10 agosto,2021 5:54 am

Frente al Covid, inteligencia, resistencia, resiliencia y ¡mucha precaución!

Abelardo Martín M.

 

Es impensable confiarse o bajar la guardia.

Su agresividad y ferocidad están, sin duda, fuera de toda duda: millones de contagios, muertes en todo el mundo, no sólo en los rincones más apartados sino en especial en las grandes y avanzadas ciudades, donde el progreso y el desarrollo parecían ser un blindaje a todo tipo de amenazas. No sólo alerta, sino un conjunto de medidas, muchas radicales, restrictivas e incómodas, pero necesarias y, por lo visto, insuficientes. El Covid-19 como espada de Damocles mantiene su advertencia en todo el planeta.

La mejor prueba es el incremento en el número de casos a partir de lo que llaman la cepa Delta, sin que las anteriores hayan dejado de atacar a la humanidad, también la respuesta de la mayor parte de los gobiernos del mundo que han restablecido medidas de precaución para reducir los contagios y sus secuelas de muerte y daños a la salud humana.

Los sistemas de salud, rebasados hasta en las economías adelantadas y ricas, han demostrado su descuido en todo el planeta, en especial en los países menos desarrollados y atrasados y lamentablemente en los que, como México, la corrupción desmanteló a las instituciones públicas.

Cada vez se hace mayor el desastre planetario que ha introducido el Covid en la humanidad, y lo más grave es que no se le ve fin; vivimos actualmente la llamada tercera ola que ha golpeado a todos los continentes, y azota ahora a nuestro país.

A partir de esta semana, la mayor parte del territorio nacional se clasifica en semáforo naranja, y siete entidades del país, entre ellas Guerrero, han retrocedido al rojo, es decir, están en alerta máxima.

A lo largo de la pandemia, los daños sufridos han sido terribles; ahora se conoce que sus resultados no son sólo las muertes provocadas, sino las innumerables secuelas en los casos más graves.

Y aunque en el mundo entero hay un esfuerzo por recuperar lo perdido en términos económicos, igualmente los quebrantos son mayúsculos y llevará un largo tiempo su reparación.

En lo que va del año, en México se ha producido un importante repunte en las actividades productivas y con ello en los índices de empleo, que se aproximan ya a lo que se observaba antes de la pandemia.

Lo que no ha podido evitarse son los impactos inmediatos en la población más vulnerable, del confinamiento obligado y el cierre de muchas actividades económicas.

Entre los estropicios sociales más notables se encuentra el efecto previsible en el crecimiento de la desigualdad y de la pobreza, particularmente en la llamada pobreza extrema, cuyas cifras más recientes han sido dadas a conocer por el Coneval.

Según este organismo encargado de evaluar la política social, en el periodo de 2018 a 2020, en México la población en pobreza aumentó en dos puntos porcentuales, al pasar de 41.9 a 43.9, en tanto que la pobreza extrema creció de siete a ocho puntos y medio.

Para algunos críticos, el deterioro de los niveles de pobreza citados a nivel nacional, es muestra del fracaso de las estrategias transformadoras del actual régimen. Se pierden de vista dos elementos, el primero que se trata de una catástrofe internacional de consecuencias todavía no acabadas de medir, y el segundo, que, de no existir el conjunto de apoyos sociales centrados en los más pobres, el crecimiento de la población necesitada no hubiera sido de un par de puntos porcentuales, sino de dimensiones mucho mayores, impredecibles.

Aquí, el caso de Guerrero, muchas veces exhibido por situaciones negativas, es un buen ejemplo de lo que pueden lograr, y de lo que pueden evitar, políticas sociales bien aplicadas.

En nuestro estado, no sólo no hubo crecimiento de los índices de pobreza en el periodo señalado, sino que se presentó una disminución que, aunque modesta, refleja una mejoría inexplicable en tiempos de pandemia, de no ser por la intervención gubernamental para proteger a los más vulnerables.

Guerrero arrastra niveles de pobreza altísimos, pues a 2018 más de dos terceras partes de la población, el 67.9 por ciento, tenía algún grado de pobreza, porcentaje que se redujo a 2020 en punto y medio, a 66.4 puntos.

En el caso de la pobreza extrema, que afecta a la cuarta parte de la población guerrerense, también se observó una disminución similar, al pasar de 26.9 a 25.5 por ciento en un lapso de dos años.

No son grandes reducciones, pero si se ubican en el contexto de la pandemia y se comparan con los números nacionales, hay un contraste evidente.

Sin embargo, Guerrero vuelve a vivir tiempos muy difíciles. Tiene en estos días las cifras más altas de contagios y muertes de toda la pandemia; los fallecimientos son en promedio diario de alrededor de 35, número que triplica los observados en otros momentos de la emergencia.

De ahí que al retornar al semáforo rojo se hayan anunciado medidas restrictivas, hasta un total de 25 disposiciones, básicamente la prohibición de eventos sociales y el cierre de bares, cantinas y centros nocturnos, y la disminución de aforos en hoteles, playas, restaurantes y lugares de entretenimiento, así como las ya reiteradas de uso de cubrebocas y guarda de distancia entre personas.

Ni en Guerrero ni en el país se ha acudido al cierre generalizado de actividades, pues ahora hemos aprendido que ni se puede lograr el confinamiento absoluto, ni la paralización garantiza la erradicación del virus.

De manera que, con todos los cuidados, se ha optado por una cautelosa estrategia que podríamos resumir de resistencia y resiliencia.

Así es como, a fin de cuentas, el pueblo de México, y el de Guerrero, han afrontado los grandes retos de su historia.

El nuevo gobierno guerrerense que encabezará Evelyn Salgado tiene claro que es urgente fortalecer el sistema público de salud. Los últimos gobiernos priístas y panistas apostaron a su desmantelamiento y al fortalecimiento de la medicina privada, cuando que las auténticas y efectivas medidas de justicia social, tienen que enfocarse a garantizar la salud y la educación, con carácter público, gratuito y obligatorio para toda la población, en especial para la niñez, las mujeres y los ancianos.

Recuperar políticas públicas claras, con el presupuesto correspondiente, en ese sentido, permitirán de verdad garantizar que todos los habitantes del país contribuyan a la generación de riqueza. Salud y educación para todos es impostergable y Guerrero podría hasta convertirse en ejemplo si la nueva gobernadora Salgado lo decide y lo aplica.