3 noviembre,2023 4:52 am

Otis, trabajar a marchas forzadas

LA POLÍTICA ES ASÍ

Ángel Aguirre Rivero

El anuncio del presidente Andrés Manuel López Obrador por 61 mil millones para Acapulco, es sin duda una bocanada de oxígeno para nuestro querido puerto, especialmente para los que menos tienen.

Más allá de la discusión sobre si son suficientes estos recursos y acciones, lo relevante es que se apliquen y lleguen a la brevedad a los miles de damnificados, que viven momentos de indefensión y necesidad, no olvidemos eso. Sobre la marcha se pueden hacer una planeación para reconstruir a Acapulco.

Destacan entre otras acciones anunciadas por el gobierno federal:

-El no pago del servicio eléctrico hasta febrero del próximo año.

-La entrega de una despensa semanal de 24 productos a 250 mil familias acapulqueñas durante tres meses. Espero sean incluidos los municipios de Coyuca de Benítez y San Marcos y que la entrega de estos víveres se extienda tres meses más.

-Apoyo de 8 mil pesos para pintura y limpieza por familia por hogar, y hasta 60 mil para reconstruir su vivienda.

-Entrega de un paquete de enseres domésticos: cama, estufa, refrigerador y vajilla.

-20 mil créditos a la palabra.

-Exención de pago de impuestos hasta el 2024.

-10 mil millones de pesos para obras de drenaje, alumbrado y hospitales. Esperamos no hayan incluido el del ISSSTE.

-Contratación de 10 mil jóvenes en el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, para labores de limpieza y pintura con un salario mínimo.

-Apoyo por parte de la Secretaría de Hacienda para absorber la mitad del pago de los intereses, a quienes contraten créditos para restaurar hoteles y centros turísticos.

Todo esto está muy bien sin duda. ¿Pero qué va a pasar cuando estas acciones se terminen? Si sus fuentes de empleos están íntimamente vinculadas a la actividad turística.

Por ello me parece muy pero muy relevante presentar un plan para reconstruir la zona turística, esto es: hoteles, restaurantes, discotecas, centros de diversión, etcétera, que es de donde viven la mayor parte de los acapulqueños. Pero con una nueva visión, el huracan Otis nos dejó muchas enseñanzas, y una de ellas es construir o reconstruir con diseños o modelos para enfrentar este tipo de fenómenos meteorológicos.

Debiera de trabajarse con celeridad para elaborar los dictámenes necesarios, y conocer cómo fueron afectadas las estructuras de hoteles y demás centros turísticos (labor que podría desarrollar el gobierno en apoyo al sector turístico) para emprender de inmediato la reconstrucción o construcción de estos edificios, de acuerdo a su grado de afectación, como serán miles y miles de paisanos que quedarán sin empleo, las instituciones de gobierno y fundaciones deberán emprender de inmediato diversos cursos de capacitación en oficios que tendrán una alta demanda: pintores, plomeros, fontaneros, soldadores, carpinteros, electricistas, ebanistas… Sólo por mencionar algunos, en tanto vuelve a la normalidad nuestra actividad turistica.

Cuando fui gobernador, creamos el Icategro, que son centros de capacitación en diversos oficios y bien podría contribuir en esta tarea.

Otis avasalló nuestra flora en Acapulco, son miles de árboles los que devastó, por ello se impone solicitarle al gobierno federal el programa Sembrando Vida para el municipio, y que cada familia acapulqueña adopte un árbol acorde a nuestro clima y tradición. Mucho podemos hacer en esta gran tarea de reforestación.

Cuando le preguntaron al presidente AMLO en qué tiempo Acapulco volverá a la normalidad, dio dos tipos de respuestas: en una dijo que no habrá amarga Navidad y tal vez tenga razón, por los apoyos anunciados para las familias más desvalidas, pero eso durará muy poco.

La otra respuesta fue: –va a depender del tiempo que se lleve restaurar la hotelería.

Y tiene razón, hay que trabajar a marchas forzadas para que cuanto antes la zona turística vuelva a brillar, pero si queremos un nuevo Acapulco, hagamos las cosas diferente y empecemos por lo fundamental: desterremos la inseguridad pública, acabemos con la disputa de los cárteles de nuestro territorio guerrerense; denunciemos con valor a aquellos que se coluden con estos grupos delictivos, sin importar el futuro de nuestros hijos.

Me he mantenido prudente en estos días a pesar de que algunos medios nacionales y locales me han solicitado algunas entrevistas. He reservado mi opinión, porque no me corresponde a mí emitir un juicio sobre el desempeño ante la tragedia de las actuales autoridades.

Eso le corresponde al pueblo.

En todo caso como guerrerense bien nacido, ayudaré y apoyaré a través de mi fundación “Corazón de Ángel” y en todas las acciones que emprenda nuestra gobernadora Evelyn Salgado Pineda.

Son tiempos de unidad y no de buitres.

 

Del anecdotario

 

–¡Es Aguirre, es Aguirre! Eran las 12 de la noche o tal vez la 1 de la mañana, cuando yo llegaba a visitar los albergues en el huracán Paulina, los niños y adultos se acercaban a abrazarme, a conversar conmigo, a narrararme sus historias y de cómo lo habían perdido todo por ese maldito huracán que nos devastó.

Los niños con su inocencia a veces me decían: –oye Aguirre, ¿no nos trajiste dulces?

Y me gustaba que me dijeran Aguirre y no gobernador. Así que en lo sucesivo me llevaba mis bolsas de dulces para repartirles a los niños.

El 29 de diciembre de ese mismo año, a Acapulco lo teníamos nuevamente lleno. El cantante Emannuel, un hombre muy espiritual, presentaba su show, y me insistió que asistiera. Mi esposa Laura del Rocío y yo decidimos ir un rato después de tanta actividad. Le pedí a Alejandro Cervantes Rocha, quien era nuestro representante en Acapulco, que buscara una mesa muy discreta para que no se percibiera mi presencia.

A la mitad del recital dijo Emannuel: –quiero saludar a un hombre que se ha fajado los pantalones para que nuestro amado Acapulco vuelva a brillar. Saludo al gobernador de Guerrero, licenciado Ángel Aguirre Rivero… Y los reflectores se enfocaron hacia mi mesa, con cierta preocupación me puse de pie, pues no sabes cómo va reaccionar un público que en su gran mayoría no eran guerrerenses.

Para mi buena fortuna recibí un fuerte aplauso, ni una mentada de madre y ni un chiflido.

Unas lágrimas brotaron de mis ojos, abracé a mi mujer y le dije: –vámonos mi amor, ha valido la pena.

Esa misma noche le pedí Alejandro mandara a traer de Taxco una barquito de plata que yo había visto y me gustaba mucho. Y al siguiente día se lo envié como regalo a Emannuel.

–Alex, comunícame con Emannuel.

Eran como las 12 o 1 de la tarde.

–¿Hola cómo estás estimado Emannuel?

–Hola gobernador, que gusto saludarlo.

–¿Dónde andas? Le dije.

–En la playa.

–Te mande un pequeño presente…

–No se hubiera molestado, está hermoso.

–Es un barquito de Taxco.

–¿Sabes por qué te lo mandé?

–¿Por qué gobernador?

–Para que te quedes anclado en Acapulco.

–Qué detalle querido amigo gobernador… Dios lo bendiga.

–Lo que tú no sabes es que yo he sido tu fan desde estudiante le dije.

–¿Y cuál es su canción preferida?, me preguntó.

Con olor a hierba, (le dije) con esa cualquier mujer se enamora y reímos. Quedamos de comer y de broma le dije: –Sólo no me vayas a cantar Todo se Derrumbó dentro de mí, a propósito de Paulina.

Ojalá lo inviten a dar un concierto en beneficio de los afectados por Otis, estoy seguro que lo haría, pues le tiene un amor muy especial a Acapulco.

La vida es así…