17 octubre,2018 5:30 am

Toneladas de comida en AL a la basura; 42 millones de personas con hambre

En América Latina y El Caribe se pierden anualmente más de 127 millones de toneladas de alimentos, lo que equivale a 223 kilos por persona y año. Es el 34% de todo lo producido en una región en la que casi 42 millones de personas padecen hambre.
¿Cuántas veces ha devuelto a la estantería del supermercado un tomate al percatarse de una estría oscura en él? Antes de usted lo habrán hecho varias personas y otras tantas lo volverán a hacer después. Al final del día, ese tomate, sólo por ser feo, acabará probablemente en la basura de la tienda, que sabe que será muy difícil venderlo.
Los ejemplos de desperdicio de comida en el día a día son numerosos: unas veces por el aspecto de los alimentos; otras, por confusión sobre fechas de caducidad y consumo preferente; también por la porción desproporcionada que ponemos en el plato y de la que, saciado el hambre, una parte terminará en la basura.
En América Latina y El Caribe se pierden anualmente más de 127 millones de toneladas de alimentos, lo que equivale a 223 kilos por persona y año, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Es el 34 por ciento de todo lo producido en una región en la que casi 42 millones de personas padecen subalimentación aguda, eso a lo que comúnmente llamamos hambre.
“Es un escándalo ver la comida que se desperdicia. Son números que no nos deben permitir tener una buena conciencia”, asegura la vicepresidenta del BID, Julie Katzman.
Coincidiendo con el Día Mundial de la Alimentación, la institución panamericana lanzó este martes en Washington una iniciativa que busca potenciar los esfuerzos del sector privado, del público y de la sociedad civil para, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, reducir a la mitad para el año 2030 el desperdicio de alimentos por cabeza y disminuir las pérdidas en las cadenas de producción y distribución.
“Alcanzar estas metas requiere de un esfuerzo de todos”, señala Katzman.
El proyecto #SinDesperdicio nace con un presupuesto inicial de 1.4 millones de dólares, aportados por el BID y los socios de la plataforma, entre ellos Coca Cola, Nestlé, Dow Chemical, el Grupo Bimbo e IBM. Como socios estratégicos están además en ella la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la Red Global de Bancos de Alimentos, el Consumers Goods Forum y el World Resources Institute.
El desperdicio de alimentos va más allá de la nevera de casa, de la que un día sacamos un tomate madurado en exceso y lo tiramos en vez de hacer con él un gazpacho, que puede ser, o no, como el que cocinan los españoles pero que si no está delicioso, no será por culpa de la solanácea.
El derroche comienza en la primera etapa de la producción –por ejemplo en la recolección de frutas, verduras y hortalizas, un sector en el que las pérdidas superan el 50 por ciento– y sigue durante el manejo y almacenamiento, el procesamiento, la distribución y el envasado.
También en la cocina de los restaurantes y durante la venta en ese supermercado en el que, al igual que aquel tomate con estrías, uno tras otro, los clientes desechan la patata y la zanahoria de formas imposibles o la pera con un tamaño inferior al resto.
Los efectos medioambientales del fenómeno son enormes: a nivel global, el 18 por ciento de las tierras productivas y el 19 por ciento de los fertilizantes se utilizan en producir alimentos que nunca se consumen.
La plataforma coordinada por el BID desarrollará proyectos piloto en México, Colombia y Argentina, pero tiene la expectativa de ampliar pronto a otros países de la región.
La actuación es sobre cuatro ejes: innovación, impulsando infraestructuras que mejoren la logística, por ejemplo; políticas públicas, con adopción de estándares de etiquetado comprensibles e incentivos fiscales a las donaciones a bancos de alimentos, entre otros; generación de conocimiento, para ampliar la información existente sobre niveles de pérdida y desperdicio y sus causas; y generación de hábitos de consumo responsable.
“Mi intuición me dice que va a ser a nivel individual donde vamos a encontrar mayores dificultades, en la conexión de la acción individual con el objetivo general”, admite la vicepresidenta del BID.
El británico Rob Wilson y la compañía de la que es CEO son un ejemplo a seguir: Toast elabora cervezas premium con pan destinado a acabar en la basura. “En Reino Unido se tira el 44 por ciento del pan que se hornea; en Estados Unidos es en torno a un 35 por ciento”, explica.
La compañía utiliza, entre otros restos, las rodajas finales del paquete de pan de sándwich, esas que nadie se come, para producir en Estados Unidos y Brasil, entre otros países, la tercera bebida más consumida del mundo por detrás del agua y del té. Y dona el 100 por ciento de sus beneficios a una organización benéfica medioambiental que tiene como objetivo acabar con el despilfarro de alimentos. “Estamos en el camino de demostrar que la alternativa al desperdicio de comida es deliciosa”, dice Wilson.
Teto: DPA