7 septiembre,2019 4:31 am

Con un “¡Viva Toledo!” despiden al artista en Oaxaca; México arropa a sus familiares

Critican que la ceremonia en honor al pintor fallecido en jueves, encabezada por el gobernador priísta Alejandro Murat, haya durado apenas cinco minutos. Su hija Laureana pidió a los asistentes seguir el ejemplo del juchiteco “haciendo más cosas para que disfruten los jóvenes: más bibliotecas”
Oaxaca y Ciudad de México, 7 de septiembre 2019. Con una proyección de imágenes del artista juchiteco, ayer en el teatro Macedonio Alcalá se celebró un breve homenaje, de apenas cinco minutos, a Francisco Toledo, quién murió el jueves a la edad de 79 años.
Poco después de las 2 de la tarde, en el recinto cultural más importante de Oaxaca, se dieron cita personalidades de la política y el ámbito artístico de la capital oaxaqueña.
Encabezada por el gobernador Alejandro Murat; su esposa Ivette Morán; la secretaria de Cultura federal, Alejandra Frausto; la subsecretaria de Desarrollo Cultural, Marina Núñez, y la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBAL), Lucina Jimenez, se realizó una guardia de honor en el recinto.
Tras el término de la melodía Dios nunca muere, los funcionarios se retiraron y se dio por concluido el homenaje, lo que causó la molestia de los presentes.
“Que vivan los hombres que reparten su dinero limpio entre los oaxaqueños, esos son los que tienen que vivir. Levanten sus corazones, se fue un gran hombre, que nos dio tanto de lo que no tuvo, y si no tuvo más fue porque lo entregó a esta ciudad (…) ¡Felicidades por el espectáculo! ¡Qué vergüenza! soltó una de las presentes en medio del teatro para posteriormente salir entre el aplauso de los asistentes”.
“¡Viva Toledo! ¡Viva Oaxaca! ¡Viva Juchitán!”, gritaron entre el público.
Abrazo colectivo
Desde el jueves, las personas iniciaron con las ofrendas en memoria del maestro Toledo, las cuales fueron colocadas al exterior del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), recinto cultural impulsado por el artista.
En uno de sus principales legados a Oaxaca y México, el IAGO, los familiares del pintor recibieron un pésame colectivo en forma de abrazos, vítores y aplausos.
En el patio del IAGO, bajo una techumbre de ramas y flores que formó una especie de capilla, se dispuso un autorretrato de Toledo y, en torno a éste, se congregaron sus familiares, amigos, colegas y autoridades culturales.
Repleto de coronas de flores que representaron a todos los actores de la vida pública de Oaxaca –artistas, políticos, empresarios, colectivos campesinos e indígenas–, el recinto se llenó.
Aunque se esperaba que al lugar fueran transportadas las cenizas de Toledo, lo cual no sucedió, los asistentes no escatimaron en señas de afecto para el pintor, quizá el hombre más unánimemente querido de su Estado.
Con la llegada de su esposa, la artista textil Trine Ellitsgaard, y sus hijos Sara y Benjamín, además de los hijos de sus parejas anteriores, los artistas Laureana y Jerónimo Dr. Lakra, y la poeta Natalia Toledo –actual subsecretaria de Diversidad Cultural federal–, el IAGO estalló en aplausos tras un sonoro “¡Viva Toledo!”.
Afuera, una banda, adecuadamente, tocaba Dios nunca muere.
Al lugar llegaron, visiblemente dolidas, la secretaria Alejandra Frausto y la directora general del INBAL, Lucina Jiménez.
La titular anterior de la Secultura federal, María Cristina García Cepeda, a quien le tocó recibir el IAGO donado por Toledo, también acudió a mostrar sus respetos.
El empresario Alfredo Harp, la fotógrafa Graciela Iturbide y el artista Demián Flores, todos cercanos al artista, también estuvieron en el homenaje.
Con la voz entrecortada, abrazada por su hermano Benjamín, Sara López agradeció la presencia de todos los presentes.
Laureana Toledo dedicó un breve discurso: “Creo que un poco en el espíritu de lo que era mi papá, es seguir el ejemplo, seguir haciendo más cosas para que disfruten los jóvenes: más bibliotecas, más cosas para toda la gente; sigamos con ese ejemplo”.
Todos esos jóvenes de los que hablaba, al término del homenaje, hicieron fila para dejar sus propias flores y sus pensamientos al maestro que se fue.
Pasaron horas y la fila no decrecía, como no lo hace el cariño por el pintor de esta ciudad.
“¿Quién cuidará Oaxaca?” preguntan en el homenaje en Bellas Artes
“¿Quién cuidará Oaxaca?”, dice el mensaje, escrito en un papalote azul, que expresa el sentimiento de orfandad sin Francisco Toledo.
Con papalotes de papel china de colores y flores, se levantó la ofrenda para rendirle tributo en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes.
Al centro de la ofrenda se colocó el retrato que le hizo Graciela Iturbide, en el que aparece en cuclillas, en el marco de una ventana, sonriendo. Lo acompañan siete de sus obras dispuestas en semicírculo y colgados sobre una enorme tela negra, los papalotes donde Toledo plasmó sapos, tortugas, grillos…
“Uno se quiere morir antes que la gente que admira y esta tristeza es por eso, porque nos vamos quedando huérfanos en la cultura de este país, tan lastimada”, se dolía Soledad Aranda. “Nos deja un ejemplo de la defensa del patrimonio de este país, con uñas y garras. ¡Que viva el maestro Toledo y su obra”.
Marcia Donato cruzó el vestíbulo llorando, llegó a pie desde el mercado de las flores, en Salto del Agua, cargando un florero con alcatraces y azucenas. “Les puse agua para que estén vivas y desearle buen viaje a Toledo”. De su viaje a Oaxaca en 2015 regresó sin conocerlo, pero se hizo alumna del Centro de las Artes de San Agustín (CaSA). “Sin pagar un peso, con los mejores maestros, gracias a lo que él hizo. A ver, ¿qué vamos a hacer en Oaxaca sin él?”.
Marcia no es oaxaqueña, pero sí parte de ese numeroso grupo de jóvenes artistas para quienes Oaxaca fue un paraíso levantado por Toledo, donde fundó el IAGO, el cine club El Pochote y el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo.
El enojo ante la indiferencia oficial
Al gobierno de Oaxaca –que no a su gente– le quedó grande, holgadísimo, el homenaje a uno de sus habitantes más queridos. Si no el que más.
Un día después de fallecido, el pintor Francisco Toledo fue honrado con una ceremonia en el Teatro Macedonio Alcalá, en el centro de la capital que recorrió, día a día, con sus insignes huaraches, como una visión querida y, hasta este jueves, entrañablemente habitual.
Un video de unos minutos, la guardia de honor del gobernador Alejandro Murat, y el infaltable “Dios nunca muere”, fueron, al parecer, suficiente para dar por zanjado el asunto.
A la salida del teatro, una señora, enardecida por lo que juzgó un insulto, quiso encarar al mandatario a gritos: “¿Usted cree que valió la pena que nos tuvieran esperando aquí para que se tomaran su foto? ¡Qué vergüenza!”.
El aplauso en las butacas del recinto, sin embargo, duró un minuto completo, quizá el indicativo clave de que, en efecto, el verdadero homenaje se encontraba en otra parte. Con Toledo, se sabe, no podía ser de otra forma.
Sobre la banqueta, incontables veladoras, que brillaron la noche anterior, pisaban otras tantas hojas blancas para que no las barriera el viento, para que ahí se quedaran, velando.
“Gracias Maestro por tanto”, decía una de ellas, tan simple como efectiva, con plumón negro.
De montón, atizada por la noticia, la gente de Oaxaca comenzó a llegar al IAGO tan pronto se supo que ahí, en la casa que el artista le dio a la ciudad, habría un homenaje –este sí, sensible– con su familia presente.
Trabajadores de los centros artísticos que puso en marcha, estudiantes, artistas locales y extranjeros, señoras luciendo huipiles de luto y hombres de indumentaria sencilla, tan sencilla como la de Toledo, aguardaban el inicio del evento haciendo fila en la calle o en los concurridos pasillos de la casona.
Adentro, tras cruzar bajo el moño negro en el marco de la puerta, cundía una tristeza silenciosa.
Y si bien es cierto que las cenizas del artista nunca llegaron, como algunos esperaban, al final no hizo falta. Toledo ahí estaba.
Incluso ya cerradas las puertas del IAGO, seguían apareciendo, como abrazos genuinos, veladoras encendidas en la noche. El homenaje continuaba en las calles.
Texto: Agencia Reforma / Foto: Cuartoscuro