Héctor Manuel Popoca Boone
¿Alguien ha visto a Vicente Suástegui Muñoz?
Taxco era una ciudad tranquila, ordenada y con un ambiente urbano pacífico. Aún tengo buenos amigos y amigas en ese centro turístico. Son parte de sus habitantes emprendedores que permanecen al frente de sus negocios. No hace más de dos décadas, las autoridades municipales trabajaban más o menos bien, para el bienestar de toda la comunidad. Los taxqueños eran amables, pero a la vez exigentes en tratándose de los servicios públicos y de la seguridad pública, puesto que pagaban sus impuestos puntualmente y hacían valer su fuerza ciudadana en el campo electoral; por lo que la alternancia bipartidista, en las riendas de la comuna, era cosa normal. Las principales actividades económicas giraban en torno a la orfebrería de plata, el turismo y la agricultura, en el contexto de sus bellezas naturales y de sus edificaciones históricas de su pasado colonial. Había moderada pero constante prosperidad.
De unos años para acá, los taxqueños empezaron a escuchar de los estragos económicos y la zozobra social que se presentaban en ciudades vecinas, a partir de violencias delincuenciales emanadas de bandas organizadas, dedicadas al mal que se iban expandiendo en toda la región, cual cáncer de amplia metástasis; pero los taxqueños la consideraban como un fenómeno ajeno y alejado de ellos. No creían que les iba a llegar, dado que no eran ruta de trasiego de enervantes; razón principal de existencia de los “chicos organizados” que empezaban a llegar de fuera y que, para el infortunio de la región, sentaron sus reales en esa singular, bonita y tranquila ciudad. Lo hicieron ante autoridades municipales y estatales ineficaces e imperturbables; que sabían lo que estaba pasando en tiempo real, pero que no hacían nada en absoluto para impedirlo. Ante esa situación, nadie osaba decir o hacer nada. La consigna presidencial es: “Abrazos, no balazos”
Los malosos comenzaron a tener presencia en el medio rural, con los productores agrícolas y pecuarios. Querían dinero, de manera fácil y rápida, para su sostenimiento local. Imponen, por tanto, cuotas en cash, por derecho de piso, por venta de productos y por compra de insumos. Era y sigue siendo a la fecha, un sistema de extorsión directa a los pequeños y medianos productores y comerciantes del ramo alimentario. La “persuasión” la hacen a punta de AK-47 o de violencia directa a las personas, económicamente activas, que mostraran resistencia a la sumisión exigida; acompañada en algunos casos con el incendio de sus vehículos o del “rafagueo” de sus negocios.
Después, los productores estaban obligados a vender sus productos a través de un único canal de comercialización indicado por los malandros. Ellos fijarían los precios y las cantidades por productor, en un esquema mercantil oligopólico. Resultando ser un negocio redondo para los “chicos organizados” fuereños; contando siempre con el “estratégico” inmovilismo cómplice, de las autoridades gubernamentales que fingían desconocer lo que estaba pasando en el medio rural.
La gente constató con pasmo, que sus reclamos de seguridad pública, justicia y aplicación de la ley, caían en el vacío. Confirmaron que no eran escuchados ni atendidos por las autoridades correspondientes. Verificaron que, cínicamente, los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal) tenían un comportamiento omiso y autista. Con esa impotencia a cuestas, comenzó a imperar en el municipio una economía de expoliación, tipo feudal, domada y subyugada.
Ingenuamente los productores, empresarios y comerciantes, creyeron que los primeros malhechores les darían protección ante otros grupos de malandrines acechantes, puesto que los primeros decían tener el control de la plaza. Pero no era así y en algunos casos la extorsión fue por partida doble. No se valía rezongar o rebelarse, porque en ello les iba la vida y la de sus familias.
La ausencia manifiesta de autoridad institucional volvió imparable la pingüe extorsión, robo y crimen organizado; teniendo bajo control un mercadeo forzado por gente externa que impone su mandato en la economía micro regional en Taxco. Así, con su voracidad desatada, los “chicos organizados” obligan a pagar cuotas mensuales por concepto de carne de res, pollo, cerdo, huevo, pan, tortillas, aguacate y hortalizas en general. El cierre de negocios y la emigración de la gente es asunto cotidiano, ¡Uf!
* Dicho español que significa: “Que lo que se esperaba, llega demasiado tarde, cuando ya no sirve para nada”.