3 agosto,2024 5:51 am

Desconexión como práctica urgente

AMERIZAJE

 

 

Ana Cecilia Terrazas

 

Una persona cualquiera, conectada, en cualquier momento se siente obligada a atender, a través de su teléfono, computadora, tableta u otros aparatos con internet, la conversación con el mundo entero o con ciertas personas en lo particular.

Lo anterior no es un decir nada más, es una lamentable realidad. Papás, primos, tíos, conocidos, amistades cercanas, profesionales que están al habla, familiares cercanos, hijos y todos los grupos a los que pertenecemos en algunas redes sociodigitales; por ejemplo, los de la universidad, ex escuelas, gremiales y hasta los primos segundos… enviamos mensajes.

A lo anterior, hay que agregar la información general; esto es, las noticias locales e internacionales, las ocurrencias de coyuntura, los lindos mensajes y memes, las creaciones y publicidades disfrazadas, el todo que abarca a las comunidades segmentadas a las que dirige su negocio internet vía los buscadores que nosotros nutrimos. Ninguna plataforma, esto quizá ya lo sabe toda la gente, es inocua: Facebook, Whatsapp, Instagram, Tik Tok, Google, ChatGPT, X, nadie se salva de ser algoritmeado con alta precisión.

Vía internet, estamos detectados por empresas y marcas porque gratuitamente decimos quiénes somos o quiénes queremos ser; aseguramos qué nos gusta, qué nos desagrada, a qué aspiramos. Toda nuestra información puntual, hasta en detalle a veces, la colocamos a disposición de quien quiera comerciar con ella. Esto solemos hacer cuando reportamos al universo, por ejemplo, vía Facebook, que viajamos o que estamos en tal o cual lugar y nos gusta x o y comida.

La cantidad de información y bombardeo a través de nuestras pantallas es demasiada, nos pasamos, ya es inmanejable. El día no alcanza para responder y dar seguimiento y la concentración aún menos. Las mentes que tienen problemas respecto del umbral de atención que manejan, armadas de un teléfono inteligente con plataformas activas, se pueden perder definitivamente y nunca más poderse concentrar.

De manera sencilla, con mucha mayor precisión técnica, el politólogo, periodista y docente Mario Campos lanzó hace unos meses, con el sello de Aguilar, su texto Batalla por la atención. Cómo dejar de perderse entre pantallas y redes sociales. Después de algunas semanas de estar agotado, el libro puede volver a conseguirse. La gente responde bien porque la amenaza se siente, se intuye, se conoce y no necesariamente hacemos algo para detenerla y, como dice el autor en la conclusión, “recuperar el control sobre nuestra atención es uno de los desafíos más grandes de nuestro tiempo”.

El libro recorre la problemática, los porqués, los cómos, estrategias para poner un freno a las plataformas en nuestra vida y recuperar la atención. También desglosa propuestas generales para que haya una incidencia social-cultural, global en este tema. Es una publicación muy valiosa porque todos nos sentimos y sabemos atados, adictos, pero difícilmente se nos dice explícitamente cuán tóxico puede ser la imposibilidad de recuperar el modo de vivir desconectados.

El valor de estar desinformado, en pausa, desintoxicado, ha sido arduamente explorado en años recientes por académicos que se han adentrado en el mundo de la conciencia plena o el mindfulness.

De acuerdo con el Programa de Embajadores de Mindfulness (PEM) de la UNAM*, “surge cada vez más evidencia científica que indica que la práctica regular de la atención plena o mindfulness tiene numerosos beneficios psicológicos, terapéuticos y de salud; y como resultado su entrenamiento se ha extendido recientemente al campo de la educación. Las reciente investigaciones basan la eficacia de mindfulness en el principio de neuroplasticidad, lo que significa que el cerebro cambia continuamente modificándose con las experiencias a las que es expuesto y a través de actividades o entrenamientos repetitivos; lo que significa que se pueden adquirir nuevas habilidades y transformar nuestros comportamientos a lo largo de la vida”.

La propuesta concreta para este agosto 2024 y para el resto de nuestras vidas es tomar unas vacaciones de las pantallas, redes sociales, plataformas y del mundo digital, por difícil que parezca.

Pausar, ver la nada, practicar el ocio, disfrutar los sonidos naturales y los paisajes audiovisuales que se puedan ver a simple vista, con nuestros ojos y oídos. En una de esas, esa dieta nos arroja a escuchar de cuerpo entero a otra persona, a estar realmente con ella, acompañarla, disfrutarla.

 

@anterrazas

*https://ec.filos.unam.mx/programa-embajadores-de-mindfulness-desarrollo-de-habilidades-socioemocionales/