5 agosto,2024 5:37 am

Mejor que se quede

 

Silvestre Pacheco León

 

Cuando faltan escasos dos meses para el relevo constitucional en la Presidencia de la República y mientras continúa su gira de despedida entregando obras inimaginables para el bienestar popular, continúa el debate acerca del futuro del líder de la 4T.

–¿Aceptamos que se vaya?

–¿Lo convencemos de que se quede?

Quienes apoyan o justifican su decisión de retirarse definitivamente de la política piensan en el derecho que tiene Andrés Manuel López Obrador de descansar de la estresante vida militante a la que dedicó medio siglo, para dedicarse al descanso merecido en su refugio de Palenque, rodeado de naturaleza, donde podrá dedicarle tiempo al ocio, pero también al estudio y la investigación, tareas intelectuales que seguramente le proporcionarán paz y tranquilidad, salud física y mental  y, como define el ex presidente uruguayo Pepe Mojica al método para ser feliz, haciendo lo que a uno le gusta y le da placer.

Sin duda un ejemplo de desprendimiento o desapego del poder, difícil de llevarlo a la práctica por los miembros de la clase política de hoy en día, pero esa es la  congruencia de la que parece estar hecho el líder tabasqueño demócrata de “nación”, como dicen los costeños, quizá como medida para taparles definitivamente la boca a sus detractores que lo imaginan gobernando tras bambalinas.

No en vano se ha manifestado como seguidor de León Tolstoi, el noble escritor ruso que después de alcanzar la fama como autor de las encumbradas novelas de  Guerra y Paz y Ana Karenina, al final de sus días se desprendió hasta de su familia, convencido de que el amor es un estadio superior al que cada quien puede llegar de manera individual, entregado a hacer el bien al prójimo, poniéndose siempre al lado del débil.

Pero frente a esa postura hay otra que sostiene que un político de sus dimensiones no tiene derecho al descanso, que debe seguir entregado a la causa, vigilante como figura decisiva para que la 4T mantenga su rumbo y vigencia. Sostienen que es su obligación aportar todo el bagaje intelectual y estratega que acumuló en la  oposición y luego como gobernante extraordinario para que el movimiento transformador siga su curso sin desviaciones hasta consolidar a nuestro país como la potencia mundial que emerge.

Se entiende que quienes sostienen esta postura lo hacen desprendidos de toda influencia machista frente a la madurez y suficiencia de Claudia Sheinbaum, pues la propia  presidenta electa, consciente de lo que representa López Obrador como un activo del movimiento, ha hecho pública su propuesta de encontrarle un lugar adecuado en su gobierno que le permita estar pendiente de la vida nacional para dar una opinión o un consejo.

Ha hablado incluso de la experiencia del ex presidente Lázaro Cárdenas quien después de entregar aceptó hacerse cargo de la vocalía de la Comisión del Tepalcatepec durante el gobierno de Adolfo López Mateos y después de la Comisión del Río Balsas, sin dejar de participar en la vida pública como miembro del Movimiento de Liberación Nacional junto con líderes como el ingeniero Heberto Castillo, Rubén Jaramillo, Heriberto Jara y el intelectual Pablo González Casanova.

Hasta su muerte el general Lázaro Cárdenas fue un personaje respetuoso del gobierno en turno y sus decisiones y sin embargo tenía su propia agenda, ejerciendo sin restricciones su derecho a la libre expresión, sobre todo en el terreno internacional, de apoyo a los perseguidos y a la libre determinación de los pueblos. Recordemos que él ayudó a recibir al perseguido León Trotski y estuvo a favor de la revolución cubana, siendo defensor a ultranza de los jóvenes que participaron en el movimiento estudiantil de 1968,  ubicado ideológicamente a la izquierda hasta su muerte.

Recordemos que el general Cárdenas aceptó esos cargos públicos para darle continuidad a su política de mantenerse cercano a la gente con su enorme visión de desarrollo del país, por eso los pueblos de esta región del país le guardan respeto y cariño, tareas con las cuales  también Andrés Manuel aprendió a relacionarse con los chontales de su natal Tabasco, y aunque su respuesta frente a Claudia ha sido negativa, el presidente ha dejado entrever su disposición de atender su llamado cuando se le requiera.

Pero aunque su decisión ya está tomada y se entiende que la ha madurado en el transcurso de muchos años, hay razones de peso para que deje de pensar en el ostracismo voluntario, por muy valiosa que sea la investigación que se propone sobre la influencia del México prehispánico en la cultura actual.

Quizá el presidente deba repensar su papel y el peso que tiene en el ánimo nacional y no dejar que sea la espontaneidad popular la que a la hora de la despedida le quiera imponer un papel distinto a lo que ya decidió, pues aún está por verse el nivel que puede alcanzar en  popularidad cuando el plan C de la reforma al Poder Judicial está en marcha junto con la inauguración de la obra pública que su gobierno ha sembrado por todo el país con una inversión de recursos apenas imaginada.

Y es que después de haber puesto en su lugar a la oposición política partidista, reducida a su mínima expresión, el presidente aún nos está instruyendo sobre la dimensión que tenían los poderes fácticos adueñados del poder, del presupuesto y de los recursos naturales que explotaban de manera inmisericorde apoyados por una red de intelectuales cuyo carisma hacía creer a la gente que hablaban con la verdad, que eran objetivos, expuestos ahora como verdaderos bufones, aduladores, venales y prevaricadores, exhibidos con sus obscenos sueldos y modos de vida envueltos en la corrupción.

Pero sin duda nos conviene creer en su afirmación de que para no equivocarse hay que preguntar porque al final de cuentas la verdad también es algo relativo, una relación dialéctica que no vale para siempre pero que se construye entre todos, unos a favor y otros en contra.

Lo cierto es que en México ahora tenemos obra pública para el bienestar de todos y sin deuda, desde los caminos artesanales para comunicar a los pueblos hasta los grandes hospitales para la atención de la salud.

Somos una potencia mundial, una de las economías más importantes de acuerdo con el propio Fondo Monetario Internacional que nos ubicó el año pasado en el treceavo lugar. Somos más soberanos e independientes, más autosuficientes en energía eléctrica, en producción de combustible, ahora con la refinería Olmeca y sus 270 mil barriles diarios de gasolina con lo que casi somos autosuficientes. Tenemos menos corrupción y más presupuesto que rinde para atender todas las necesidades del país. Nuevos y modernos aeropuertos como el Felipe Ángeles en el Estado de México y el Felipe Carrillo Puerto de Tulum,  dos ferrocarriles, el Maya y el Interoceánico que cambiarán en poco tiempo la faz del sureste. Hay menos inseguridad aunque la violencia no se acaba (hay que ver la serie de El Chapo en la que se retrata el papel de Genaro García Luna, la guerra de Felipe Calderón y la infiltración del narcotráfico).

Pero independientemente del debate sobre su futuro, Andrés Manuel entregará buenas cuentas, dejará el gobierno y un pueblo empoderado y agradecido, con más salud y bienestar. Mejor que se quede.