10 junio,2023 10:54 am

Analiza la escritora Brenda Ríos a través del ensayo la figura del macho en el boom latinoamericano

La acapulqueña mezcla en su nuevo libro Hombres de verdad la reflexión sobre la realidad de las escritoras, el machismo desde las editoriales y sus experiencias personales

Acapulco, Guerrero, 10 de junio de 2023. A veces, lo que empieza como una cosa, acaba siendo otra. Esto es muy frecuente en el ensayo, género que la escritora Brenda Ríos ha desarrollado durante años, a la par de su trabajo poético. En entrevista con El Sur, la acapulqueña habla sobre su nuevo libro, Hombres de verdad, un ensayo dividido en dos partes: ensayo literario y ensayo personal/autobiográfico, que fue editado en 2022 por Turner y distribuido en todo el país por la editorial Océano, que también se consigue por internet en Amazon.

–De qué se trata Hombres de verdad.

–Es un proyecto que tenía como idea analizar la figura del macho en el boom latinoamericano. Luego esa idea se transformó en algo más: ser un hombre o qué se necesita para serlo se volvió una premisa más amplia. Hay autoras mujeres que no son del boom que también escriben sobre lo que es ser un hombre, qué debe hacer un hombre para serlo, etcétera. Y muchos hombres también escriben lo que es una mujer, como si fueran guetos. Ya me fui por ahí: el binomio de género, la construcción socioafectiva, cómo nos enseñan a relacionarnos unos con otras, etcétera.

–Cómo se construye la figura del macho en el boom latinoamericano?

–Un hombre que concentra todo en el poder político: tienes a los dictadores de las novelas clásicas del boom: El otoño del patriarca, Yo, el supremo, La fiesta del chivo aunque ésta sea posterior. Tienes al hombre que hace hijos por todos lados y no se hace responsable de ninguno y sólo defiende al violador y delincuente del que tiene orgullo: Pedro Páramo. Los escritores del boom aman el poder centrado en una sola figura, el estandarte de la autoridad.

–¿Ha afectado el desarrollo de las escritoras que la mayoría de las novelas “grandes” del boom hayan sido escritos por hombres? Pienso en Elena Garro o Clarice Lispector, cuyo trabajo no se subió a esa ola y tardó años en tener reconocimiento. ¿Hablaríamos de machismo en las editoriales?

–Claro. Un machismo desde lo institucional. Irónico si piensas que los cinco escritores del boom fueron creados por Carmen Balcells, pero claro, en ese momento, la creación de ese fenómeno de ventas era central: los hombres escribían de hombres; las mujeres escribían de un mundo que todavía no causaba interés. Clarice (Lispector) misma, como (Elena) Garro, estaban centradas en el misterio, en lo filosófico, en otro tipo de identidad que rebasaba lo latinoamericano.

El machismo estructural, organizado, vertical prevalece aún. A pesar de que veas mesas repletas de libros escritos por mujeres todos lo ven como “una racha”, una “moda”, una etapa que suponen se va a superar.

–Desde el análisis que haces en tu libro, cómo sería la construcción socioafectiva, cómo relacionarnos unos con otras.

–Nos enseñan desde pequeños la diferencia. Esa diferencia entre niños y niñas se vuelve una especie de franja enorme o herida, si quieres verlo así. No sabemos comunicarnos. Incluso el amor se entiende de manera diferente. Pienso en los lugares comunes de que todas las chicas se quieren casar y que los chicos sólo quieren sexo. A estas alturas del partido se cree eso. Como si el deseo sólo les perteneciera a los hombres. Los hombres no saben decir, pedir, nombrar el sentimiento por la represión natural en la casa o escuela. Y eso sigue vigente. Los clichés: que no lloran, que no comunican. Mientras las mujeres sólo hacemos eso: llorar y hablar. Hasta en el mismo acto de discutir hay diferencias: se cree que los hombres son fríos, que saben argumentar porque no se dejan llevar por la ira, y ellas sólo se dejan llevar. Va por ahí. Dice (Sándor) Márai que si nos enseñaran desde pequeños a relacionarnos unos con otras tendríamos relaciones más honestas, abiertas y claras.

–Consideras que la idea de que las mujeres sólo lloran y hablan ha permeado en el imaginario de los lectores respecto a que las mujeres sólo pueden o deben escribir sobre temas que tengan que ver con las emociones y sentimientos?

–Eso en la vida real. En la literatura no hacemos nada. Pienso en El almohadón de plumas de (Horacio) Quiroga, donde la joven esposa es delicada, blanca y marmórea. ¡Marmórea!, o sea fría y callada como una piedra. Como dice (Rosario) Castellanos en Mujer que sabe latín: así aman vernos: calladas y desnudas en el diván.

Hablo un poco de ese segundo boom, el llamado boom rosa o de literatura para mujeres, que todos desprecian. Déjame decirte que vendió como no tienes idea. Esas mujeres: (Ángeles) Mastreta, (Marcela) Serrano, (Sara) Sefchovich, (Guadalupe) Loaeza vendían muchísimo. ¿Pero de qué se va a hablar? Del mundo doméstico, del matrimonio. Es el poder que reconocen. El poder de las relaciones filiales.

Isabel Allende, esa excluída del boom, la meten ahí con su novela que es también política: La casa de los espíritus, y la confinan a temas de mujeres, como si eso fuera lo más fácil , lo más cómodo.

–Lo vemos en Como agua para chocolate, ¿no te parece? La historia de la chica que habla desde lo que conoce, que es la cocina. Otra vez el ámbito doméstico.

–Así es. Esa es la guerra que le toca a las mujeres, lo doméstico y las relaciones con hijos y suegros y maridos, sus historias heroicas, sus historias de poder, de territorio. Claro, ahora tienes un abanico de posibilidades que rebasan esto. Tienes a periodistas como Lydia Cacho o cronistas como Leila Guerriero, o la misma Mariana Enríquez en otro lado del mapa temático e intelectual.

–¿Cómo se puede salir de este gueto en el que se mete a las escritoras?

–Lo que veo es que mientras en un acto de justicia se comienzan a editar libros escritos por mujeres, la industria editorial se va de boca: habrá exceso de libros que no son literatura, que son más testimonio del cuidado y la maternidad, que cuentan la experiencia y volvemos a un punto de partida. Las mujeres habíamos salido a la calle, ahora nos regresan a la cocina y al cuarto del bebé. La maternidad como un ideal de nuevo. Así que diré que es como un juego de serpientes y escaleras: avanzas uno, bajas cinco. No hay modo de salir de los guetos porque convienen al mercado. Por eso los bestsellers siguen siendo bestsellers. Los libros de autoayuda son tan específicos y funcionan. La novela de misterio. Habría que ver cómo regresar a la literatura: trabajar el lenguaje, contar un problema, comenzar por ahí.

Texto: Carlos Rosas