Ameriaje
Ana Cecilia Terrazas
Sin reflexión de fondo, simplificar el pensamiento y dividirlo en dos polos es lo más fácil, lo más socorrido, lo que se procesa de manera accesible. El mundo de solamente dos opciones se queda con lo bueno o lo malo; lo honesto o lo deshonesto; la verdad o la mentira; los ricos o los pobres; los conservadores o los liberales (no hay una y que los una, las opciones se enfrentan mediante una o).
Este tipo de alineación mental deja, no obstante, lagunas, contradicciones e insatisfacción intelectual, quizá porque las personas humanas no somos así, de una u otra forma nada más.
Aquí en este Amerizaje se esbozan tan sólo 10 problemas del maniqueísmo.
- Se pierden matices. El blanco o negro no deja espacio para los tonos, las versiones, el degradado. La paleta o el Pantone de la realidad, los colores y sus aproximaciones indefinidas tienen un encanto real; ponen en común o en desacuerdo la subjetividad. ¿Acaso no han escuchado discusiones largas y fascinantes de algo tan a la mano como el color verde o azul?.
- Decir que somos tal cosa o tal otra. Esto obliga a la masificación, a la definición conjunto, a la identidad en bola. Si alguien debe pertenecer a uno u otro bando está imposibilitado de escapar a lo común, al estereotipo, a la producción industrial.
- Maniqueizar la realidad extingue lo singular, lo único e irrepetible. Diluye al individuo en el todo, lo vuelve integrante de la nada, correligionario de lo que no toma partido, lo invisible.
- Polarizar pensamientos y opiniones excluye. Se trata de una estrategia aliada con la segregación. Lo marginal, lo residual o lo extraño no caben en el mundo que sólo tiene dos bandos, no hallan ubicación en la pelea bipartidista.
- La realidad partida en dos se cierra a la sorpresa. El cielo y el infierno; el bien y el mal; el todo o la nada no se prestan para el azar. De uno u otro lado se sabe y se espera lo que se asume. Desaparece el asombro porque cede su lugar a lo previsible.
- Y así, lo previsible, lo esperado, lo que se supone, en realidad no advierte cambio ni transformación. Esculpe estatuas estáticas y estupefactas sobre cómo deben ser las cosas, los pensamientos, las reacciones, las costumbres. Los opuestos irreductibles no iluminan el sendero inesperado. Hasta aburridos pueden ser pues.
- La doctrina del todo o la nada achata el pensamiento; le quita los posibles escollos para limarlo todo dejándolo plano. Se vuelven inapropiados los terrenos con desnivel y las carreteras inexactas para llegar a estos lugares. El extravío no tiene sentido, los vericuetos se tornan absurdos y la ambigüedad se devalúa. Este tipo de escenarios solamente dan licencia para ir o venir. El suspenso, el limbo, la pausa y el recorrido sinuoso salen sobrando.
- Ese trajinar sin sobresalto alguno es tierra estéril para el descubrimiento o el hallazgo; ahí no se produce nada nuevo, original o distinto, porque la variedad, lo híbrido y el mestizaje no se celebra. En la estrategia de lo uno o lo otro solamente hay vencedores o vencidos; la competencia no se aplaude.
- Se reduce la variedad, la diversidad, la pluralidad y lo distinto. Resulta innecesario lo que no venga de parte de muchos, se pueda anunciar en masa o vender preetiquetado.
- Las consultas, del tema que sean, independientemente de la claridad, corrección u honestidad de la pregunta o de la intención de preguntar, son parte del juego y la estrategia del todo o la nada cuando su margen de respuesta es solamente sí o no. Maestras y maestros, especialistas en pedagogía y procesos de aprendizaje han estudiado incluso los exámenes así desarrollados sin darles demasiado crédito. Ese tipo de inquisiciones no dejan que se escuche a nadie más que a quien hace la pregunta. La conversación larga, la disertación precisa, el razonamiento adecuado, no se procesa frente a los exámenes o escenarios de respuesta cerrada.
@anterrazas