20 abril,2018 7:54 am

Aborda “Sueño en otro idioma” el riesgo de extinción de las lenguas originarias

Texto: Tatiana Maillard/ Foto: Cortesía de Ernesto Contreras
 

“Cuando se pierde una lengua, se pierde una forma de pensar y de entender al mundo”: Ernesto Contreras, cineasta.
 

Ciudad de México, 20 de abril de 2018. Hace siete años, algunos medios registraron la historia de la condena a muerte de una lengua indígena, pues los dos últimos hablantes vivos estaban peleados entre sí. Años después se supo que Manuel Segovia e Isidro Velázquez, hablantes de ayapaneco y oriundos de Jalpa de Méndez, en Tabasco, eran amigos. Y aunque no es ningún consuelo, tampoco eran los últimos dos conocedores de esta lengua que, hasta 2015, contaba con 24 hablantes.
La historia era una ficción, que sirvió como cimiento de otra ficción: la de los hermanos Ernesto y Carlos Contreras, quienes partieron de esta anécdota que se asemeja a un microcuento –los dos últimos hablantes de una lengua no se comunican entre sí; eventualmente morirán y la lengua desaparecerá–, para crear Sueño en otro idioma, la tercera película donde los Contreras  trabajan en mancuerna: Ernesto en la dirección y Carlos en el guión.
Un joven lingüista viaja a una comunidad para intentar reconciliar a los dos últimos hablantes de una lengua que agoniza, sentarlos a hablar entre ellos y conseguir un registro sonoro. Esta lengua es el zikril, un idioma que, en realidad, no es ancestral: el lingüista Javier Valdez fue el encargado de inventarlo y los actores lo estudiaron dos meses antes de iniciar grabaciones.
“Hay historias que me obsesionan. Son aquellas donde las tripas me advierten: esto es una película”, cuenta a El Sur el director Ernesto Contreras. “Carlos llegó con la idea de hacer una ficción basada en la nota periodística. Yo acepté. Claro que deseaba contar esta historia, no he visto nada igual en ninguna otra película”.
Vísceras. Contreras enfatiza la importancia de dejarse llevar por ellas.  Son las primeras en avisar que hay algo que se debe contar. Ocurrió con Párpados azules (2007), su primer largometraje. Una exploración de la soledad y la incapacidad para establecer vínculos. Luego hizo Seguir siendo (2010), documental de la banda Café Tacvba, “que más bien fue algo circunstancial, llegó de repente, iba a ser sólo un videoclip y terminó por ser otra cosa”. Hace cuatro años estrenó Las oscuras primaveras, donde el director ofreció una visión cruda y sin reservas del deseo sexual y los conflictos morales.
Esta vez, dice, quería hacer algo más luminoso. “Más optimista, si quieres verlo así”. Grabada en la localidad Adolfo Ruiz Cortines del municipio San Andrés Tuxtla, en Veracruz, Sueño en otro idioma incorpora los fenómenos naturales –la humedad, la neblina, la lluvia, el lodo– como parte de una historia que avanza entre condiciones humanas como la pérdida de la amistad, el odio, la homosexualidad y, por supuesto, la lengua con que se comunican, instrumento a partir del cual mujeres y hombres dan forma a su realidad.
“Cuando comienzas a estudiar el tema, te das cuenta de que la desaparición de las lenguas se relaciona, por un lado, con el dominio cultural y la migración, mientras que, por el otro, tiene que ver con la presión social y la discriminación”, explica Contreras. “La lengua, que representa nuestra identidad, es prácticamente barrida por las ideas de modernidad, progreso y globalización. Eso me impacta”.
 
“¡Que hable en español!”
Ernesto recuerda a su abuela y dice que mucho tiempo después de trabajar en la película, entendió por qué le afectaba tanto. Evoca un recuerdo antiguo: el de un niño que vivía en Veracruz con su familia y al que “nada más le importaba jugar videojuegos y no sabía mucho de nada”.  El niño, que era Ernesto, se sentía avergonzado.
“Mi abuela paterna era de Mitla, el Itsmo de Tehuantepec. Además de español, hablaba zapoteco.  A mí no me gustaba que hablara en su lengua, porque yo pensaba: aquí en Veracruz nosotros hablamos español. ¡Que hable en español! Como niño, no entendía el valor de la lengua de mi abuela. Y sólo hasta el proceso de filmación me di cuenta que, si bien no quería resolver esta cuestión personal en la película, tenía que revisarla”.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali), en México se hablan 68 lenguas indígenas, de las cuales existen 344 variantes. De éstas, 64 se encuentran en un riesgo “muy alto” de desaparecer y 43 se ubican en riesgo “alto”.
 “Tomar conciencia de que aún existen 68 maneras de decir sol, amor o mundo, nos lleva a entender que, cuando se pierde una lengua, se pierde una forma particular de pensar y de entender al mundo”, reflexiona Contreras.
 
El guión es la médula
No hay prisa en la elaboración de las historias. Ernesto Contreras se toma su tiempo para trabajar la narrativa. Construir es un proceso de muchas voces: “Creo en los laboratorios y las asesorías. Para esta cinta, tomé dos talleres del Instituto Sundance: uno en Utah, Estados Unidos, y otro en Oaxaca; y un taller en Jerusalén. Recibimos muchas opiniones hasta llegar a un guión que consideramos listo para presentarse”.
El guión, advierte, es la médula. De ahí el rigor: “No hay nada más importante que el guión. Yo he realizado tres películas con Carlos, pero son muchísimas las que hemos guardado, descartado o cancelado, porque, o no resultan lo que esperamos, o no es momento de contarlas. Ahora mismo estamos trabajando un proyecto cuya idea planteamos hace una década, y que apenas decidimos retomar el año pasado. Nuestro parámetro para descartar historias es, de nueva cuenta, la intuición”.
Hasta ahora, la cinta, el director y los actores han sido reconocidos con diversos premios en los festivales de Guadalajara, Huelva, Minneapolis, Oslo y Sundance. Contreras está feliz, no lo niega: “Con Parpados azules era un joven con una profunda necesidad de concretar su primera película. Mi deseo de ser un director de cine era muy fuerte. Ahora soy un hombre contento con lo que vive. No sólo por esta cinta, sino por mi trabajo en series (El Chapo, Falco) y mi responsabilidad como presidente de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMAAC). Sí, es un momento intenso y feliz”. Y las palabras alcanzan para expresarlo.