20 septiembre,2024 1:49 pm

Revela Danh Vo las caras ocultas del arte

 

Ciudad de México, 20 de septiembre de 2024. La más reciente exposición individual del artista vietnamita Danh Vo en la galería Kurimanzutto se inauguró oficialmente el pasado martes, pero todo aquel que decidió asistir ese día se encontró con algo insólito: un muro de ladrillos a la entrada que la hacía completamente inaccesible.

La incomprensión y la curiosidad -la frustración, incluso- que los visitantes pudieron sentir ante este hecho, es parte de la propuesta de Vo (1975), quien busca que las caras usualmente ocultas de una obra de arte adquieran preponderancia.

Este jueves, se reveló que el muro es un homenaje del artista a su colega y amigo Rirkrit Tiravanija (1961), quien ya había clausurado galerías en otras ciudades, y a quien se le da el crédito completo de la obra, Sin título 2024 (sin fuego no hay cenizas).

Abierto a martillazos para permitir la entrada del público, el muro lleva un grafiti con la frase en francés Ne travaillez jamais (Nunca trabajes), misma que el filósofo situacionista Guy Debord escribió en un muro parisino en 1953 como una crítica a la sociedad del espectáculo.

“Al abrir este muro y al crearlo como esta barrera entre lo que queremos ver y lo que podemos hacer, a Danh Vo le interesa darle la vuelta a la frase de Debord, al rehacer un espectáculo de su frase en contra de la sociedad del espectáculo”, explicó en un recorrido Julia Villaseñor, encargada de prensa de la galería.

Una vez accesible la muestra, los asistentes se encontraron con nuevas caras ocultas, como con una escultura de Santa Catalina de Alejandría, patrona de los filósofos, pero cuya figura, intervenida con ramas, es indistinguible por encontrarse de cara a una pared.

Se trata de un molde de bronce de una escultura de madera, creada en el siglo 17, que Vo adquirió en una subasta y dejó a la intemperie en su granja en Güldenhof, Alemania.

“Él trabaja mucho con objetos históricos que encuentra, o que compra en subastas, para recontextualizarlos dentro del arte contemporáneo y hacer evidente la carga histórica que tienen por dónde estuvieron, de quién fueron, si fueron testigos mudos de una situación de la historia”, expuso Villaseñor.

La escultura original de Santa Catalina, dejada a su suerte para deteriorarse, recibe entonces una nueva vida a través de un artista a siglos de distancia.

“La separa de su destino de destrucción hacia un destino que es ahora del arte contemporáneo, y lo que el arte contemporáneo le hace a los objetos, que los transforma y los pone dentro de este espacio y ahora estamos hablando de ellos; tienen una vida más larga”, apuntó.

Esta misma premisa se lleva a cabo con otros tres moldes de bronce a partir de esculturas de piedra de la India, Camboya y China, de entre los siglos 2 y 7, y que al ser colocadas de espalda muestran las huellas del maltrato que sufrieron al ser expoliadas de sus sitios originales.

También colgadas con la cara hacia la pared, una serie pinturas al óleo de flores, creadas por artistas mujeres del norte de Europa entre los siglos 19 y 20, realizan un comentario sobre las condiciones de su hechura.

“Era realmente la única pintura que se le permitía hacer a las mujeres, como los bodegones, las naturalezas muertas, las flores, las pinturas botánicas, porque toda la pintura académica era poco accesible a ellas”, contextualizó Villaseñor.

Como parte de una colaboración artística estrecha, el artista pidió a su padre, el caligrafista Phung Vo, que escribiera al reverso de las pinturas los nombres científicos de las flores no mostradas, inscripciones que luego fueron resaltadas en oro con una técnica tailandesa antigua.

“Le interesa cómo es que nombramos las cosas, de dónde viene el nombrar las cosas y qué pasa si las nombramos y no las vemos”, destacó la encargada de prensa.

“También que todos estos cuadros sean de mujeres a las que no se les permitía realmente exponer su trabajo como artistas profesionales y, al estar otra vez escondidas, hace evidente esto que sucedió”.

Entre otras obras recientes, al centro de la galería se encuentra una estructura de madera de cuatro pisos que muestra 47 litografías con fragmentos intervenidos de grandes pinturas de maestros renacentistas y del barroco, como Caravaggio, Artemisia Gentileschi, Bartolomeo Ghetti y Francesco Furini.

Los detalles de cada obra seleccionados por Vo muestran, como si se tratara de una lupa, momentos donde la piel de los personajes retratados está siendo pinchada, cortada, perforada o sometida a presión.

Éste es el caso, por ejemplo, de la pintura Judit decapitando a Holofernes, de Gentileschi, que se enfoca en mostrar la sangre que queda impregnada en la cama del asesinado, o en Cupido castigado, de Manfredi, donde se muestra la piel del hijo de Venus antes de ser salvajemente azotada por el dios Marte.

Una vez más intervenidas por la caligrafía de Phung Vo, estos detalles de obra llevan frases proferidas por la niña poseída de la cinta El exorcista (1973), de William Friedkin, y de donde también se extrae el título de la instalación: Lick me, Lick me (Lámeme, lámeme).

“Es interesante cómo el diablo está hablando sobre escenas católicas, del cristianismo, entonces es como contrarrestar estas dos visiones”, señaló Villaseñor respecto a la intervención sobre estas obras comisionadas por la Iglesia.

Abierta hasta el 19 de octubre, la tercera exposición individual de Danh Vo en Kurimanzutto busca que el espectador encuentre las caras ocultas y las historias materiales de los objetos artísticos que damos por sentados.

 

Texto y foto: Agencia Reforma