14 septiembre,2024 10:03 am

Repasan la vida de la escritora polaca Anna Swirszczynska y su visión de la Segunda Guerra Mundial

 

Monterrey, Nuevo León, 14 de septiembre de 2024. El Levantamiento de Varsovia contra el ejército nazi, que años antes había invadido Polonia para desatar la Segunda Guerra Mundial, fue brutalmente reprimido. Iniciado el 1 de agosto de 1944, hace 80 años, aquel movimiento terminaría con un panorama desolador apenas dos meses después.

Se ha escrito y documentado mucho sobre este particular, pero la poesía, la gran poesía de Anna Swirszczynska (Varsovia, 7 de febrero de 1909-Cracovia, 30 de septiembre de 1984) ha dado una visión desgarradora de aquel sangriento combate, un gesto de sufrida humanidad que aún estremece.

En un apunte muy breve podemos decir que la poeta nació y creció en Varsovia. Dentro de una familia con carencias, pero sensible artísticamente (su padre era pintor), ella tuvo que trabajar desde muy joven para solventarse los estudios universitarios y especializarse en literatura polaca del medievo.

Marcada por las dos grandes guerras de principios del siglo 20, sus vicisitudes de niña y su participación ya activa de joven como enfermera le abrirían a su vocación poética una puerta que, muchos años más tarde, en 1974, se manifestaría en las páginas de su libro “Budowalam barykade” (“Construyendo la barricada”).

Un parte de guerra

El gran mérito de este libro es hacer, en estampas poéticas estremecedoras, una relación sensible de los hechos; da cuenta de la fragilidad y el sufrimiento humano, además que lo hace en distintos registros, a veces contradictorios, y con personajes de todas las edades. La guerra no tiene distinciones de ningún tipo.

Como se comentaba líneas arriba, este libro se publicó originalmente hace ya 50 años y ahora, después de tanto tiempo, tenemos la oportunidad de leerlo íntegramente en una editorial mexicana: “Construyendo la barricada y otros poemas” (Medusa Editores, 2021).

En alrededor de 100 poemas, ese parte de guerra da cuenta no sólo de los horrores de la misma, sino algo mucho más tremendo: la condición humana puesta a prueba en esas situaciones tan desesperantes, sobre todo si se está en el bando de los acorralados, los que resisten y sufren hasta lo imposible.

Dividido en tres apartados, y aunque no se dice explícitamente, cada uno de estos refiere al inicio de la batalla, los estragos que lleva consigo el combate y finalmente el claro sentimiento de vergüenza, la sumisión al enemigo ante la devastadora derrota.

Primera parte: El inicio de la batalla

En un estado de guerra, la toma de decisiones, tanto en el ámbito militar como personal, es una constante, y toda decisión tiene sus consecuencias. Comparto dos poemas donde los personajes se contrastan: está el hombre que pretende aprovechar la situación para intereses mezquinos, y por otro, un muchacho que lo deja todo para incorporarse a la batalla:

SE OLVIDÓ DE SU MADRE

Estaba muriendo en el sótano,

sobre sacos de carbón,

suplicando por agua,

llorando por su hijo,

pero no había nadie ahí.

 

El hijo se olvidó de su madre,

el hijo estaba limpiando su rifle.

Contaba las balas

antes de entrar en batalla.

Ahora esta imagen típica cuando todo es caos y confusión, la rapiña, el robo descarado ante sus mismos compatriotas, sin embargo

Una bomba hace volar la puerta

de una tienda de pieles.

 

Un hombre corre y entra,

toma una brazada de ellas,

forcejea, corre hacia los portones.

 

En el umbral otra bomba

hace volar a un hombre.

 

Segunda parte: Los estragos que va dejando la guerra

Conforme pasan los días y se recrudece el combate, no sólo la esperanza inicial flaquea, igual empiezan a deteriorarse los servicios más básicos y hay una escasez de alimentos, medicinas. La poeta da parte de todo esto:

Trabajé como enfermera en el hospital,

sin medicinas ni agua.

Llevaba las bacinillas

llenas de pus, sangre y heces.

 

Cuando el mundo estaba muriendo

yo no era sino un par de manos, llevando

a los heridos una bacinilla.

Igual se deja en claro en todos estos poemas que la población más vulnerable (los niños) sufren las consecuencias más angustiantes ante la cruda realidad:

 

VIVE UNA HORA MÁS

El bebé tiene dos meses.

El doctor dice:

sin leche, el niño morirá.

 

La madre vaga todo el día por entre los campos

en la otra orilla de la ciudad.

En Czerniakóv

un panadero tiene una vaca.

La madre se arrastra sobre su estómago

entre escombros, lodo, cadáveres.

 

Regresa con tres cucharadas de leche.

El niño vive

una hora más.

Ante escenarios tan dolorosos como los ya citados surgen también versos donde la ironía aparece como un remanso (más bien una mueca) en medio de tanta mortandad.

Por ejemplo, la figura del borracho que sale de la barricada vociferando el himno nacional y es acribillado en su propia locura bajo el fuego enemigo. Claro, sus compañeros llevan el cadáver ante la madre y le dicen: “Murió como un héroe”.

Igual entre todos estos poemas vamos a encontrar versos que dejan en evidencia situaciones tan contrastantes como el arrojo y la cobardía, la paciencia y la desesperación, la fidelidad y la traición, el amor, los grandes amores y los que apenas se sugieren en una noche furtiva:

Una mujer le dijo a su vecino:

“Desde la muerte de mi esposo no puedo dormir,

cuando disparan me pongo las mantas sobre la cabeza

y toda la noche tiemblo debajo de la manta.

Me volveré loca si me quedo sola esta noche,

Tengo los cigarrillos de mi marido, señor,

venga conmigo esta noche.”

Tercera parte: La derrota

Titular a este apunte como un parte de guerra tiene sentido no sólo en su definición de comunicar y compartir sobre esto o aquello, que de hecho se hace tan puntual como emotivamente, sino que igual concierne a la idea de referir el suceso en fragmentos, en este caso en poemas, historias que en apariencia no tienen nada en común, pero que sabemos que conforman el parte de un todo, y ese todo es la resistencia polaca al ejército nazi.

Visto así, esta guerra, sin distinguir edades, oficios o una posición social, se manifiesta con espanto, sufrimiento, muerte. En una guerra hasta las referencias honorables o los objetos de valor se vuelven nada:

LA ESPOSA DE UN ABOGADO

Por cinco semanas yace en el sótano

con la cabeza hundida entre los edredones

sobre un montón de carbón.

Tiene miedo a salir al patio

tiembla y reza a causa de las bombas.

Contra su pecho, marcado por los piojos,

aprieta

un reloj de oro.

 

Cuando todo terminó

alguien echó un ojo al sótano.

Ya no temblaba

no había edredones

ni reloj de oro.

Había sido abandonada

hasta por los piojos.

El poema anterior refiere a situaciones donde la persona se encierra en sí misma y busca un refugio imposible; en otras, la imagen es de una mujer que ha optado por participar activamente y en forma solidaria, pero ya se verá que también ese arrojo ha sido inútil:

Caminaron por las alcantarillas

ella lo cargó sobre su espalda

hundida hasta el pecho en la pestilencia de las heces

en la oscuridad, sin aire

tropezó con los cadáveres

de aquellos que se habían ahogado

se aferró a los resbaladizos muros

infestados de ratas

dijo: Teniente

señor, aférrese a mi cuello

no falta mucho.

 

Perdidos caminaron por las alcantarillas

ella lo cargó sobre su espalda

por diez horas.

 

Cuando por fin salió a la calle

bajo el cielo de una noche clara

las enfermeras dijeron:

has traído un cadáver.

Es obvio que las impresiones de estas estampas tocan principalmente la condición más humana, las intimidades de los individuos, sin embargo, hay algunos versos que se detienen en considerar que la guerra igual mata la belleza del arte, entonces se relata la destrucción de un museo o el encanto sublime de un cuadro que también queda en el desamparo:

Una gran pintura estaba muriendo en el lodo

acribillada de balas,

pisoteada por las botas de la gente

que corría bajo fuego,

dos botas se detuvieron,

dos manos la tomaron,

la cargaron bajo fuego

hasta que la dejaron caer de vuelta al lodo,

sangre corriendo por la pintura,

un cuerpo cayendo,

la pintura murió

un poco después.

En la contraportada del libro se apuntan puntos clave para invitar a la lectura, por ejemplo: “Anna Swirszczynska aborda de manera desgarradora los temas de la guerra, la pobreza, la muerte, a la vez que los del amor, la sensualidad, la ternura y la alegría”.

“Su amplio registro es capaz de conmover intensamente de diversas maneras…” y “Uno de los libros de poesía más impactantes e importantes del siglo 20”..

Creo que muchos podrían cuestionar o sonreír escépticos sobre esta última aseveración, sin embargo, después de la lectura de “Construyendo la barricada” no me parece una apuesta tan ligera o simple, por eso insisto en abrir la invitación a leerlo y rebatirlo.

Estoy seguro de que más de un poema podrá decirse, sencillamente y sin pretensiones, memorable. Quiero decir que puede acompañarnos en esas otras batallas y guerras que cada uno lleva en su intimidad.

Para ir cerrando esta reseña transcribo dos poemas (ya casi al final del libro) que reflejan lo amargo de la derrota. La poeta lo hace visible desde varias perspectivas, pero estas dos revelan que en el infortunio todos caben: la desolación del niño, el desamparo del viejo.

NO TENÍA ABRIGO

Los soldados marchaban rumbo a su cautiverio,

la gente miraba en silencio,

la gente permaneció en silencio

en ambos lados de la calle.

 

El soldado más joven no tenía un abrigo,

una mujer corrió hacia él con uno,

un gendarme le bloqueó el paso,

ella corrió, llorando.

 

La gente miró en silencio,

los soldados marchaban a su encierro,

el más joven de ellos tenía diez años.

 

TUVO SUERTE

Un viejo

sale de la casa, cargando libros.

Un soldado alemán toma los libros

y los arroja al lodo.

 

El viejo los recoge,

el soldado lo golpea en la cara.

El viejo

yace en el lodo y la sangre.

Siente, debajo de él,

los libros.

Me atrevería a decir que “Construyendo la barricada” es uno de esos libros que, dada su sencillez de estilo y su vocación de contarnos algo, puede ser leído (con aprobación) incluso por lectores que no están habituados a la poesía.

Ya son 80 años del Levantamiento de Varsovia.

Ya son 50 años de la publicación original de este libro.

Igual el 30 de septiembre próximo se cumplen 40 años de la muerte de Anna Swirszczynska.

No son pocas las coincidencias, pero sobre todo no fueron pocos los motivos de asombro que me llevan a reiterar la invitación a leerle.

Adenda

Poco conocida para los lectores de Hispanoamérica, marginada incluso de algunas antologías, conocí a Anna Swir (también así nombrada) en algunas traducciones que hiciera del polaco al inglés Czeslaw Milosz (Nobel de Literatura 1980).

De hecho, gran parte de las versiones del inglés al español de estas páginas las trabajó Édgar Trevizo en versiones que hiciera Milosz del polaco.

Finalmente en ese apartado de “otros poemas” que cierran el libro hay temáticas muy distintas, digamos más íntimas y sensuales, espacios amorosos, conversaciones con el cuerpo, pero también una sencilla forma de ver la vida y vivir la espiritualidad.

 

HAY UNA LUZ EN MÍ

Ya sea de día o de noche

siempre llevo dentro de mí

una luz.

En medio del ruido y alboroto

llevo silencio.

Siempre

llevo una luz y silencio.

Texto: Héctor Ortega Rangel / Agencia Reforma