10 agosto,2024 6:00 am

La captura de El Mayo y el doble fracaso de una victoria

DE NORTE A SUR

 


Silber Meza

 

El gobierno de Estados Unidos ha vitoreado la captura de Ismael Zambada García, alias El Mayo, como uno de sus grandes triunfos. Las sonrisas corren diariamente y las declaraciones de triunfo se leen en casi todos los diarios. Y, claro, tiene lógica el festejo: detienen al último gran capo de la droga mexicano, una persona que tiene vasta información de los grupos criminales y la narcopolítica; un criminal que conoce perfectamente el sistema de lavado de dinero en el mundo, además de tener identificada toda la corrupción de las autoridades estadunidenses, clave para que la distribución de drogas se logre entre sus ciudadanos.

Pero esta celebración espectacular puede convertirse en un triunfo pírrico.

Lo primero que hay que recordar es lo que El Mayo Zambada le dijo a don Julio Scherer García, entonces director del semanario Proceso, cuando lo entrevistó en 2010: “Si me atrapan o me matan… nada cambia”. Es una declaración demoledora para los intentos de las autoridades, y aunque ese comentario parecería que buscaba neutralizar su captura, detrás de esas ocho palabras hay suficiente verdad.

La detención de El Mayo nos recuerda que no fue detenido durante 40 años y hasta ahora se concretó; que en este tiempo tejió una enorme red de lavado de dinero que ninguno de los dos países, ni México ni Estados unidos, ha podido, siquiera, identificar en realidad; que aseguran al capo sinaloense en sus últimos años de vida, sin que él esté al mando operativo de su facción, con una enfermedad avanzada; que tres de sus hijos ya negociaron con Estados Unidos y el otro, Ismael Zambada Sicairos, alias El Mayito Flaco, es quien opera el imperio de drogas transnacional, y lo seguirá haciendo hasta que sea detenido y extraditado.

¿En verdad hay tanto qué festejar en esto?

Cada día se hacecc más evidente que la llamada “guerra contra las drogas” es un fracaso. Y hay dos elementos clave de esto que se observan a simple vista en el país del norte: los estados avanzan en la legalización y regulación de la mariguana, y la crisis de fentanilo y drogas sintéticas deja cada vez más muertos en Estados Unidos, decenas de miles al año. Por más millones de dólares, listas y presiones del gobierno de EU, las drogas ilegales cada vez causan más daños; por más capturas de capos que se logran, debajo de ellos surgen más cabecillas, más violentos y con más recursos económicos. Capturan a El Mayo y se queda El Mayito Flaco; capturan a El Chapo y se afianzan Los Chapitos, y así…

Esto no es ir ganando una “guerra”.

En México, los fracasos no son menores. El Mayo Zambada operó cuatro décadas sin ser detenido. Y no fue porque no supieran dónde estaba sino por su enorme red de corrupción tendida entre políticos locales, estatales y federales; entre generales del Ejército, los grandes jefes de la Marina y, por supuesto, entre integrantes del Poder Judicial y fiscalías del país.

La palabra miedo puede que signifique poco comparado con lo que sienten cientos de políticos y autoridades que ayudaron a El Mayo durante tantos años a construir su poderío, ahora que enfrentará un juicio en Estados Unidos.

La forma de asirse de este criminal es un fracaso de las autoridades mexicanas, una derrota penosa del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, que ha mantenido una exigencia de respeto a la soberanía mexicana. La operación se realizó sin informar absolutamente nada al gobierno nacional, y tras dos semanas de lo sucedido, éste ni siquiera ha recibido un informe oficial con los datos básicos de lo sucedido.

La razón real, no la diplomática, es obvia: no le tienen confianza al gobierno de López Obrador, tanto por su política de “abrazos no balazos”, como por su constante alejamiento del trabajo coordinado con las agencias de inteligencia y seguridad estadunidenses.

Pero este desaire de Estados Unidos puede salirle más caro a ellos que al propio gobierno mexicano.

El Mayo es, sin duda, un capo de enorme valía: es una enciclopedia viviente del crimen organizado en México y en el mundo; es un archivero de la narcopolítica y corrupción; es un conocedor de los modelos sofisticados de lavado de activos y, si decide “cantar” podría poner en jaque a expresidentes, si es que hasta allá llegó su capacidad corruptora. Pero es, también, un narco en sus últimos años y nada garantiza que vaya a ceder todo ese oro informativo que anhela Estados Unidos. El Chapo no lo hizo.

Otro escenario posible es una fractura mayor en la cooperación con las autoridades mexicanas. Y eso, a mediano plazo, les puede resultar muy costoso a nuestro vecino del norte.