La estancia ha sido complicada porque no están acostumbrados a padecer el tremendo calor del día y cambiar a clima frío en las noches, duermen en pequeñas casas de campaña, hay casi 100 niños y para el aseo de los menores se improvisó un reducido espacio con paredes de hule negro. La mayoría de adultos no ha tomado un baño desde su llegada el domingo pasado.
El Sur / Ciudad de México, 23 de febrero de 2019. El plantón de los desplazados debido a la violencia en Guerrero cumple con la de este viernes, seis noches afuera del Palacio Nacional en el Centro Histórico de la Ciudad de México, y ante la falta de una respuesta del gobierno federal para resolver su problema experimentan ansiedad, preocupación y sobre todo desánimo, pues consideran que el presidente Andrés Manuel López Obrador no es sensible ante la situación que padecen.
Desde el miércoles y hasta este viernes, la estrategia ha consistido en que comisiones formadas por los desplazados –de ocho comunidades de Leonardo Bravo y una comunidad de Zitlala– aguardan desde muy temprano en las 10 puertas de ingreso de Palacio Nacional la salida o llegada de López Obrador, con la intención de lograr que él se detenga, al menos para saludar, y solicitarle una audiencia en la que puedan explicar que la presencia de grupos armados en sus comunidades ha provocado que cientos de familias abandonen sus casas y propiedades.
Sin embargo, cuenta a El Sur Manuel Olivares Fernández, director del Centro Regional de Defensa de Derechos Humanos José María Morelos y Pavón con sede en Chilapa, que eso no ha ocurrido.
Este es uno de los primeros plantones en los casi tres meses que van del sexenio, pues justo al lado de los guerrerenses desplazados hay otro grupo de personas que aguardan desde hace semanas con un letrero grande en el que se lee “Desplazados de Oaxaca”.
“Nos colocamos en comisiones tratando de encontrar el momento en que López Obrador se baje del automóvil y al menos muestre sensibilidad, saludando, interesándose en el problema que trae esta gente. No hemos visto que sea así”, lamenta Olivares, entrevistado este viernes frente a Palacio Nacional poco después de la una de la tarde.
“Dos veces ha llegado por esa puerta del extremo –señala hacia la calle de Corregidora– y no se ha detenido. Nuestra situación con él es únicamente solicitarle una audiencia, un espacio, un poco de su tiempo y explicarle. En ningún momento ha estado agresivo, nada de eso, pero tal parece que esquiva el problema, que le huye”.
La semana ha sido larga y tediosa para los desplazados. El lunes se reunieron por la mañana con el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas, pero el funcionario les indicó que no existe un plan para atacar o resolver su problema.
“Dijo que nos ayudaría a tener una audiencia con el Presidente, algo que no ha ocurrido”, continúa Olivares. El martes hubo un breve intercambio de palabras con el titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, cuando entraba por la puerta principal de Palacio rumbo a sus reuniones matutinas con el presidente.
“Esperábamos en la puerta. Se acercó a nosotros, dijo que le daba pena que la gente estuviera aquí”, mencionó el representante de los desplazados.
Durazo aseguró que en cuanto terminara la reunión del gabinete de Seguridad atendería a una comisión de los desplazados. “Pasaron tres, cuatro y más horas, nunca salió. Más tarde vino a vernos un colaborador de él y nos dijo que Durazo se había tenido que ir a la gira con el Presidente, pero que nos iba a atender una persona cercana al secretario de Seguridad”, relata.
“Respondimos que si la persona iba a resolver nuestra petición, con gusto, fuera él, ella, quien fuera. Aunque sabíamos que esa persona no tendría la capacidad. Como sea, pasaron las horas y nunca llegó. Vinieron los días y hasta ahorita no hay nada, nada absolutamente”.
El jueves, una comisión de 20 personas acudió a la Cámara de Diputados, en San Lázaro, con la intención de que los legisladores pusieran atención a su grave situación, pero tampoco sucedió mucho. “Vimos a los compañeros regresar sin ninguna noticia nueva. Es desesperante. Los legisladores, tal parece, no pueden hacer nada, no tienen mucha injerencia y pues la gente se desanima”, resume el luchador social.
“Evaluaremos qué sigue”
En las cartulinas colocadas entre las tiendas de campaña del plantón se pueden leer los siguientes mensajes: “3 meses sin respuesta. Desplazados de Tlaltempanapa asentados en Copalillo” o “¿Para qué quiere López Obrador al Ejército si no protege a su pueblo? Votamos por ti y seguimos desamparados y en manos del crimen. Guerrero quiere un buen gobierno”.
En el plantón hay 82 niños y niñas, son el único grupo censado. El resto de los desplazados está conformado por unas 300 personas, entre hombres y mujeres. Se trata de familias completas, en algunos casos hasta con cuatro hijos.
La estancia ha sido complicada, primero porque los guerrerenses no están acostumbrados a padecer el tremendo calor del día y cambiar a clima frío por las noches. Duermen en las pequeñas casas de campaña y en el día no hay mucho qué hacer, más que aguardar la respuesta de las autoridades.
Que aquí estén casi 100 niños es un problema mayor, pues se tienen que cuidar y alimentar. Para el aseo de los menores se improvisó un reducido espacio con paredes de hule negro. La mayoría de adultos no ha tomado un baño desde su llegada, el domingo pasado por la noche, hace casi una semana.
“Sí, el aseo personal es un problema porque no hay agua. El agua es cara, un garrafón cuesta 75 pesos. Los baños públicos con regaderas cobran de 90 a 120 por persona y la mayoría lo ha evitado, hay gente que no se ha bañado desde la llegada, pocos han ido”, cuenta Olivares.
Otro problema es el sanitario para 300 personas. Se cuenta con un par de baños móviles pero se requieren al menos una decena.
“Hay mucha insensibilidad” ante el desplazamiento por violencia
El problema del desplazamiento por la violencia es poco conocido en la sociedad, resalta Olivares.
“Hay mucha insensibilidad aunque desde hoy han fluido más apoyos, porque tenemos a gente conocida y que forman parte de organizaciones en la ciudad. Nos apoyan, principalmente con alimento y ropa”.
En el plantón las mujeres se encargan de preparar y repartir el alimento que es proporcionado por organizaciones civiles, los menores juegan y andan de un lado a otro y los hombres realizan cada día las reuniones en las que se decide qué se realizará en la siguiente jornada.
“Desafortunadamente, no hay otra forma de resolver el problema que nos trajo aquí, más que tratar de entrevistarse con las autoridades”, insiste Manuel Olivares Fernández. La idea es permanecer hasta que haya una respuesta, pero todos los días se efectúa una evaluación. “La gente es la que decide si se continúa o hay que regresarse. Aquí el problema es que nos sentiríamos muy deprimidos si volviéramos a Guerrero por nada”.
–Los medios aquí les han dado difusión.
–Sí han venido, pero no todos publican lo que vienen a recabar aquí. Nosotros estábamos en la mañana con la idea de que, como ya se aprobó la Guardia Nacional, nos iban a llamar para decirnos o tratar de engañarnos de que con eso se iba a resolver el problema de los desplazados, pero no hay nada.
–¿Qué opinas de esa falta de sensibilidad de parte del presidente y autoridades?
–Es lamentable esa falta de sensibilidad de parte del gobierno federal. Entendemos que recibió un país despedazado, que el problema rebasa muchas instancias, pero también que este problema ya sucedía desde antes. El lunes fue lamentable que (Encinas) nos dijera que no había un plan, una estrategia, y tal pareciera que la intención era generar un caos para que todo mundo viera la necesidad de crear la Guardia Nacional. Eso creemos. Que las víctimas siempre han sido sacrificables.
Añade que la gente se siente “decepcionada, desesperada”, ante la falta de voluntad política y atención. “Ven que nadie viene, pero esperemos que a partir del lunes podamos recibir una buena noticia”.
Con la Guardia Nacional, más dudas que certezas
–¿Qué opinan de la aprobación de la Guardia Nacional?
–Nos genera más dudas que certezas. Primeramente el hecho de que finalmente se hayan doblegado ante las fuerzas duras en el país y que hayan impuesto al Ejército dentro de la Guardia es complicado, porque hay muchos testimonios en los estados sobre militares que no están preparados para coexistir pacíficamente con la población civil.
Los soldados tienen una formación para la guerra y por lo tanto al no haber una guerra, ellos siempre están con el deseo de poner en práctica sus conocimientos. Al involucrarlos en tareas de seguridad pública, a cualquier ciudadano lo ven como un enemigo potencial o declarado, disparan a todo lo que se mueve y al rato le llaman daños colaterales.
Texto: Guillermo Rivera / Foto: El Sur
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