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“Las mujeres cargamos con cierta inercia”, reconoce Mariana Chenillo que presenta en Toronto Paraíso

*Es la primera colaboración de la directora con Canana, la productora creada por Gael García Bernal y Diego Luna, en asociación con Pablo Cruz, quien la convocó para el guión y dirigir

DPA

Toronto

Después de arrasar hace tres años en los premios Ariel de México y haber sido distinguida en varios festivales, como el de Mar del Plata o La Habana, con su ópera prima, la comedia negra Cinco días sin Nora, la mexicana Mariana Chenillo vuelve al ruedo con Paraíso, una historia acerca del miedo al cambio que tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine de Toronto.
Carmen (Daniela Rincón) y Alfredo (Andrés Almeida) son una pareja joven que lleva una vida tranquila en Satélite, un suburbio ubicado a unos 30 kilómetros de Ciudad de México. Los dos tienen un importante sobrepeso, pero eso no parece afectarlos en lo más mínimo. Se llaman “gordo” y “gorda” cariñosamente y hasta tienen un perro que responde al nombre de Croqueta. Sin embargo, las cosas cambiarán radicalmente cuando se mudan al DF y, presionados por la importancia que se da a las apariencias, se embarcan en un programa para bajar de peso.
El problema es que Carmen, la que tuvo en primer lugar la idea de hacer dieta, no logra bajar un gramo, mientras que Alfredo, que se resistía al principio, comienza a reducir drásticamente su talla. Casada de repente con un hombre que come ensaladas y va al gimnasio todos los días, Carmen entrará en una crisis en la que tendrá que elegir qué hacer.
“El problema de mi protagonista no es estar gorda, sino que no sabe que ella puede elegir qué hacer con su vida. Y para que ella descubra su camino, es necesario que se desintegre esa comodidad en la que vive”, dijo Chenillo a DPA. “A veces vivimos una vida muy infeliz y eso se debe en parte a que muchas personas aún necesitan descubrir que deben vivir para sí mismas. No quería que quede la idea de que el que adelgaza está bien y el que no está mal”.
Paraíso, es la primera colaboración de Chenillo con Canana, la productora creada por los actores mexicanos Gael García Bernal y Diego Luna, en asociación con Pablo Cruz, que la convocó para hacer el guión y dirigir esta historia basada en un cuento del mismo nombre de la escritora mexicana Julieta Arévalo.
“El tema principal de la película es el cambio, es decir, el miedo a que las cosas cambien”, explicó Chenillo. “A veces siento que las mujeres cargamos con cierta inercia. Sobre todo en la clase media mexicana, si bien ya vamos a la universidad y todo eso, veo muchísimas mujeres cuya felicidad pasa por tener felices a sus maridos y a sus hijos. Y en la vida de esas mujeres nunca hay una pausa para preguntarse qué quieren ellas. Me interesaba hablar de ese proceso cuando algo se rompe y luego ya no encaja y uno tiene que decidir qué va a hacer con su vida”.
La película de Chenillo cuenta con muchos momentos de humor, especialmente cuando retrata el universo de los grupos para bajar de peso, donde una señora que come pasteles a escondidas es la encargada de pesar a los clientes y anotar en una libreta cuánto han bajado y un tiránico “coach” (Luis Gerardo Méndez) pide a sus discípulos que levanten la mano quienes no han bajado de peso, para advertir inmediatamente después a los gritos sobre las grasas trans, las frituras y otros maldiciones alimenticias.
“Viví ese mundo superficialmente de niña. Como a los 12 años mi prima y yo estábamos un poco gorditas y mi mamá nos mandó a un Weight Watchers (centros de reducción de peso), donde había una señora loca que pesaba a la gente y aplaudía cuando perdían 100 gramos ¡porque decía que era una barra de mantequilla menos! Nunca lo he podido olvidar, y eso que han pasado más de 20 años”, comentó la directora entre risas.
“Todos de alguna manera estamos muy expuestos a eso”, continuó. “En México, por ejemplo, hay mucha presión por seguir estereotipos que no tienen nada que ver con la genética de las mujeres mexicanas. Eso hace que las chavas (chicas) tengan muchísima presión”.
La misma directora lo vivió en carne propia cuando comenzó a frecuentar el circuito de los festivales con su ópera prima, una comedia negra acerca de una mujer que, antes de quitarse la vida, elabora un detallado plan para que su marido, del que lleva añares separada, deba hacerse cargo de su velorio conforme a las leyes de la religión judía.
“Después de Cinco días sin Nora viví el camino de los festivales y estuve muy consciente de los temas de género, me hice hipersensible a las diferencias. Si eres mujer lo primero que tienes que hacer al llegar a un festival es estar bañada y bonita. En cambio si un hombre baja a desayunar desvelado, en chanclas, es cool. En ciertos momentos de la promoción de una película, tu aspecto es casi es igual de importante a que hayas hecho una buena película”.

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