5 enero,2022 5:17 am

Para salvar a Guerrero, el campo es primero

Arturo García Jiménez

 

No se trata de un mero slogan campesinista, todo lo contrario: es un verdadero clamor popular.

La estadística oficial ubica a Guerrero en el segundo lugar en pobreza. Pero lo que no registra de manera integral es que Guerrero es el estado más complicado del país: violencia generalizada, un nuevo arreglo de regiones en razón del control territorial de los grupos delincuenciales, desigualdad polarizada, corrupción desenfrenada sobre todo en los niveles municipales, gobernantes de bajo perfil y sin visión de Estado, pobreza extrema ampliada, presupuesto pírrico para el campo, políticas públicas que no apuntan soluciones, funcionarios fifís y burócratas. Todo ello, en el marco de una desaceleración económica generada por una pandemia que llegó para quedarse. Por ello Guerrero requiere de un gabinete con visión de Estado y con alta sensibilidad social. Ya no tanto que solo sean promotores de la 4T solo para adornarse, porque éste se construye y no se espera a que llegue.

En el campo habita el 42 por ciento de la población estatal; el 80 por ciento del territorio guerrerense se encuentra bajo la jurisdicción de los núcleos agrarios; y ahí se encuentra la mayor biodiversidad y recursos naturales (suelo, agua, bosque, fauna, minerales, materiales pétreos, etc.) que generan vida, economía y cultura a la entidad. Pero además es aquí donde se asienta la violencia generada por el control de recursos, siembra de enervantes, misma que repercute en las ciudades. Por ello se necesita de un presupuesto y líneas de inversión que siente las bases de la verdadera transformación del campo y los campesinos.

La sobrevivencia del campo ha dependido en las últimas décadas de tres flujos principales: las remesas, la venta de estupefacientes y los subsidios federales. El año pasado llegaron a Guerrero cerca de 40 mil millones de pesos de nuestros paisanos que lograron mantener a sus familias durante los tiempos fuertes de la pandemia. Los ingresos de la venta de la amapola que mantenían la economía de muchas regiones cayeron a menos de la cuarta parte de su valor histórico. Y los subsidios federales, que no han logrados impactar más que en complementar el consumo, sumaron en 2021 un monto global de 3 mil 859 MDP. Si estos flujos se cortaran, el campo simplemente agonizaría. Y con ello se complicaría la vida en las ciudades.

Ciertamente, muchos políticos y funcionarios presumen que Guerrero es el principal productor de mango y coco, aunque también predominan otros cultivos. El valor total de la producción de mango es de mil 526 MDP pero no consideran que el costo de producción es del 50 por ciento y, lo peor, que más del 70 por ciento de las huertas están rentadas y las utilidades son para las empresas foráneas que explotan de manera intensiva las plantaciones. Por ello es fundamental revisar la problemática de cada sistema producto y construir rutas para su desarrollo.

Para un adecuado desarrollo sustentable del campo se requiere de cuatro elementos básicos: Un gabinete con visión transformadora, organización cooperativa de los productores, políticas públicas asertivas, y un presupuesto acorde y participativo que vaya sentando las bases del desarrollo.

Hasta el último día de 2021, esperábamos que el gobierno del estado y el Congreso local comprendieran la importancia del campo y su actual realidad. Al no ser así, optaron por asignarle el pírrico 0.57 por ciento del presupuesto total estatal, haciendo oídos sordos a la propuesta de la Coordinadora de Comisariados, y al principio ético de nuestro Presidente de “primero los pobres”.

Pero lo hecho, hecho está y va dar pie a que los campesinos refuercen sus estructuras organizativas y tomen la iniciativa. Hay que agarrarle la palabra a la gobernadora cuando dice: “Vamos a seguir trabajando de la mano con organizaciones sociales, el próximo año vamos a hacer un ejercicio diferente de la elaboración del Presupuesto y lo vamos a hacer en conjunto con las organizaciones sociales”.

Guerrero, en los tiempos de la 4T requiere de innovar el arte de gobernar, mismo que en materia de presupuesto implica: Ser oportuno, participativo, suficiente, justo, estratégico, sustentable y transparente.

Algunas de las prioridades que deben considerarse son

–Habilitar la infraestructura productiva básica, tales como la rehabilitación de los distritos de riego y la apertura de nuevas unidades de riego en zonas de agricultura de temporal, caminos saca-cosecha y más acciones que impulsen la producción.

–Auspiciar la integración de cadenas productivas, la economía social y la organización cooperativa.

–Provocar sinergias entre programas afines, y la concurrencia de otros agentes económicos, el sistema de crédito y la aportación de los propios campesinos.

–Incorporar un sistema de acompañamiento técnico (no extensionismo) que sea integral, agroecológico y participativo. Y que promueva la organización cooperativa entre los productores.

–Fomentar la contraloría campesina al ejercicio de los programas públicos.

Es un desafío para los representantes campesinos de los núcleos agrarios y funcionarios honestos que estos componentes sean incluidos en el presupuesto rural, y que sean los ejes fundamentales de la reactivación y transformación del campo.

Seguir construyendo la Cuarta Transformación a ras de tierra con acciones-fuerza que permitan a funcionarios honestos y a los campesinos organizados, gobernar con el pueblo, desde el pueblo y para el pueblo, es la gran tarea en este 2022.

Porque para salvar a Guerrero, el campo es primero. La gobernanza campesina, apenas empieza…

 

* Asesor de la Coordinadora de Comisariados de Guerrero