21 noviembre,2017 7:07 am

Variaciones de la miel

Federico Vite.

Chesil Beach (Jonathan Cape, Gran Bretaña, 2007, 166 páginas) es una de esas noveletas que parecen anodinas e incluso superficiales, pero en realidad es difícil, áspera, contundente. El autor de este volumen es el británico Ian McEwan, un chico interesado en los sinsabores del amor. Desgraciadamente este libro no tuvo el eco de otras novelas del mismo autor, como Expiación, Solar, Ámsterdam o Sábado. Estamos ante un narrador potente, realmente dotado para desmenuzar los hechos que propician la separación de una pareja. Edward procede de un hogar humilde, emocionalmente conflictivo, además, la salud mental de su madre es frágil. Él logra superar esa etapa de su vida, no se convierte en parte de un melodrama. Ve pasar las posibilidades de un futuro mejor sin ansia, sin prisa. Es pobre, básicamente sin expectativas sociales, estudia apasionadamente historia. Florence, en cambio, es una joven culta, integrante de un cuarteto de cuerdas. Creció en una familia de clase alta; su padre es un próspero hombre de negocios y su madre trabaja en la universidad. Edward y Florence se conocen en una manifestación en contra de las armas nucleares. Edward simple y sencillamente se prendó de Florence. Bastó una mirada y persistencia para el noviazgo. La novela se cimenta en la luna de miel. McEwan nos cuenta el fracaso de la noche de bodas y lo que ese caos propicia. El autor recurre a la tercera persona del singular para contarnos la tensión de esa momento. Es 1962. Ambos tienen 22 años de edad. Viven en una Inglaterra culta y timorata, asustada por las barbaridades de la Segunda Guerra Mundial. Aún no ha llegado la liberación sexual. Así que la tensión por consumar la boda moviliza el relato. Ahí comienza la pesquisa del escritor, dota de contexto a los personajes para explicar por qué fracasa la pareja. Detalla la opresión institucional de la sociedad y el poder que ejercen sobre los protagonistas. El lector presencia fallas, hechos motivados por el miedo, negligencias nacidas de la ignorancia y consumadas por arrebatos. Para narrar una historia breve con suficiencia técnica, los hechos deben estar perfectamente ensamblados, de tal forma que parezcan inamovibles; es decir, que no haya posibilidad alguna de cambiar el orden de los hechos, ni antes ni después, todo en su sitio. Eso habla de un gran trabajo de gabinete, de un gran trabajo al planificar. Chesil Beach: crear personajes, dotar contexto, definir motivos, investigar sobre las profesiones de los personajes, sobre la educación de ellos y finalmente definir las secuencias narrativas.

McEwan toma como caballito de batalla la analepsis y sostiene con esa herramienta el libro. Me sorprende que este autor agrande y estilice una historia de apariencia simple recreado una noche amarga, en la que la esposa y el esposo no tienen el mismo diccionario matrimonial. Para una, la noche de bodas es una obligación. Tendrá que compartir las sábanas con el marido, aparte de los fluidos y las caricias, ese espacio entre pareja posee algo extraño e inconquistable, se trata de un territorio ajeno. Compartir con el otro es una exigencia, no un placer. Para Edward, la noche de bodas es básicamente sexo; no hay un motivo para abstenerse de ese premio matrimonial, salvo, que la esposa sea frígida (una palabra tan despectiva, dice el narrador, es como decirle gélida a un corazón herido). Y los problemas se manifiestan justamente por la incompatibilidad sexual. La pareja se encuentra años antes de que todos entendamos el sexo y el amor como un goce. Lo asombroso de este libro no sólo es la incidencia de las instituciones sociales en la pareja, sino que los dos personajes, cuando están desnudos e incapaces para el ayuntamiento carnal, muestran su clase social, su familia, su educación, en suma, exponen su breve biografía y sus anhelos profesionales, con ello exhiben los motivos que impiden la consumación del placer sexual. La pareja no entiende el amor sin sexo ni el sexo sin amor. No entiende por qué no se da de manera natural el coito, no entiende por qué no se da de manera natural el amor, no entienden, por más vueltas que le dan al escenario, qué ocurre. Algo les falta y ese algo es el motivo de la novela, ¿qué explica la incompatibilidad? ¿Cómo debe enfrentarse un hecho así? Literariamente, McEwan boceta algunas respuestas a estas interrogantes sondeando la educación y las clases sociales a las que pertenecen Edward y Florence. Desmenuza los círculos sociales de sus personajes. El resultado es bastante satisfactorio; no estamos, hay que decirlo, frente a uno de esos libros que cambian la vida, pero sin duda, el lector descubrirá una noveleta sólida, bien hecha y técnicamente impecable. Algo que debemos aplaudirle a McEwan es que mantiene un estándar de calidad. Chesil Beach fue publicada al castellano por la editorial española Anagrama en 2008.

Más allá de un conflicto narrativo, digamos que como una tarea obsesiva para indagar algunas pulsiones del alma, me pregunto, ¿por qué Edward y Florence, con 22 años de edad, inteligentes, sensibles, llenos de ternura y confianza, de curiosidad, enamorados tímidamente, por qué se pierden en el primer tropiezo? Intentando responder esta pregunta le doy la razón al autor, sobre todo, aplaudo el trabajo de McEwan, pues con un libro muy breve nos muestra que la madurez literaria se obtiene cuando un autor logra contar de otro modo lo mismo. Que tengan un buen martes.