26 octubre,2024 6:07 am

A un año del desastre por el impacto del huracán Otis

Octavio Klimek Alcaraz

 

En la teoría del desastre, se dice que estos son socialmente construidos. Es decir, no es posible magnificar al huracán Otis, un fenómeno natural influenciado por el cambio climático, como el simple causante del desastre que azotó particularmente a Acapulco. El principal problema es que existían las condiciones de vulnerabilidad social, ambiental y económica, que llevaron a potenciar los peligros de Otis.

En especial, la devastación ambiental de Acapulco y sus alrededores ha cobrado su precio. Las evidencias presentadas indican, que no es sensato construir grandes edificios en la línea de costa frente a vientos huracanados con las actuales normas constructivas. Tampoco es sensato rellenar humedales para construir desarrollos habitacionales de alta densidad adyacentes al cauce del río La Sabana, ni en la estrecha franja de tierra entre el mar y la laguna de Tres Palos frente a lluvias extraordinarias. Esto se agrava cuando se presupone que la probabilidad de que eventos de la intensidad del huracán sean más frecuentes en los próximos años. En general, todo tiene que ver con malas decisiones de construir todo tipo de infraestructura en zonas costeras, vulnerables a inundaciones causadas por las altas precipitaciones y/o a fuertes vientos de las tormentas en la zona costera de Acapulco, como el huracán Otis.

Sin duda alguna, las múltiples actividades humanas han contribuido al deterioro de todos los ecosistemas naturales, no sólo de Acapulco, sino de toda la costa de Guerrero. Los manglares ligados al sistema lagunar costero han desaparecido o han sido fragmentados, las selvas bajas y medianas extraídas sus especies maderables más valiosas o transformadas en potreros, nuevos asentamientos o en el mejor de los casos reconvertidas a huertas. Difícil de estimar la pérdida de la diversidad biológica refugiada en las pocas islas de naturaleza, que han dejado las huertas, potreros y los desordenados asentamientos humanos. Pero se infiere que los impactos son terribles al conocer los daños causados por el huracán Otis.

En las evaluaciones y la información de los impactos por el huracán Otis, tierra adentro de la región de Acapulco, se reporta que existen superficies significativas de ecosistemas de selvas bajas y medianas deterioradas por el huracán, con su biodiversidad altamente impactada por consecuencia. Al tener estos ecosistemas vegetación dañada o derribada, han afectado a su vez los espacios de vida de la fauna silvestre. Adicional a los avatares de los ecosistemas terrestres, de los ecosistemas marinos y lagunares costeros, se conoce de manera insuficiente su condición después del huracán. Por tanto, se requiere fomentar investigación sobre sus impactos, para así tomar decisiones basadas en el conocimiento científico respecto a la conservación, manejo y restauración de los ecosistemas impactados por Otis.

Asimismo, en esta coyuntura del huracán, y las subsecuentes tormentas tropicales, se requiere hacer mucha actividad preventiva en el manejo del fuego, ya que en la temporada de estiaje causó que la vegetación, en especial la derribada, fuera combustible fácil para los incendios forestales. Lo anterior debía haber implicado una mayor disposición de recursos presupuestales para trabajar en este tipo de acciones preventivas y restaurativas por los tres órdenes de gobierno. Los tomadores de decisiones tienen que invertir en la conservación de ecosistemas naturales como manglares o selvas bajas y medianas en la zona costera de Guerrero, porque contribuyen a reducir el riesgo de que un desastre causado por huracanes como el Otis se repita. Son de las mejores inversiones en política pública para reducir riesgos de desastres.

Esto se señala porque los recursos públicos hacia acciones con la naturaleza se observan por lo común como no urgentes, ni prioritarios. No han existido grandes presupuestos para este tipo de quehaceres con relación a los montos globales que fueron devengados respecto al costo de Otis. Pero, la coyuntura puede olvidar las previsiones para ese tipo de gasto, investigación aplicada, restauración ecológica o prevención de incendios forestales, dado que se destinan en su mayor parte a acciones de recuperación básica, que no necesariamente tienen la mayor rentabilidad social, ambiental o técnica como las que antes se señalan, ya que simplemente prevalece la rentabilidad económica o política.

Otro tema significativo desde la conservación de la naturaleza y la protección ambiental es el destino de los residuos producto del desastre, pese a experiencias anteriores, como el huracán Manuel en 2013. Es muy probable que los residuos extraordinarios producidos por Otis fueron a dar a sitios de disposición final inadecuados, que posteriormente podrían generar problemas de contaminación y deterioro ambiental. Debe quedar claro que en estos desastres no debe haber la ley de la selva, en donde los camiones con residuos acaben rellenando humedales, o tirándolos en los acantilados a la orilla del mar, para que después contribuyan en una futura tormenta tropical a inundar sus cercanías o a destruir las bases de la vida marina, afectando las pesquerías. Además, la propia reconstrucción está generando muchos residuos de escombros. La emergencia no debe convertirse en sinónimo de impunidad ambiental con los residuos del desastre.

Por otro lado, el Parque Nacional El Veladero, con sus 3 mil 617 hectáreas de superficie decretada, se extiende en las partes altas de la bahía de Acapulco, representa un ejemplo de la importancia de conservar a la naturaleza. El Parque Nacional dota de múltiples contribuciones de la naturaleza a las personas de Acapulco, una de ellas, poco considerada, es la contribución que otorga a la mitigación de impactos contra huracanes, ya que actúa como amortiguador natural con su vegetación ante las tormentas tropicales. De no existir, el impacto de Otis hubiera sido de mayor magnitud, simplemente porque los asentamientos estarían ocupando y sellando las tierras forestales en la parte alta de la bahía.

En la reconstrucción se trata de recuperar al menos las condiciones de vida anteriores al desastre, pero además debe lograr reducir la vulnerabilidad del territorio ante el enorme riesgo de que un fenómeno natural como Otis se repita. Se tienen que identificar claramente las causas del desastre y en consecuencia mitigar e incluso eliminar estas. Desastres derivados de huracanes como Paulina, Manuel, Otis o John pueden mitigarse si se actúa con inteligencia, conocimiento y sentido común. No se puede continuar siendo reactivos ante estos fenómenos naturales, potenciados ahora por el cambio climático, los enormes costos de no invertir en prevenir saltan a la vista. El manejo de una crisis de esta magnitud no debería ser para ir aprendiendo en el camino.

En la reconstrucción de manera prioritaria es urgente reubicar en Acapulco a aquellas personas que son las más pobres históricamente, que se encuentren expuestas y vulnerables a peligros como las tormentas. Dichas zonas se encuentran claramente identificadas en las evaluaciones realizadas respecto al impacto del huracán. En las mismas áreas debe cuidarse de autorizar nuevas obras u actividades que sean catalizadoras y acumulen de un aumento del riesgo de desastres. Para ello, deben existir mayores restricciones legales y técnicas para que esto no se realice como hasta ahora se ha venido haciendo.

Se señalan dos temas para que funcione y tenga éxito a reconstrucción. El primero es la participación ciudadana y la rendición de cuentas, se necesita que la ciudadanía participe en la adopción de prioridades, que exista un sitio de dominio público donde se informe sobre metas, avances y gastos. Las instituciones de gobierno en general deben tener un diálogo constante, organizado y representativo con la ciudadanía. El segundo es la absoluta transparencia en la gestión de fondos públicos y la contratación de obras y adquisiciones. La gran cantidad de recursos públicos que se requiere movilizar frente a los daños causados conlleva riesgos de corrupción. Se debe comprender que, si la reconstrucción fracasa, el riesgo de tener un desastre mayor que Otis puede llegar a convertirse en poco tiempo en una terrible realidad. Ya se está en cambio climático, y el país, en especial Guerrero y Acapulco, demostró su falta de adaptación y terrible vulnerabilidad al mismo.

Es decir, se necesita desarrollar el Plan de Reconstrucción, En este Plan, se requiere considerar la participación coordinada de los tres órdenes de gobierno –federación, estados y los municipios afectados– y la representación real y equitativa de la sociedad de Guerrero y Acapulco en su desarrollo. Esta participación incluyente tiene que ver con múltiples sectores económicos y sociales, que tienen información y aprendizajes que aportar al Plan. Por ejemplo, cómo lograr fortalecer el sistema de distribución de energía eléctrica o el de agua potable, que colapsaron, cuidar que las escuelas, las clínicas y hospitales sean funcionales ante los fenómenos naturales, entre otros aspectos. Considerar reordenar el territorio para evitar asentamientos humanos en áreas de inundación frecuente. Se trata de construir un Plan de Reconstrucción, que sería de la recuperación permanente, y que sin duda será la fase más compleja en términos políticos, ecológicos y sociales, y la más cara en términos económicos, además de que llevará más tiempo en realizarse. Una reconstrucción debe reducir riesgos a través de la reducción de la vulnerabilidad de personas y bienes, así como aumentar la resiliencia frente a tormentas tropicales intensificadas por el cambio climático, para que no vuelva a suceder lo mismo o algo peor.

Otro aspecto clave es eliminar la visión tecnocrática de dominar la naturaleza en la reconstrucción, para que funcione ésta debe ser con la naturaleza y no en contra de ella. El gran reto es que las zonas costeras de Guerrero, en especial Acapulco, sean resilientes a impactos de grandes huracanes en tiempos de cambio climático, probablemente más recurrentes en los siguientes años. Evidentemente, si se trata de reconstruir, para que se vuelva a caer en pocos años, sería inversión pública y privada tirada literalmente a la basura, además de las graves consecuencias para las personas, sus bienes y la propia biodiversidad de la zona. Se entiende, que nadie querría algo así.