19 julio,2024 5:01 am

A los turistas no parece importarles la contaminación y disfrutan de Tlacopanocha

 

Acapulco, Guerrero, 19 de julio de 2024. Ubicada a un costado del Malecón de Acapulco, la Playa Tlacopanocha es una de las favoritas de turistas y locales que gustan del Acapulco tradicional; su arena tibia, su agua cristalina y sus olas tranquilas son sin duda perfectas para aquellos que se sienten intimidados ante el mar.

Si bien no aparece en el listado reciente de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), acerca de las que excedieron los niveles permitidos de enterococos (más de 200 NMP de enterococos/100ml), su nivel de suciedad –que es de 170– es de tomarse en cuenta.

No obstante, ayer jueves y alrededor del mediodía, decenas de personas ya disfrutaban del pequeño lugar apretujado del lado de la playa por media docena de lanchas sobrevivientes al huracán Otis; mientras los adultos reposaban bajo los toldos rentados –cuyo costo comienza en los 150 pesos por día–, decenas de niños chapoteaban en sus aguas que a esa hora dejaban ver la arena del fondo sin importarles mucho los 32 grados de temperatura.

Para la familia Domínguez, oriunda del estado de México, venir a Acapulco es una tradición familiar heredada desde hace muchos años; abuelos, padres, hijos y ahora nietos acuden a lugares como Tlacopanocha para pasar un día tranquilo cerca de su hotel, ubicado en la zona Tradicional de Acapulco, dijeron.

Venimos cada año, aseguró el señor Rodolfo Domínguez, “siempre en vacaciones; Acapulco es barato, se ve bien, no veo problemas”, agregó parco pero gustoso antes de tomar rumbo hacia las sillas, enfilar hacia una y seguramente pedir una cerveza fría –la textura de la arena, el olor a mar, un poco de reflexión en silencio– mientras los niños emocionados corrían hacia el agua con poca precaución.

Según el cronista acapulqueño Anituy Rebolledo, el nombre de esta playa, una de las primeras de Acapulco del siglo pasado, puede provenir de tlaco, (la mitad en náhuatl) una moneda de cobre emitida por hacendados y comerciantes locales (la Casa de Moneda acuñaba únicamente las de un cuarto de real).

Un tlaco de panocha, dice en un texto del 27 de marzo de 2014 en El Sur, “era el precio de una pieza redonda del dulce y se vendía en el lugar vecino del Barrio de La Playa, hoy Rotonda de los Hombres y Mujeres Ilustres” pero añade, “para algunos, el nombre le viene por la forma similar a la pieza del dulce de la saliente donde estuvo la ceiba de la que amarraba el Galeón de Manila”.

Y son precisamente los duces, en este caso donas, las primeras golosinas que se aparecieron por el lugar de la mano de los vendedores ambulantes que para esa hora iniciaron el desfile que continuarán más adelante los vendedores de pescadillas, camarones en vaso, aguas y refrescos o tostadas, rompiendo la burbuja de tranquilidad que envuelve y aísla a los turistas.

De hecho, sólo basta dar unos pasos hacia la arena para dejar de escuchar el bullicio de la avenida Costera llena de autos y camiones de transporte público, de los informadores turísticos que sobre el Malecón y hacia el zócalo abordan al turista ofreciéndoles Acapulco –lo que queda de él– a manos llenas, o de la cancha de la CROM que a esa hora se empezó a llenar de niños que hacen del basquetbol su principal actividad de las vacaciones.

¿Cómo ve la temporada? Se le preguntó a un vendedor de ropa de playa y accesorios a un costado de la entrada de la playa. “Después de Otis, lo que sea es bueno camarada”, contestó.

Texto: Óscar Ricardo Muñoz Cano / Foto: Foto: Jesús Trigo

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