7 octubre,2024 5:30 am

El necesario cambio cultural ante la crisis climática

 

 

Jesús Mendoza Zaragoza

Los grandes huracanes que han afectado a Acapulco y a algunas regiones del estado de Guerrero nos han dejado lecciones que, hasta ahora, nos hemos negado a aprender. Paulina (1997), Ingrid (huracán) y Manuel (tormenta tropical) (2013), Otis (2023) y John (2024), han dejado en nuestra ciudad y en algunas otras regiones sus huellas mortíferas a su paso. Es previsible que, a futuro, los huracanes sean más frecuentes y más atroces, debido a las condiciones demográficas y geográficas de las costas guerrerenses.

Para afrontar las atrocidades que, a futuro, provengan de los huracanes, tenemos que prepararnos. La cultura de la prevención no se improvisa. Tenemos que pensar en cambios culturales que se manifiesten en actitudes, en saberes y en habilidades de la población, aparejados con los necesarios cambios en las políticas gubernamentales. Hasta ahora, la prevención no la hemos traducido en los hechos ni en acciones sociales ni gubernamentales. Para que esto suceda tenemos que comenzar con la gran herramienta de la educación que abre caminos a las transformaciones culturales que necesitamos en nuestro contexto de vulnerabilidad ante los huracanes. Si los cambios no son sostenidos en una cultura que le corresponda, seguiremos navegando contra la corriente ante cualquier amenaza que provenga del mar.

Propongo algunos de los cambios que han de generarse desde la dimensión cultural, no sólo en la costa de Guerrero, sino en todo el país y en todas partes.

El primer cambio tendría que ser la adaptación a la crisis climática científicamente comprobada. Hay una visión diferente si miramos los desastres de hoy desde la perspectiva de la crisis climática que tiene una característica básica: esta crisis es antrópica, es decir, está generada por actividades humanas que la inducen o propician. Hay que revolucionar las conciencias para que esta crisis disminuya o, al menos, se frene y que en lugar de que seamos parte del problema nos convirtamos en parte de la solución a esta crisis.

La prevención tiene que ser una tarea fundamental para que podamos dar respuestas estratégicas. No podemos continuar, como hasta ahora lo hemos hecho, atendiendo las emergencias sólo con dinero, con despensas, con medicinas y con los demás recursos materiales. Si la crisis climática está modificando la dinámica de los huracanes, es necesario acompañar los tiempos de la emergencia con una visión estratégica, mirando a lo lejos y adaptándonos a las circunstancias de la crisis climática que ya está en curso.

La prevención se hace cultura cuando atendemos todos los problemas que padecemos desde esa perspectiva. Así, tenemos que atender también la situación permanente de las violencias y de la inseguridad con una visión preventiva. En el país tenemos, desde hace años, una grave crisis que amenaza a las personas, a las comunidades y al país entero, en la cual los cárteles de la droga y las mafias delincuenciales han estado haciendo graves daños a la población a través de sus dinámicas económicas y políticas. ¿Cómo pensar en la prevención en este tema, así como pensamos la prevención ante los desastres cuando todos tenemos que intervenir? También el grave problema de la pobreza extrema que se expresa en pobreza de capacidades y en pobreza alimentaria. La prevención es decisiva para dar solución a las crisis que nos amenazan.

La adaptación a la crisis climática implica una actitud social y política en la que todos tenemos que participar. Hay que repensar las políticas públicas ante los desastres, las normas relacionadas con los desarrollos urbanos, con la construcción de carreteras y de puentes. También hay que repensar el impacto de la cultura consumista e individualista que prevalece por todas partes. Así mismo, hay que repensar el potencial de la población debidamente organizada mediante el fortalecimiento del tejido social que puede aportar tantas cosas en este tema. En este sentido, es elemental escucharnos los unos a los otros para dar una solución de largo alcance a la crisis climática. En otras palabras, se necesita democratizar este tema.

Para atender la crisis climática se necesita, también, modificar el sistema económico y de producción, egoísta, explotador y depredador, que hemos aceptado, ya que este sistema implica una dinámica perversa de depredación de los recursos naturales y de explotación de los grupos humanos, dinámica que, con las inmensas capacidades tecnológicas actuales, nos conduce aceleradamente al desastre ecológico. Eso ha sucedido en Acapulco al permitir los desarrollos inmobiliarios en humedales y pantanos cercanos a la laguna de Tres Palos, y en el caótico crecimiento de la mancha urbana en los cerros que rodean la ciudad.  Estamos hablando de la necesidad de cambios globales ante una crisis que es, también, global. El modelo económico que sigue vigente, requiere cambios profundos. El neoliberalismo no se vence por decreto, sino con transformaciones macro y microeconómicas y con una nueva cultura ecológica y solidaria. Así es que hay que modificar la cultura dominante que justifica y legitima la depredación de la Tierra.

Pero ha habido un tercer factor de esta crisis climática, expresada en la precaria calidad humana que ya es insostenible, la que no nos permite desear ni buscar un mejor futuro. Tanto en lo personal como en lo colectivo, no reconocemos lo perverso del sistema económico que nos tiene atrapados en esta crisis climática. Y no nos detenemos a pensar sobre las consecuencias y la necesidad de superar esta situación. ¿Qué nos hace falta? ¿Acaso no tenemos la sensibilidad, la conciencia y la calidad humana que necesitamos todos para hacer frente a la crisis climática? Es cierto que no estamos educados para un cambio cultural que modifique conocimientos, criterios, actitudes, sentimientos y habilidades ante la realidad social y ecológica. No hemos sido entrenados para la solidaridad como actitud fundamental: ante el prójimo que sufre, ante la sociedad, ante el mundo y ante la Tierra. La solidaridad desde arriba y desde abajo es fundamental.

El humanismo ha ido desapareciendo con la imposición de un antropocentrismo tecnocrático. Este sistema de vida tiene en su centro una visión tecnocrática del ser humano desvinculado de su entorno. Hemos puesto en el centro los derechos humanos descartando los derechos de todos los seres vivos, los derechos de la Tierra, que los hace posibles. Un humanismo verdadero, que nos hace verdaderos seres humanos está vinculado a la cultura del cuidado y de la solidaridad. Una cosa es vivir sobre la Tierra y otra, muy diferente, es vivir con la Tierra. Se nos ha hecho fácil la explotación desmedida de los recursos naturales con una mirada mercantilista, cuando no miramos la Tierra como nuestra casa, nuestra casa común.

A fin de cuentas, necesitamos un cambio cultural para afrontar la crisis climática que nos seguirá amenazando en adelante. Un cambio del individualismo a la solidaridad, de la depredación al cuidado, de la exclusión a la inclusión de derechos, del consumismo al consumo responsable, entre otras actitudes. Un cambio que incluya los derechos humanos y los derechos del planeta, como condición para que los primeros tengan su verdadero sentido.