19 septiembre,2017 1:01 pm

Recuperar la confianza social, reto para 2018

Recuperar la confianza social, reto para 2018

René Vargas Pineda*

El pasado 8 de septiembre dio inicio el proceso electoral más complejo que se haya vivido en la historia político electoral de nuestro país. A nivel federal se llevarán a cabo la elección de Presidente de la República y la elección para renovar las dos cámaras del Poder Legislativo, y también 30 estados desarrollarán elecciones locales, y todo ello, por vez primera en una sola jornada electoral y bajo un andamiaje de completa coordinación entre el Instituto Nacional Electoral y los organismos públicos locales.

El reto para las instituciones electorales, partidos, candidatos, sociedad y demás actores que concurren en los procesos electorales es mayúsculo. Por su intensidad, conducir este proceso será por demás complejo, porque es, en este, donde verdaderamente se pondrá a prueba la fortaleza de la reforma político-electoral de 2014, que rediseñó el sistema de elecciones en nuestro país.

La evolución del sistema político mexicano en las últimas tres décadas está enmarcada en la conformación y consolidación de un sistema de partidos competitivo, y han sido tan importantes que se debe reconocer que sin ellos no podemos concebir a la democracia. Pero también hay que decirlo, un sistema de partidos joven, con un nivel de confianza social mínimo. Estos, junto con los diputados, son las dos instituciones que gozan de los últimos lugares de confianza de la sociedad, a un nivel por debajo del 20%, es decir que poco menos de un ciudadano de cada cinco tiene confianza en ellas. Y respecto a los gobiernos municipal, estatal y federal, se encuentran en un nivel de confianza por debajo del 40%. Así lo dice el Informe País sobre la calidad de la ciudadanía en México publicado por el entonces IFE en 2014. En este contexto, las autoridades electorales no tienen nada que presumir, porque el nivel de confianza apenas alcanza el 34%.

Esto es preocupante y se tiene que hacer algo por remediar esta pésima percepción social, la cual podemos observar en los niveles de abstencionismo que deshonrosamente tenemos en nuestras elecciones. Para empezar, como una medida apremiante para todos, será respetar las reglas, enmarcar nuestra actuación en el conjunto de la normativa electoral, se necesita ser congruentes con el discurso democrático que se repite cotidianamente, y evitar a toda costa que éste se quede en simple retórica y que en los hechos se haga lo contrario. Es urgente actuar con responsabilidad y en el respeto de los unos con los otros dentro del estado de derecho. Todo esto será un excelente mensaje que podamos dar a la sociedad, y empezar de una vez por todas a recobrar la confianza del ciudadano.

El debate ideológico respetuoso y la propuesta objetiva y viable deben ser el puntal de la lucha por el poder público. Pero habría que reconocer que a estas alturas, para la sociedad, podría llegar a recobrar menos importancia ser de izquierda, de centro o de derecha, y en este sentido no hay riesgo de una taquicardia colectiva del sistema de partidos, porque lo que realmente le importa es que los gobiernos puedan resolver los grandes problemas que laceran la vida de la sociedad. De una u otra forma, las posiciones ideológicas deben tener estos objetivos como común denominador. Se necesita construir no sólo gobiernos elegidos democráticamente, sino gobiernos democráticos.

Hace algunos meses en una de las mesas de los Diálogos para una Cultura Cívica, una dialogante expresó que la democracia se reducía a un: “Votas y te vas”. Expresión sencilla y profunda de tan sólo cuatro palabras, pero por demás excelente para sintetizar el sentir de la sociedad. Se necesitan los esfuerzos y responsabilidad de todos, para evitar que esta concepción siga permaneciendo en la conciencia de la sociedad.

Por último, para recuperar la imprescindible confianza social, los partidos, candidatos, poderes públicos, dirigentes y demás actores, deben ser respetuosos del diseño de las reglas al que nos obliga la normatividad electoral. Una normatividad robusta por cierto, porque la desconfianza entre unos y otros ha orillado a crear más y más reglamentación, que si bien no es del todo malo, pero si hiciéramos lo que nos corresponde en el respeto de todos, bastaría con una normatividad más sencilla pero profunda.

Por su parte, los órganos electorales deben ser garantes de cuidar fielmente la equidad en la contienda. Observar y actuar contra quienes infrinjan las leyes, trátese del partido, candidato, gobierno o actor que sea, y no esperar a que exista queja alguna cuando la violación es evidentemente pública. Esto permitirá incrementar los niveles de confianza hacia las instituciones, y por tanto, también en la conducción y resultados de las elecciones.
Recuperar la confianza social es uno de los grandes retos para 2018.

* Licenciado en Economía y Maestro en Políticas Públicas Comparadas.

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