26 junio,2018 1:17 pm

Abucheo a funcionarios de Trump abre el debate sobre respeto a la privacidad

Texto: EFE/ Agencia Reforma / Foto: Especial/ EFE
Washington, DC, 26 de junio de 2018. Los directores de los restaurantes mexicanos en los que funcionarios del Gabinete del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, han sido abucheados recientemente guardan silencio, pero sus trabajadores se debaten entre el derecho a protestar y la protección de la vida personal de los integrantes del Gobierno.
La tensión entre las organizaciones de derechos civiles y la Administración Trump se acrecentó la última semana a raíz de los más de 2 mil niños inmigrantes separados de sus padres en la frontera con México, situación que ha motivado que varios responsables cercanos al mandatario hayan sido blanco de mofa y escarnio en su vida privada.
El primer caso fue el de la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, cuando el dueño de un restaurante de la ciudad de Lexington, Virginia, EU, se negó a servirle la cena a ella y a su familia, según relató la funcionaria en Twitter.
Sanders explicó que el propietario del restaurante le pidió que se fuera porque trabaja para el Gobierno de Donald Trump, quien en los últimos días ha recibido numerosas críticas por su política para separar a familias inmigrantes en la frontera con México.
“La pasada noche el dueño de Red Hen en Lexington, Virginia, me dijo que me fuera porque trabajaba para @POTUS -sigla de Presidente de EE.UU., en inglés -y me fui cortésmente”, explicó Sanders.
“Sus acciones dicen más sobre él que sobre mí. Siempre hago todo lo que puedo para tratar de una forma respetuosa a todo el mundo, incluyendo a aquellos con los que no estoy de acuerdo, y continuaré haciéndolo”, añadió.
Otro caso ha sido el de la secretaria de Seguridad Nacional de EU, Kirstjen Nielsen, una de las caras visibles de la retórica antiinmigrante del Gobierno de Trump.
“Ha comido aquí varias veces (Nielsen). No sabíamos quién era, pero suponíamos que era alguien del Gobierno por los guardaespaldas que siempre la siguen a todos lados”, dice a Efe un trabajador del restaurante MXCD Cocina Mexicana de Washington, que pide permanecer en el anonimato.
El establecimiento fue escenario de una de las protestas contra Nielsen, que fue abucheada durante más de diez minutos por una decena de activistas que entraron al lugar haciéndose pasar por clientes con ganas de aprovechar la “happy hour” (“hora feliz”), uno de los rituales de los washingtonianos después de trabajar.
El empleado que atiende a Efe, de origen hispano, se pregunta dónde está el límite del acoso verbal a miembros del Ejecutivo estadounidense.
“Obviamente no estoy de acuerdo con sus políticas y entiendo a los activistas, pero la señora (Nielsen) viene aquí para comer tranquila y nosotros la atendemos de la mejor manera posible. Todo el mundo es bienvenido a nuestro restorán”, señala, mientras sonríe amablemente a unos clientes que salen del local.
Después de la polémica levantada tras la publicación de un vídeo dentro del MXDC que se hizo viral, en el que se escuchaban gritos de “¡vergüenza!” y “¡culpable!” hacia Nielsen, el personal de este restaurante expresó en un comunicado que está “totalmente en contra de la separación de las familias y cree en la libertad de expresión”.
Sin embargo, los trabajadores recordaron también que el MXDC “sirve gentilmente a todos los huéspedes que cruzan las puertas” del local, situado a dos manzanas de la Casa Blanca, residencia del atípico mandatario.
El episodio contra Nielsen pasó poco antes de que Stephen Miller, uno de los asesores de Trump, que forma parte de la línea dura en temas de inmigración, fuese tildado de “fascista” mientras cenaba en otro restaurante mexicano de la capital estadounidense, el Espita Mezcalería.
“Sin comentarios” es la respuesta de los dos primeros empleados con los que intenta hablar Efe, que se disculpan por no ser de más ayuda mientras limpian las mesas de la terraza exterior de este establecimiento, conocido por su amplia gama de mezcales y tequilas servidos hasta la madrugada.
Otro trabajador que parece de más rango, sin embargo, comenta que las leyes de restauración son “claras” sobre no discriminar a nadie con base en sus creencias políticas o religiosas, motivo por el que Miller volvería a ser bienvenido en el restaurante inspirado en sabores y técnicas de la cocina del sur de México.
A pesar de la asertividad de sus palabras, el clima que se respira en la mezcalería mexicana desde lo acontecido con Miller denota que casos como este pueden hacer tambalear un negocio.
Por un lado, los sectores liberales critican que restaurantes mexicanos reciban con los brazos abiertos a personas que públicamente han ofendido su pueblo, mientras que, por el otro, los más conservadores lamentan que dejen entrar a aquellos que quieren alterar la vida privada de los políticos.
Ante estos casos, la estrategia de los restaurantes es clara: Cerrar filas y comentar lo menos posible sobre lo sucedido.
Los trabajadores, no obstante, se debaten entre el derecho a protesta de los activistas y el respeto a la vida privada de los altos cargos de la Administración Trump.

Crece repudio a funcionarios de Trump

La polarización política ha cobrado fuerza en los últimos días en Estados Unidos. La portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, fue expulsada de un restaurante. La secretaria de Seguridad Interior, Kirstjen Nielsen, fue abucheada en otro.
Stephen Miller, asesor de Donald Trump y emblema del duro enfoque en la política migratoria, fue llamado fascista en un local de comida, y Pam Bondi, fiscal general de Florida y defensora habitual del Presidente, fue insultada en una sala de cine.
Los numerosos actos de repudio público contra aliados de Trump, sin precedentes recientes y agigantados por el altavoz de las redes sociales, han iniciado un debate sobre los límites de la tolerancia y la discrepancia política en un país en el que la libertad de expresión es sagrada.
En Estados Unidos son escasas las leyes que prohíben a un comercio negar el servicio a un cliente por su opinión política.
El pasado abril un juez de Nueva York desestimó el caso de un hombre que alegó que fue echado de un bar por llevar una gorra de apoyo a Trump.
“Podemos estar en desacuerdo pero deberíamos poder hacerlo libremente y sin daño”, expresó Sanders este lunes en su rueda de prensa diaria.
La vocera señaló que el debate saludable es importante pero consideró inaceptables los llamamientos al acoso contra personalidades del Gobierno.
“Dejen al equipo de Trump comer en paz”, titulaba su editorial el diario The Washington Post a raíz del caso de Sanders.
La portavoz, junto a sus siete acompañantes, tuvo que abandonar un restaurante en Lexington, Virginia, luego de que la propietaria argumentara que no podía servir a una persona que trabaja para una Administración que considera inhumana y sin ética.
“¿Cómo de difícil es imaginar, por ejemplo, que personas que creen que el aborto es un asesinato decidan que jueces u otros cargos electos que protegen los derechos al aborto no deberían poder vivir pacíficamente con sus familias?”, se pregunta el Post, un diario muy crítico con la política de Trump.
En medio de la tensión, es imposible no apuntar indirectamente a la retórica divisiva de Trump, quien es el Presidente menos unificador de las últimas décadas en Estados Unidos, obsesionado en atizar tensiones, crear enemigos y dividir el mundo entre ganadores y perdedores, buenos y malos.
El republicano se burló sin pudor de sus contrincantes, evitó censurar a grupos racistas blancos y como candidato alentó la violencia física contra manifestantes críticos en sus mítines.
La respuesta de Trump al incidente de Lexington fue atacar al establecimiento.
David Axelrod, asesor electoral de Barack Obama y estratega jefe en los primeros años del demócrata en la Casa Blanca, consideró el altercado de Sanders un triunfo de la visión de América de Trump.
Otros ven en el altercado de Virginia un modelo a seguir.
“Si ves a alguien del Gobierno en un restaurante, una tienda, una gasolinera, te desplazas allí y agrupas una masa para hacerlos retroceder y les dices que no ya no son bienvenidos en ningún lugar”, propuso este sábado la congresista demócrata por California Maxine Waters en un mitin en Los Ángeles.
Trump reaccionó y llamó a Waters una persona con un coeficiente intelectual extremadamente bajo y le advirtió del peligro de alentar la confrontación.
Durante la campaña electoral de 2016, los demócratas se esforzaron en dibujar a Trump como una persona errática que pondría en peligro al país.
Las descalificaciones a sus votantes, a los que Hillary Clinton llamó deplorables, lograron cohesionar a la base electoral del republicano y afianzar su retórica populista contra el establishment.
El historiador Jon Meachan señaló, en declaraciones al Post, que durante los años 30 y 60 existía polarización política pero no se vivieron ese tipo de actos de repudio público contra miembros del Gobierno.
Y remarcó que tanto los Presidentes Franklin Roosevelt como Lyndon Johnson no gobernaron del modo conflictivo y contencioso de Trump.
“Creo que el mundo de Trump está recogiendo lo que ha sembrado. Y eso es malo para todos nosotros”, afirmó.