22 abril,2019 4:28 am

No soy un artista utópico, señala el veracruzano Gabriel Orozco

En un país donde el arte contemporáneo suele causar todavía cierta desconfianza ante el gran público, la elección de Orozco para coordinar el llamado Proyecto Cultural Chapultepec levantó muchas cejas. “¿Y quién es Gabriel Orozco?”.
Ciudad de México, 22 de abril de 2019. Gabriel Orozco arriba al Bosque de Chapultepec con tres planos grandes bajo el brazo, como un arquitecto o ingeniero. Lentes oscuros, ropa casual, en mezclilla, y la melena grisácea de bucles peinada hacia atrás, que en algo recuerda a la de Beethoven, con la misma frente amplia y la mirada profunda, de artista.
Hay algo en su disposición, en la manera en la que se conduce al llegar, que anuncia un “manos a la obra”. Y también algo de recién adquirida autoridad dentro del espacio en el que ahora se desenvuelve.
Públicamente, Orozco (Xalapa, 1962), un artista difícilmente clasificable, fue anunciado hace menos de un mes como el coordinador de la titánica empresa de unificar al Gran Bosque de Chapultepec -como ahora lo llaman-, con sus 800 hectáreas y cuatro secciones, bajo un mismo proyecto abarcador, cultural y ecológico.
En privado, sin embargo, lleva muchas semanas más recorriendo el bosque, de punta a punta, cavilando sobre lo que viene.
La tarea, que involucra librar avenidas y segundos pisos, edificar puentes, conectar rutas, rehabilitar espacios, proteger la biodiversidad y hacer que todo esto se mire como un esfuerzo unificado, pareciera, a ratos, inabarcable.
Pero no para Orozco.
“Es ambicioso, pero no es utópico”, zanja en una entrevista que concede a espaldas del Museo de Sitio de Chapultepec. “No soy precisamente un artista utópico”.
Y es que, ciertamente, Orozco suele hacer exactamente lo que quiere, sin importar lo estrafalario o imposible que esto pueda parecer. De ahí nace una cierta fama de transgresión lúdica, retadora, que lo acompaña desde hace años.
A lo largo de una carrera que inició en los años 80, el artista visual veracruzano se las ha arreglado, entre otras cosas, para suspender un esqueleto de ballena en una biblioteca pública, Vasconcelos; abrir una tienda Oxxo en una galería, en Kurimanzutto, o convencer a todos los vecinos de un museo de exhibir naranjas en sus ventanas, durante su exposición en el MoMA de Nueva York, así como cortar un Citroën DS por la mitad y volverlo a ensamblar y, desde luego, exhibir una caja de zapatos vacía en la Bienal de Venecia.
“Normalmente, casi siempre, logro realizar mi trabajo y llevarlo a una resolución real. No soy precisamente un artista utópico; creo que soy un artista más bien realista y que sabe un poquito de todo y tiene un buen equipo de trabajo”, abunda.
En un país donde el arte contemporáneo suele causar todavía cierta desconfianza ante el gran público, la elección de Orozco para coordinar el llamado Proyecto Cultural Chapultepec levantó muchas cejas. “¿Y quién es Gabriel Orozco?”.
El propio presidente Andrés Manuel López Obrador, quien lo presentó en una de sus conferencias de prensa matutinas en Palacio Nacional, se refirió a él como “pintor”, apenas uno de los medios que el artista ha explorado y, ciertamente, no por el que es más conocido.
Orozco, sin embargo, es un artista global que vive entre cinco sitios distintos -México, París, Nueva York, Tokio y Bali-, cuya obra ha sido expuesta en los museos más importantes del mundo y forma parte de las colecciones más selectas.
Confiado, parece no tener la menor duda de que es el indicado para el trabajo.
“La verdad es que yo he trabajado siempre con arquitectos y con ingenieros, con poetas y políticos; es mi trabajo. Yo he hecho esto en varias partes del mundo y mi trabajo toca varios sectores. Sé un poquito de arquitectura, sé un poquito de ecología, sé un poquito de teatro y poesía; hago un poco de todo.
“No soy un artista que haga una sola disciplina; estoy todo el tiempo usando varios materiales y eso me acerca a muchas disciplinas. Pero además tengo mucha gente con la que he colaborado antes, y ahora más”, justifica.
Abordado inicialmente por la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, para echarse el proyecto a la espalda, Orozco no dudó en aceptar.
“En lo personal, me pareció un reto muy especial, un reto grande, pero viendo la voluntad de todas las partes y de todos los sectores y de la gente en general, que de repente se convierte en algo que era el sueño de mucha gente desde hace mucho tiempo, lograr hacer un bosque de Chapultepec como nos lo podemos imaginar, y más allá de eso, me hizo pensar que tal vez yo podría ayudar a coordinar las diferentes partes”, cuenta.
Con sus tres planos bajo el brazo, Orozco se presenta ya, de facto, como encargado.
Como con todo proyecto grande que se pone en marcha en este sexenio, su trabajo, lo sabe, habrá de ser seguido con lupa y, desde luego, cuestionado. Ninguna sombra de duda asoma, sin embargo, en su rostro.
“Por eso lo acepté, porque creo que puedo hacerlo”, sonríe, y abre ambos brazos y levanta las cejas, como diciendo: “Por eso me ves aquí”.
“No soy consentido de nadie”
Gabriel Orozco ha hecho suya una idea de otro artista polémico, incluso más que él mismo. Visiblemente acostumbrado a las críticas, los reclamos y los reproches -y también visiblemente inalterado por ellos- lanza una sentencia que Oscar Wilde legó a los artistas del mundo.
“Los peores enemigos del artista son el Príncipe, el Papa y el Pueblo”, parafrasea con una sonrisa un tanto pícara. “Entonces a veces uno no es tan popular como uno quisiera”.
Desde que fue anunciado como coordinador del Proyecto Cultural Chapultepec, como ocurre ya con cualquier pronunciamiento importante de este Gobierno, las redes sociales se llenaron de comentarios y memes, polarizados, que expresaban opiniones y bromas encontradas sobre su designación. Algunas cuestionaban a Orozco por lo que sus detractores consideraban un acercamiento indebido al poder.
“Mi trabajo no ha dependido (del poder), ni mi carrera como artista ha dependido, sino todo lo contrario: he tratado de ser muy independiente del Estado”, declara sin ceder un palmo.
“No hago obra pública comisionada por el Estado, no busco un financiamiento del Estado para hacer mis trabajos, no dependo de eso. Entonces, desde muy temprano, una de mis consignas importantes era no depender del Estado, poder hacer mi trabajo al margen de los caprichos del Estado o de las ideas”.
La polémica suele ser un factor indisociable de la obra de Orozco. Basta mencionar, por ejemplo, el revuelo que causó el gesto de exponer una caja de zapatos vacía en la Bienal de Venecia de 1993, o las decenas de memes y comentarios adversos que generó su Oroxxo en la galería Kurimanzutto en 2017.
El día del anuncio del Presidente, por ejemplo, las redes bromearon con imágenes de una caja de zapatos gigante que contenía al bosque entero, o con un parque público lleno de Oxxos.
Para Orozco, el arte y la cultura, en muchas ocasiones, tardan tiempo en ser comprendidos.
“La cultura, así como el arte, empieza a brotar de abajo para arriba y los Estados, los empresarios, las generaciones anteriores, están viendo qué sucede, cómo es esto y, a veces, no es fácil que entiendan lo que está pasando a nivel cultural porque viene de abajo, de los jóvenes del barrio, de la calle.
“Por eso, fue importante para mí mantenerme con esa independencia, pero del poder, no es nada más del Estado, y también del mercado o la especulación financiera, del poder del dinero, digamos, que puede ser cooptativo, igual que el Estado”, abunda.
Tras su designación, muchos volvieron a criticarle, como lo han hecho antes, por haber colaborado con el Gobierno mexicano, como durante el sexenio de Vicente Fox al instalar su obra Mátrix móvil, un esqueleto de ballena pintado con grafito en la nueva Biblioteca Vasconcelos.
“En el caso por ejemplo de la ballena, la invitación fue de Sari Bermúdez, como Secretaria de Conaculta (hoy Secretaría de Cultura) en esa época”, explica.
“Y yo fui a ver y le dije: ‘Si sale alguna idea que pueda valer la pena te aviso y tú decides’. Pero, además, en esa época Vicente Fox era el primer Presidente electo democráticamente, era la primera vez que había un cambio de Gobierno en el país y todos estábamos entusiasmados, porque además a mí me pareció pertinente, porque nadie nunca me había llamado a hacer una escultura pública en México. Eso sucedió en los primeros meses de esa Administración”.
En ese entonces lo acusaron de “consentido” del foxismo. Pero, él se entregó contagiado por los tiempos. “Dije: ‘Bueno, sí, es sangre nueva, fresca, vamos a ver qué podemos hacer’, y salió esa idea, fue pertinente, pero no tiene que ver con ser consentido de nadie, no soy consentido de nadie, yo. Todo lo hago porque quiero hacerlo y también podría no hacerlo. Yo decido qué hago y qué no hago, yo no le hago ningún favor a nadie”, contesta al respecto.
Tampoco será, asegura, un consentido de López Obrador, como algunos han querido señalarle. Su decisión de participar en el proyecto de Chapultepec, juzga, tiene que ver con una coyuntura histórica y política, además de que, asegura, es congruente con su trayectoria.
“Uno puede tomar esa decisión como artista precisamente porque ha sido independiente y no estoy dependiendo de ningún sexenio para hacer mi trabajo, lo estoy haciendo porque creo que es un momento en el que puedo ayudar, es un honor para mí poder ayudar, o poder realizar algo que creo que va de acuerdo con mis ideas, con la manera en como he actuado; creo que es bastante consecuente, lo siento así, es consecuente con todo lo que sé y todo lo que quiero aprender, poder emprender este proyecto, trabajando en equipo, por supuesto”, declara.
Por si hiciera falta decirlo, el Bosque, además, no se poblará de “Oroxxos”.
“No es un ego trip, porque además mi trabajo no es ego trip. No voy a hacer ninguna escultura de bronce, no vamos a hacer elefantes blancos, no es un ‘Orozco Park’ ni nada por el estilo, va a ser el parque de todos”, promete.
“Y no soy consentido de nadie, ni de mi mujer, siquiera”, añade el artista, ya puesto a enfrentar la labor titánica que tiene por delante.
“No es Orozco Park”
Gabriel Orozco rechaza la egolatría que sus críticos le achacan.
“(Éste) no es un ego trip, porque además mi trabajo no es ego trip. No voy a hacer ninguna escultura de bronce, no vamos a hacer elefantes blancos, no es un ‘Orozco Park’ ni nada por el estilo. Va a ser el parque de todos”, dice.
Todavía sin presupuesto asignado y con un proyecto en realización, Orozco expone en entrevista que uno de los principales objetivos de la empresa es conectar las cuatro secciones de Chapultepec, en beneficio del peatón.
“Que pueda una persona caminar de punta a punta, no tengo el dato exacto, pero los aproximadamente 12 kilómetros que puede haber”, indica.
El artista, quien asegura que no cobrará nada por coordinar los trabajos, explica que está conformando un equipo diverso de especialistas para el proyecto.
Su trayectoria y sus proyectos artísticos lo facultan para la tarea, agrega, y vuelve a referirse a sus críticos: “No soy el consentido de nadie”.
Acupuntura en el bosque
Como el capitalino promedio, el artista visual Gabriel Orozco tiene recuerdos de su vida en el Bosque de Chapultepec, desde las visitas en la infancia al Castillo y al zoológico hasta sus propias exposiciones en los museos que existen en sus secciones.
“Aunque creo que nunca he estado remando en el Lago de Chapultepec, porque nunca me fui de pinta”, bromea quien, desde muy temprano en su carrera fue considerado una suerte de enfant terrible, no un bienportado.
Importantes hitos de su vida cruzan por la zona, como el torneo de ajedrez que jugó de niño en Casa del Lago, germen, quizá, del ánimo lúdico, pero analítico, de muchas de sus piezas, y de su afición por intervenir y reformular juegos de destreza, como el ping pong, el billar y, desde luego, el ajedrez.
“Chapultepec, para un artista como yo, tiene que ver sobre todo con todo el arte que está aquí, desde lo prehispánico en el Museo de Antropología, varias anécdotas y exposiciones en el Museo de Arte Moderno (MAM) desde que era niño, de venir a ver muestras y luego participar en algunas”, cuenta también.
En el MAM, por ejemplo, presentó junto a otros jóvenes colegas su primera intervención en México, Apuntalamiento para nuestras ruinas modernas, tan sólo dos años después de que el sismo del 85 hiciera de esta imagen, la de los puntales previniendo un derrumbe, un recordatorio de la crisis de la modernidad en el país. En el año 2000, también, tuvo su primera exposición individual nacional en el Museo Tamayo.
“De lo que sí no tengo ninguna memoria es de la Tercera Sección, pero bueno, también la veo y digo: ‘Es que aquí está difícil tener alguna memoria’, hay que hacer esa memoria, hay que hacer algo que puedan los niños de hoy en día acordarse y, no sólo los niños de hoy en día, también nosotros”, detalla en referencia al abandono en la zona.
El reto que asume es conectar las cuatro secciones del bosque en una experiencia cultural unitaria, tomando en cuenta que la tercera está mucho menos desarrollada que las dos primeras, y que la Cuarta es nueva para la ciudadanía, tras la cesión de 120 hectáreas que pertenecían a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Como en algunos aspectos de su obra, y a partir de sus propias experiencias de vida como viajero y residente en Oriente, Orozco encara el proyecto de Chapultepec con algo de filosofía y saberes de esa parte del mundo.
Con un método que llama “acupuntural”, ha señalado en sus tres diagramas del Bosque de Chapultepec varias zonas que considera claves para la vida del pulmón capitalino, pero siempre pensando en la idea de un flujo constante, ininterrumpido.
“Estoy trabajando más como una idea de acupuntura para localizar los puntos, los focos y los nodos posibles de interconexión tanto cultural como de tránsito, de descanso, de servicios de todo tipo, de donde poder beber agua, donde poder descansar un rato, donde venir a pasar una tarde”, amplía.
Aunque ya tiene pensados algunos destinos posibles, que aparecen en sus diagramas, Orozco prefiere reservar, por ahora, sus ideas, a la espera de que el proyecto total se defina. Algunas de las metas esenciales de esta empresa, no obstante, ya están completamente definidas.
“Lograr un transcurso humano, humano en el sentido de que pueda una persona caminar de punta a punta, no tengo el dato exacto, pero los aproximadamente 12 kilómetros que puede haber, de punta a punta”, enuncia.
La idea de interconectar el bosque, asegura, es una que atraviesa todos los aspectos a considerar para el proyecto en marcha.
“Es uno de los temas importantes la interconectividad, porque es a nivel social, urbano, vehicular”, sitúa.
En este afán, Orozco señala también los que son los retos más evidentes del proyecto, que ya se tienen identificados, como la necesidad de atravesar Periférico y Constituyentes -que dividen de tajo áreas del bosque-, la posibilidad de abrir nuevas entradas, el desarrollo de nuevas estaciones de descanso y servicios, la rehabilitación del humedal de la Tercera Sección y la exploración de la Cuarta, que es inédita.
“Uno de los retos más interesantes y más fuertes es la conexión entre la Primera Sección y la Segunda, pero ahora, con la apertura de Los Pinos y la disposición de la Guardia Nacional y la Sedena para lograr ese tránsito, tenemos una muy buena oportunidad para lograr un parque flotante que logre conectarla”, destaca el artista.
Si bien no adelanta la forma en la que esto ocurrirá, ya vislumbra que lograr esta interconexión, posiblemente con un puente, será uno de los actos más simbólicos de todo el proyecto.
En sus aspiraciones, asegura, no está solo. “Yo estoy hablando con los mejores en su ramo de cada cosa. Estoy en conversación y asesorándome, intercambiando ideas, proponiendo posibilidades, tanto a arquitectos como a ecólogos, como a los políticos involucrados, los promotores culturales que quieren y se han sumado”, explica.
En el anuncio del proyecto, Orozco aseguró que trabajaría pro bono, sin cobrar un centavo, y asegura que, por ahora, sus colaboradores, cuyos nombres se reserva hasta presentar el proyecto, lo están haciendo también.
“Tengo la fortuna de haber trabajado con gente muy capaz, probablemente los mejores del mundo en varios ramos y todos están puestísimos para ayudar. Entonces, al final, el equipo va a ser grande, pero va a ser muy unitario en cierta manera.
“Tú imagínate a los mejores de cada ramo. (Pues) esos ya están trabajando de alguna manera u otra de hacer esto”, insiste.
Hay también, asegura, una congruencia artística que lo lleva a este proyecto, así como una práctica que incluso equipara con lo ecológico.
“Desde mis inicios, en las primeras obras que hice, desde los 80, en México, en espacios alternativos, en la Ciudad, en la periferia, ya empezaba yo a pensar en un arte que era público, que sucedía en espacios públicos, fuera del marco de la galería y o del museo, y que usando elementos encontrados y entendiendo mi ambiente, en el sentido ecológico, en el sentido paisajístico, de la realidad urbana y de paisaje donde uno se desenvuelve, empezó a desarrollar un sentido ecológico de alguna manera”, expone.
Sus obras, que históricamente han tendido hacia la exploración de objetos cotidianos, como balones de futbol, llantas, chatarra encontrada, tablones de madera, sí dan cuenta de una intención de tomar cualquier material y darle un nuevo uso, sobre todo en el espacio público.
“Con el tiempo, si uno revisa ese tipo de procedimiento, cómo se empezó a gestar en mi trabajo a finales de los 80, y cómo se ha venido desarrollando a través del tiempo, uno podría decir que hay algo de esa economía, de esa ecología, en la manera en la que produzco mi trabajo, cómo produzco mis ideas, cómo se van desarrollando, cómo voy cambiando de materiales y cómo los estoy usando en función de sus características específicas”, declara.
Además, apunta, está casado desde hace más de 20 años con una especialista en cambio climático que labora para la ONU en el manejo de situaciones ecológicas.
“No es un tema nuevo para mí, entonces por esa razón pensé que podía coordinar el proyecto, porque, así como puedo leer planos, urbanos, arquitectónicos, también puedo entender términos y nociones de rehabilitación ecológica, de reforestación, bien planeada, porque todo eso tiene que ver con el arte también”, afirma.
Insospechadamente, según relata, la carrera entera de Orozco pareciera haberlo traído, de vuelta, como cuando empezó en México, hacia el Bosque de Chapultepec.
Texto: Francisco Morales V. / Agencia Reforma / Foto: Tomás Martínez / Agencia Reforma