24 octubre,2024 7:49 pm

Abre el Chopo ventana a noches frenéticas de los 80

Ciudad de México, 24 de octubre de 2024.- Todas las miradas se dirigen hacia el visitante tan pronto ingresa a la Galería Arnold Belkin del Museo Universitario del Chopo, súbitamente convertida en un laberíntico antro oscuro: un hoyo punk, gótico y bohemio de la Ciudad de México de los años 80.

Se trata de la posibilidad insólita de asomarse a una de esas noches frenéticas, de mirar –y ser mirado–, como uno más de esos jóvenes que se entregaban a lo prohibido, al despertar sexual y a las drogas, como una manera de resistir ante la conservadora sociedad de la época.

El Virgilio, el guía, en este descenso cavernoso es el compositor, cineasta, performer y escritor Ricardo Nicolayevsky (1961-2023), retratado con sus pares por la cámara de la artista de video y performance Ximena Cuevas (1963).

Con el título de Travesía hacia la noche. Una película expandida en el espacio, que permanecerá en exhibición hasta marzo de 2025, ambos realizan una colaboración post mortem que ilustra cómo el material documental de esa década, de archivo, puede ser devuelto a la vida para crear una nueva instalación artística.

“A mí una de las cosas que me fascinan es pensar que esto es el trabajo del ojo de una niña de 17 años”, reflexionó Cuevas sobre el momento en el que las fotografías y videos fueron tomados, en un recorrido durante el montaje de la pieza.

“Me parece casi como una ecología dentro de la imagen esta cosa de seguir creando imágenes en este mundo sobrecargado de imágenes; a mí me parece más y más interesante cada vez el reutilizar las imágenes y reinterpretarlas”.

En términos llanos, esta exposición nace de tres cajas: una donde Cuevas conservaba unos negativos de 35 milímetros fechados entre 1980 y 1982, otra donde Nicolayevsky guardó una serie de polaroids de la misma época y una más con cintas de una cámara Súper-8.

La forma de mostrar este material, no obstante, es decididamente congruente con la época retratada, en un momento donde la explosión vital de los protagonistas, ante la inminencia de la muerte, desbordaba cualquier marco o contenedor.

“Ximena, que es una editora extraordinaria de toda su vida, y que su trabajo siempre tiene que ver también con la apropiación de materiales, podemos decir que lo que hizo fue reapropiarse de esos materiales, tanto los de ella como los de Ricardo, para generar una nueva propuesta”, expuso la curadora de la exposición, Itala Schmelz.

“Travesía hacia la noche es una nueva pieza, no es la presentación de material documental, que se presenta con fines objetivos y en sí mismos, sino que entraron dentro de una narrativa, un poco dentro de lo que se llama una docuficción”, abundó.

A la manera en la que David Alfaro Siqueiros concebía que sus murales del Polyforum adquirían movimiento cuando el espectador caminaba entre ellos, aquí Cuevas presenta una experiencia cinematográfica cuyo avance depende del recorrido de lo asistentes.

Las fotografías y videos han sido colocados en la pared como parte de un guión que no busca ser un documental de la época, sino el vistazo a una sola de esas noches que Cuevas y Nicolayevsky vivieron en los 80, la de la disidencia sexual y social.

Con una estética que a veces remite al expresionismo alemán, como el de Fritz Lang y Friedrich Murnau, la actitud y vestuarios post-punk y góticos de la banda Siouxsie and the Banshees, y poesía de Charles Baudelaire, la inmersión es absoluta.

“Estos mundos completamente y absolutamente secretos, eran sociedades secretas, el ser homosexual, el ser diferente, era total y absolutamente condenable, era un México mucho más misógino que el de ahora, mucho muy homofóbico”, contextualizó la artista.

“Y esto, donde yo sí me encuentro con estos personajes, es que somos la otredad que está prohibida. Nadie tiene esos looks, es una sociedad completa y absolutamente dislocada de la realidad de las calles”.

Viejos amigos de entonces, en los lugares secretos donde se reunían en la Ciudad de México, entre músicos, poetas y artistas, miran al espectador entrar a su noche.

“Celebro que, de pronto, los rostros que estaban en la oscuridad salgan 44 años después, incluso si ya no existen”, agrega Cuevas.

Esta última apreciación se ve reflejada en el número de cruces que acompañan a los nombres de todos aquellos que ya no podrán verse en la exposición, algunos fallecidos durante la pandemia de VIH/sida, y otros como Nicolayevsky, quien falleció como consecuencia de la hepatitis C por el uso de jeringas para inyectarse drogas.

“Toda las prácticas artísticas de Ricardo tenían que ver con la inmediatez, todo era crear una adrenalina, porque nos moríamos”, recordó Cuevas.

“Cuando tus amigos de 20 años se mueren, no hay futuro, entonces hay que apurarnos”.

Como protagonista de esta película, Nicolayevsky es retratado desde su ingreso a este mundo y a través del descubrimiento de la sexualidad, el arte y las drogas, a través de una mirada que no busca ser objetiva.

La pieza incluye también música del artista, como el réquiem que compuso unas semanas antes de morir y una edición de películas suyas mezcladas con las de Cuevas.

Un homenaje y colaboración post mortem, abierto al público el 19 de octubre, que revela la puerta hacia un mundo que, cuando existió, lo hizo al cobijo de la noche.

“A Ricardo le dieron tres meses de vida con el cáncer de hígado y fue un total y absoluto maestro de la muerte. Me dijo: yo no me resistí a la vida, no me voy a resistir a la muerte'”, atesoró Cuevas.

“Esta exposición es un momentito, es una noche de las miles de noches que vivimos, tampoco pretendemos una cosa así de ‘la década de los ochentas’, es una noche, en un lugar específico y es un único momento de entrada”, invitó.

Como al llegar a cualquier sitio secreto, de noche, las miradas se disparan inmediatamente hacia el recién llegado.

 

Texto e imagen: Agencia Reforma