2 octubre,2021 10:44 am

El periodismo le enseñó a no confiar en los políticos, dice el fotógrafo Pedro Meyer

Con casi 86 años, quien documentó eventos históricos como el movimiento del 68 y el festival de Avándaro asegura en entrevista que no ha perdido la curiosidad hacia el mundo que lo rodea. Actualmente trabaja en una colección de más de 30 fotolibros que compilan buena parte de su obra

Ciudad de México, 2 de octubre de 2021. La primera fotografía que recuerda haber tomado es la de una borrega dando a luz en La Marquesa. Iba camino a un campamento de boy scouts para el que sus padres le habían regalado una “camarita”. En aquel despoblado terreno, cerca de la carretera, Pedro Meyer, entonces un niño de 11 años, se detuvo a registrar el parto, con una curiosidad, asegura, que no lo ha abandonado.

“La fotografía para mí es la brillante oportunidad de no haber perdido la curiosidad con respecto al mundo que me rodea”, dice el fotógrafo en entrevista.

Meyer cumplirá 86 años el próximo 6 de octubre, e, irónico, comparte cómo planea celebrarlo: “Levantándome por la mañana para ver si todas las partes están completas”.

Nacido en Madrid en 1935, se asentó en México con sus padres, Ernesto Meyer y Liesel Richheimer, en 1939.

Llegaron desde Bruselas, a donde, en el 36, la familia había huido debido a la Guerra Civil española.

Allí, don Ernesto trabajó como comerciante, y fue la venta de productos belgas lo que lo traería a México; a él por delante.

Ya arraigado en el país, en 1958, fundó una fábrica de plásticos donde el joven Pedro trabajó antes de emprender su propio negocio: una empresa de lámparas llamada Rotaflex, la cual abandonaría para dedicarse de lleno a la fotografía, aunque con sacrificios a lo largo de su vida, que no han sido pocos.

“Si quería ser mínimamente consistente con mis inquietudes tenía que hacerlo. Y no me arrepiento de nada. Me permitió acercarme al mundo de manera orgánica”, asegura Meyer.

Su cámara ha sido su mejor pasaporte, la justificación para poder estar en todas partes. “Es el charolazo más eficaz del planeta”, bromea, aunque no tanto, como lo demostró en los terrenos del fotoperiodismo.

Durante la revolución sandinista, en los 70, fue el primero en captar los campamentos de la guerrilla, como también entrevistó en su casa al dictador Anastasio Somoza. Había ido a Nicaragua insatisfecho con la cobertura periodística del conflicto.

De allá trajo, por ejemplo, su reportaje Ernesto Cardenal comenta el Evangelio entre rifles M-1, que se publicó en el suplemento Sábado del Unomásuno el 4 de noviembre de 1978.

“Creo que no existe el fotógrafo que es neutro, químicamente puro; todo el mundo tiene sus preferencias y sensibilidades ante cualquier tema. La pretensión del periodismo de ser neutro es una manera de querer vender noticias dizque neutras que no lo son nunca”, considera.

Durante aquella cobertura en Nicaragua, Meyer se enfrentó a distintos miedos: a no entender, a confundirse, a ser timado y, por supuesto, al miedo físico.

Y como fotógrafo, ¿qué le enseñó la experiencia? “A no creer en los políticos, ni de izquierda ni de derecha”, ataja.

Pero no era ningún novato. Para entonces, ya había cubierto el movimiento estudiantil del 68, cuya tarde fatídica, la del 2 de octubre, hoy cumple 53 años. En la portada y páginas de La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, aparecen sus fotos, como también es suya la imagen de la portada de Los días y los años, de Luis González de Alba.

Además, fotografió el festival de Avándaro, celebrado apenas tres meses después de la masacre del Jueves de Corpus, en el 71.

Su amplia trayectoria puede consultarse en el Archivo Pedro Meyer, con una base de datos en línea que acumula 200 mil originales analógicos, entre negativos y transparencias, y el respaldo de 250 mil registros digitales.

Un acervo que incluye equipo fotográfico y tecnológico, impresiones, audios, videos, correspondencia, documentos académicos, administrativos y gráficos, además de 210 metros lineales de libros, catálogos y publicaciones seriadas.

Meyer trabaja actualmente en una colección de más de 30 fotolibros que compilan buena parte de su obra, y que culminará, de manera tentativa, en octubre de 2022.

Cada libro, dice, le parece una aventura. “No hay nada más tedioso y aburrido que enfrentarte a un libro autocomplaciente”. Y no pretende que ninguno sea una “enciclopedia de saber”, sino de compartir con los lectores.

Ahí están, bajo la mirada de distintos curadores, no sólo sus registros de Nicaragua, el 68, el Halconazo o Avándaro, sino sus series de Cuba y la Mixteca oaxaqueña, que realizó para National Geographic, entre muchas otras.

Dice fotografiar para recordar “todo el tiempo”.

Después de 70 años con la imagen, la sorpresa asociada a la fotografía no se agota. Surge cada vez que su mirada se cruza con las imágenes captadas a lo largo de su vida, y asoma esa misma curiosidad infantil de cuando se topó con la borrega que paría y disparó por primera vez.

“Lo padre de la fotografía es esa posibilidad de siempre estarte sorprendiendo”.

Texto: Erika P. Bucio / Agencia Reforma