Mar de Fondo
Efrén E. García Villalvazo
Multitud de historias alrededor de la nueva Ley Antiplástico vigente a partir del 2 de octubre en el estado de Guerrero. Van del asombro al enojo y al sentimiento de ser sujeto de una injusticia. Estas son algunas de ellas.
En las oficinas de la Dirección de Ecología municipal una señora con perfil empresarial dueña de una pastelería en Costa Azul llega con una gran bolsa de papel llena de recipientes transparentes para empaque de pasteles y rebanadas individuales hechos de algún tipo de plástico. Molesta y con argumentos de la vida práctica, enfrenta a uno de los empleados de la dirección:
–Mire, vea mis recipientes. Son de PET, con el número uno, así que se pueden reciclar.
–Si señora, pero ya no debe venderlos. Está prohibido por la nueva ley.
–Oiga, pero yo vendo como seis, ocho pasteles diarios. Y una rebanaditas. Y tengo un montón de estos que compré en México para agarrar buen precio.
–Si señora, pero ya habíamos dado seis meses para que se deshicieran de ese producto. Si le revisan y le encuentran algo la van a multar. Para qué se arriesga..
–A ver, ¿por qué no le van a revisar las bodegas a los de la Coca? Estos producen miles de botellas diarias, de todos los tamaños. ¿A poco a ellos también los van a multar?
Me sonrío al ver la cara de atrapado del empleado de Ecología. Demoledor razonamiento de la señora con su modesto negocio de pastelería. Y exponiendo una gran verdad, porque en efecto, las empresas Coca Cola, Pepsi y Nestlé son las máximas productoras de PET en el planeta. Y yo tampoco creo que los vaya a multar la dirección de Ecología del municipio. Ni la Profepa a nivel nacional.
Me comentaron que en una participación de la directora de Ecología en las noticias de la televisión local denunció la aparición de unas bolsas “biodegradables” piratas, clonadas o espurias, vaya a saberse qué término sea el más adecuado. Pero de seguro es que biodegradables no son. Biodegradable significa que dejada en el medio, con un poco de humedad y a temperatura ambiente se pudra. Pudrirse quiere decir que por acción bacteriana el material se reduzca a sus componentes esenciales y se incluyan de manera natural y positiva en alguno de los ciclos biológicos enriqueciéndolos.
Estas bolsas piratonas son de polietileno común y corriente , al que se le está poniendo a mano un sello que dice “biodegradable”, con lo cual el comerciante gana tiempo, se deshace de sus inventarios y se concentra en hacer llegar su negocio un lapso más allá.
La funcionaria también mencionó que han aparecido productos de unicel a los que se tiñe de color canela, los cuales simulan el aspecto de la nueva generación de materiales de empaque hechos de fibras que son biodegradables, si bien en condiciones que solo se dan en los desiertos más cálidos del planeta, pues requieren temperaturas mayores de 55°C, asunto que no es fácil ni en la actualidad se lleva a cabo en los sitios de disposición de residuos del municipio. Estas versiones costeñas “morenitas” haciéndose pasar por una propuesta ineficiente resulta en otra simulación más. El comerciante, nuevamente, solo trata de llegar un poco más allá en su programa de ventas para el mes. Me pregunto ahora qué va a vender y si le entrará a la venta de los materiales genuinamente biodegradables, claro, cuando estos aparezcan.
En otro caso que conocí una amiga fue a comprar bolsa por kilo al mercado central, y le salieron con la noticia de que ya no la estaban vendiendo “así”. Ahora la estaban vendiendo “por rollo completo”. Caso clásico de venta a presión aprovechando la crisis, en donde la propuesta original bien intencionada era reducir o eliminar la venta de plástico y el comerciante, que siempre está un paso adelante, la aprovecha para rematar sus existencias y de seguro a un mejor precio con el apremio de que “ya no va a haber más bolsa de plástico”. Resultado: compras de pánico de plástico, para hacer un guardadito que aguante un buen de tiempo.
Hoy en la tarde fui a comer a un restaurante que da a la calle y su especialidad es la comida para llevar. Un joven y una señora atienden de manera eficiente los pedidos que llegan por teléfono y advertí que usaban las góndolas “morenas” que suponemos todos son biodegradables. Alguna que otra bolsa de polietileno, todavía no se pueden evitar.
–A ustedes como les ha afectado la ley que prohíbe el plástico. ¿No les ha causado problemas? –pregunté entre bocado y bocado de un reconstituyente caldo rojo de res.
–Claro que no, para nada. Ya hemos comprado “los biodegradables”–me contesta el joven. Y me muestra una pila de góndolas morenas. Parecen de las buenas.
–Verás que en uno o dos años ya todo mundo estará usando de éstas. El problema es que la ley es muy reciente y la gente se resiste. Acabarán por cambiar –afirma convencido.
Lo veo joven, entusiasta, impulsando su trabajo tratando de hacer las cosas bien. Espero que tenga razón.
Reviso en mi teléfono unas fotos que me enviaron del Acapulco de 1957, año confirmado por mi camarada Deco en base a los modelos de autos que ahí aparecen. Las calles de Acapulco se veían amplias y, sorpresa … ¡llenas de vendedores ambulantes!
Se reconocen fachadas de negocios en las aceras de Woolworth, Cinco de Mayo y Roberto Posada, donde se ve mercancía colocada sobre huacales y grandes trapos en la calle. Frutas olorosas, calzado hecho a mano, fragantes cestos de mimbre. Pero hay algo que impacta de inmediato a la vista: las calles y banquetas están… ¡impresionantemente limpias! No se ve un solo pedazo de plástico en el suelo, ni charcos de aguas negras. Limpio, sin duda.
¿Será porque en ese año no se usaba todavía la bolsa de polietileno ni había envases de plástico? ¿O será porque la gente que vivía en esa época era más limpia y respetuosa de los espacios públicos que en la actualidad? Veo las fotos y no pienso que quizá todo tiempo pasado haya sido mejor. Pero quizá más limpio, sí.
Twitter: @OceanEfren
* El autor es oceanólogo (UABC), conservacionista y asesor pesquero y acuícola. Promotor del Corredor Marino de Conservación del Pacífico Este Tropical e impulsor del rescate de la playa Manzanillo.