27 septiembre,2019 10:52 am

Sicarios dispararon una ráfaga contra una multitud la noche de Iguala, relata una testigo

Casi tres horas después del primer ataque a los estudiantes de Ayotzinapa la zona no había sido resguardada por ninguna corporación policiaca o militar, a pesar de todos los reportes al C-4.
Iguala, Guerrero, 27 de septiembre de 2019. La tragedia de la noche de Iguala pudo ser mucho mayor, los civiles armados de la organización criminal Guerreros Unidos dispararon ráfagas de fusiles de alto poder de forma directa en contra de una multitud de estudiantes, profesores, activistas y reporteros que llegaron aquella noche del 26 de septiembre de 2014 en solidaridad de los normalistas de Ayotzinapa, y para dar cobertura a los hechos.
Mayra -como le llamaré- es una joven de 24 años que la noche del 26 de septiembre de 2014 tenía casi siete meses de embarazo, acompañó a su esposo que llegó esa noche en solidaridad con los estudiantes, pero al momento del segundo ataque quedó en medio del fuego adentro de un carro.
Al momento de llegar al lugar cerca de las 11:00 de la noche había mucha confusión, para esa hora los jóvenes ya habían sido perseguidos a balazos por los policías municipales y en la calle Juan Álvarez, entre el periférico Norte y la calle 10 de abril, finalmente fueron sitiados y atacados a balazos por los uniformados, cerca de las 9:30 de la noche.
Para esa hora ya se hablaba de al menos cuatro heridos, uno de ellos es Aldo Gutiérrez Solano (quien desde entonces permanece con muerte cerebral), y unos 20 detenidos de primero y segundo grado en patrullas de la Policía Municipal. Un normalista que dio declaraciones esa noche mencionó a las patrullas 018, 020, 027, 028 y la 302, ésta última que se llevó a un joven que se desvaneció al parecer por un problema cardiaco.
“Llegaron sin capuchas, pero cuando ya recibieron la orden de detenernos y atacarnos fue cuando se pusieron las capuchas, los estábamos grabando y nos dijeron que les valía madre”, contó esa noche.
En el lugar del ataque los normalistas marcaron donde había casquillos percutidos y hasta algunas balas útiles de diferentes calibres: .9 milímetros, .223 para fusil AR-15 y 7.62 para AK-47 o Cuerno de Chivo.
Cerca de la medianoche dos estudiantes convocaron a una conferencia de prensa en la que estuvimos cinco reporteros locales y uno que ya había llegado de Chilpancingo. La conferencia fue al salir de la calle Juan Álvarez en el cruce con periférico Norte, a unos pasos del primer autobús en el que viajaban los estudiantes.
Alrededor había entre 60 y 80 personas, entre normalistas, maestros de la CETEG y activistas que llegaron en solidaridad, además de los reporteros.
Casi 3 horas después del primer ataque, la zona no había sido resguardada por ninguna corporación policiaca o militar, a pesar de todos los reportes que ya había en el C-4, ubicado a un par de cuadras de ese lugar.
Cuando la conferencia estaba por terminar se escucharon las ráfagas de los disparos, por un instante se llegó a pensar que eran cohetes o disparos al aire.
Sin embargo, la agresión era directa en contra de la multitud, se escuchaba el zumbido de las balas que pasaban a corta distancia, otras que impactaban en el concreto y otras más en los vehículos estacionados de manera paralela al Periférico.
Entre gritos de “agáchense”, “hay una balacera” y “tírense al piso”, todos se dispersaron, la mayoría corrió hacia la avenida Juan Álvarez, algunos se resguardaron entre los autobuses y en un estacionamiento cercano de una tienda de autoservicio.
Aunque pareció una eternidad, la balacera tardó poco más de minuto y medio, las primeras ráfagas de armas de alto poder sonaron por 34 segundos, después se hizo una pausa de entre tres y cinco segundos, como si cargaran municiones, y se volvió a soltar la balacera por otros 50 segundos, en la cual parecía que los sicarios iban avanzando.
Los cerca de seis carros que estaban estacionados del lado poniente de donde se daba la conferencia, y que quedaron entre los agresores y todas las personas que había en el lugar, sirvieron de escudo. Todos los vehículos recibieron impactos de bala en su carrocería, en uno de ellos una maestra de la CETEG resultó herida de dos impactos.
Mayra también estaba en uno de esos carros que recibió al menos cuatro impactos. Recuerda que estaba sentada en el asiento del copiloto, recostada esperando a su esposo, y no escuchaba mucho de lo que pasaba afuera porque se quedó con los cristales arriba, “sólo oía que los estudiantes hablaban por teléfono”.
La noche del ataque tenía 19 años y un embarazo de casi siete meses, “lo primero que pensé es que eran cohetes, y después vi que todos se echaron a correr y no supe qué hacer, yo estaba sola”.
“El vidrio (de la puerta del copiloto) se rompió, como pude me aventé hacia la parte de atrás para cubrir la panza, de ahí ya no supe cómo me aventé y cómo es que llegué hasta allá”, cuenta, y recuerda el momento en que una bala entró por la ventana de su lado, rompió el cristal e impactó con el tablero del carro, los cristales reventaron y le causaron cortaduras en los brazos que le provocaron sangrado, “fue una locura”.
Por la forma en que llegó la agresión, de poniente a oriente, los pistoleros habrían pasado por atrás del carro en el que estaba Mayra mientras seguían disparando. Un par de minutos después de que las balas cesaron se fue del lugar con su pareja.
Cuenta que no tuvo complicaciones con su embarazo y el próximo diciembre su hijo cumple cinco años.
A unos 15 metros de ella cayeron asesinados Julio César Ramírez Nava y Daniel Solís Gallardo, le tocó ver a los muchachos asesinados.
Texto y foto: Alejandro Guerrero