11 febrero,2022 5:14 am

Margarita García Robayo: descubrir el mundo en el ombligo

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Adán Ramírez Serret

 

Los libros son pequeños universos a los que asomarnos. Normalmente los autores escogen escenarios, aventuras y personajes que nos envuelven, fascinan y cambian la vida. La vuelta al mundo en ochenta días, El conde de Montecristo o David Copperfield son algunos ejemplos de ello. Mundos, vidas y seres únicos.

¿Pero qué pasa cuando el centro de una historia no es otro que el autor escribiendo y viviendo aquello que nos narra?

A mediados del siglo pasado, a un novelista francés y a un periodista estadunidense, se les ocurrió la idea de, al primero, una novela en la cual el centro de la narración no fuera otro que el autor mismo, a lo que llamó autoficción; y al periodista, que el reportaje se tratara sobre todo de quien escribe. Esto se llamó Nuevo Periodismo y luego Gonzo. Novelas y crónicas, en pocas palabras, que sólo se trataran sobre la escritura, sus problemas y los sentimientos y pensamientos que la redacción ocasiona.

Margarita García Robayo (Cartagena, 1980) escribe con el impulso de estas dos ramas el libro Primera persona. Una especie de novela de formación-crónica en donde a la vez que cuenta su vida se observa y autoanaliza.

El texto que abre el libro es El mar, ahí cuenta que nació en el mar, pero que por alguna razón desconocida lo odia. Desde esta primera crónica-relato se nota la ascendencia de la autoficcion y el Gonzo, pues de manera un tanto obsesiva intenta inquirir en aquellas razones por las cuales odia el lugar en donde nació del cual huyó en cuanto pudo. Se relaciona con el Gonzo no sólo por hacer de sí misma el centro del relato, sino también porque es provocadora cuando habla de su lugar de origen y sarcástica cuando habla de sus padres. Esto es particularmente interesante porque por lo general en Latinoamérica nuestro lugar de origen o nuestra ascendencia, pueden ser terribles, horribles y marginados, pero siempre bellos y únicos a pesar de todo.

De manera continua con este tono provocador y parricida, el siguiente e irónico texto, Matar al padre, en el cual confiesa que tiene una relación terrible con su padre, y que por esto o a pesar de ello, de joven siempre le gustaron los hombres mayores. Cuenta en un tono entre la confesión, la burla y la autocrítica las relaciones que tuvo con hombres mayores. Es divertido, es triste y es erótico.

La siguiente crónica es Rapto de locura, en donde habla de su madre. Si cuando habla de su padre es provocadora, aquí es despiadada, pues habla de la relación madre-hija de una forma desparpajada, y más, me parece, siendo latinoamericana, en donde la imagen materna significa la vida misma. Allí cuenta la relación con su madre, los raptos precisamente que la arrebatan y la necesidad de estar lejos de ella. Esto en verdad me parece en verdad original. Cuando habla de sus padres comienza planteando un problema y lo usual sería la resolución de esta diferencia con un final feliz; sin embargo, la narradora prefiere dejar todo abierto, los cabos sueltos como actitud ante la vida en donde no hay ciclos, tan sólo distancias saludables.

También toca un tema ahora de moda como la maternidad en el ensayo-crónica Leche. La narradora habla de los días mientras lactaba y tenía problemas para alimentar a su hijo. Se adentra en el mundo de las madres con problemas para amamantar a sus hijos, de clase media, naturalmente, con la ironía acostumbrada Robayo.

Pero no es cualquier clase de análisis, se adentra en la confesión, en la autocrítica, en la ironía trágica de ser esnob. En ese acto narcisista de observarse a sí misma antes que a nadie que transforma en una reflexión que al observarse, puede ver el mundo allá afuera con una claridad deslumbrante.

Margarita García Robayo observa que hablar de sí misma, observarse el ombligo como dicen los detractores de esta literatura, es un ejercicio de autocrítica divertido, que provoca al mundo y lo devela, lo expone, con la claridad de quien se observa el ombligo, se mira en el espejo y sonríe con sarcasmo.

Margarita García Robayo, Primera persona, Ciudad de México, Antílope, 2021. 166 páginas.