tomen medidas para reducir esta situación que a todos nos afecta, incluidos los choferes del transporte público, quienes por su forma de conducir ponen en riesgo la vida de todos cuando, por ejemplo, se ponen a jugar carreras por las calles, detenerse a subir y bajar pasaje en cualquier lugar y no en los lugares señalados; así como dar vuelta en lugares prohibidos o no respetar los semáforos. Y como no hay sanciones el mal ejemplo cunde entre los conductores particulares, quienes, al ver que no hay sanciones a estas conductas nocivas a la convivencia, imitan estos malos ejemplos que contribuyen al deterioro de una convivencia civilizada y amable entre nosotros.

Ha sido un paso adelante que cada vez haya más conductores de automóviles particulares usando los cinturones de seguridad al ser infraccionados por los agentes viales, medida que tiene que hacerse extensiva a los conductores de transporte público, pues ellos también tienen riesgos al conducir. Asimismo, ha sido un paso adelante que se apliquen sanciones ejemplares a quienes consumen alcohol o drogas cuando están al volante, lo cual ha inhibido esta práctica. Sin embargo, ahora tenemos que lamentar la irrupción al conducir del uso de los teléfonos móviles o más comúnmente llamados celulares.

Estos aparatos los hemos convertido en una necesidad, que se asemeja a una obsesión; es, en el sentido amplio de la palabra, una extensión de nuestras manos y brazos, al igual que un añadido de nuestro sentido de la vista. No podemos evitar estar viéndolo a cada momento. No obstante, debemos entender que no existe prisa para usarlo, ya que los mensajes o llamadas que recibimos los podemos consultar o ver, estacionándonos o al llegar a nuestro destino. En un manejo atento y prudente se sustenta la responsabilidad que debe caracterizarnos cuando conducimos nuestro coche.

El teléfono móvil es de gran ayuda para estar localizable todo el tiempo y está constituido en un instrumento de gran utilidad en nuestros días, pero su uso debe ser responsable, particularmente cuando se conduce un vehículo para no hablar de la barrera en que se ha constituido en la convivencia con familiares y amigos, que podemos observar todos los días en muchos lugares de encuentro social.

Lo preocupante es que los mensajes y las conversaciones realizadas por los celulares están constituidos en riesgos de sangre, pues traen una cauda de accidentes fatales en calles y avenidas de las ciudades; al igual que en las autopistas y carreteras. El distraerse al pulsar las teclas o responder una llamada cuando conducimos nos distrae de una actividad que requiere toda nuestra atención.

Por todos los riesgos que implica estar al volante de un vehículo de manera irresponsable al conducir sin respetar el reglamento de tránsito al igual que a otros conductores o peatones. Así como manejar de forma distraída por el uso de un teléfono móvil, son conductas que debemos evitar si no queremos seguir añadiendo más problemas a la difícil y cada vez más complicada convivencia social en nuestra ciudad, que por la actividad económica principal que se realiza, se requiere de contar con una buena imagen, que puedan observar quienes nos favorecen con su preferencia.