18 septiembre,2019 8:33 am

A don Alejandro Cervantes Delgado en su XIX aniversario luctuoso

Félix Castellanos Hernández
 
Corría el año de 1984 cuando un grupo de universitarios nos encontrábamos en Atlamajalcingo, en la Montaña de Guerrero, haciendo nuestro servicio social.
Meses después seríamos llamados por funcionarios del gobierno del estado para trabajar en Tierra Caliente en un programa emergente de organización, planeación y cosecha de sorgo y arroz que para entonces ante la vasta cosecha y la poca maquinaria ya se estaba volviendo un soberano problema.
Llegamos en enero de 1985 a Ciudad Altamirano e inmediatamente  nos pidieron incorporarnos a las brigadas con la SARH Y ANAGSA.
Deberíamos elaborar un plan para contener la problemática de la cosecha en unos cuantos días porque se esperaba la visita del gobernador Alejandro Cervantes Delgado y había que presentarlo e instrumentarlo.
Tuve la fortuna de exponer el plan al gobernador, escuchó con mucha atención, pidió que le explicara algunos detalles y finalmente se convenció, creo incluso que le agradó, y con la humildad y sencillez que lo caracterizaba me dijo:
–Señor ingeniero, le pido por favor que ese plan se lleve cabal e inmediatamente.
Luego al despedirse me agradeció y me estrechó la mano y me dijo: “Le encargo mucho”.
Era la primera vez que hablaba ante un gobernador y le estrechaba la mano, me impresionó su sencillez, su respeto y su calidez.
En semanas, gracias al apoyo de todas las brigadas, pero sobre todo a la organización y al apoyo de los campesinos sacamos adelante la trilla.
Días después Cervantes Delgado regresó a la región a escuchar las opiniones, quejas y reclamos de los campesinos. Asi era él, muy cercano a la gente.
Al terminar todas las intervenciones me buscó con la mirada y me dijo: “Muchas gracias por su apoyo ingeniero, salió muy bien el programa”, y yo sólo atiné a responder, gracias al apoyo de todos mis compañeros se pudieron salvar las cosechas.
A partir de ahí tuve frecuentes contactos con don Alejandro, quien siempre confió en los jóvenes de entonces, incluso cuando autorizó responsabilizarnos de la operación de su exitoso programa exitoso de crédito a la palabra, que fue referente nacional para varios programas de financiamiento en los estados y a nivel nacional.
Años después, ya terminado su periodo, nos encontramos en Veracruz en una Reunión Nacional de Organizaciones Campesinas. Él iba visitando las diferentes mesas de trabajo de aquel gran Encuentro, y cuando llegó a la mesa dónde yo participaba, se asomó, abrió la puerta, pidió permiso para ingresar, le permitieron hacerlo y yo inmediatamente pedí la palabra para darle la bienvenida y presentarlo. Recuerdo que a mi lado un compa de Sonora me preguntó quien era el visitante y yo respondí alzando la voz para que me escucharan en el resto del salón: él es don Alejandro Cervantes Delgado, mi gobernador de Guerrero. Me regresó a ver, caminó hacia mí y de nueva cuenta como hacía muchos años me estrechó la mano y me dijo “muchas gracias ingeniero”. Yo le respondí: Gracias a usted por haberme permitido ser su soldado. Se acomodó su sombrero calentano y siguió su camino… Gracias don Alejandro por todas sus enseñanzas.