29 agosto,2024 5:45 am

Acapulco cinematográfico XIII

 

 

Anituy Rebolledo Ayerdi

 

La censura

 

La censura ha sido desde siempre un golpe implacable a las libertades individuales, justificado por el poder público aduciendo razones morales, ideológicas y políticas. Acciones rechazadas y condenadas por la Declaración de los Derechos Humanos. Un documento que asegura que la libertad de expresión constituye un derecho inalienable, imprescriptible e institucional.

La censura es la intervención que practica un sujeto (censor) en el contenido de una obra, escrita o cinematográfica), atendiendo a razones ideológicas, morales o políticas.

La censura cinematográfica se ejecuta por primera vez en México en 1913, cuando el dictador Victoriano Huerta emite el primer reglamento cinematográfico. Documento que ordenaba que los cineastas deberían mostrar su proyecto a un inspector del gobierno, mismo que se encargará de darle o no el permiso para realizarlo. No se permitían, por ejemplo, las escenas sobre la comisión de un delito, a menos que hubiera una siguiente donde el delincuente recibiera su pena. Se castigaba duramente la difamación o las calumnias contra cualquier autoridad, prohibiéndose incluso las imágenes de bodas o sepelios sin el consentimiento de los interesados.

La censura cinematográfica descansa durante la etapa más complicada de la Revolución. Volverá durante el gobierno del presidente Venustiano Carranza, quien promulga el Reglamento de Censura Cinematográfica, dirigido particularmente al uso de las escenas del movimiento armado.

 

La moralización de México

 

Perdida la guerra cristera, la Iglesia, en un intento de amalgamar a toda la religión católica, encarga al grupo de élite denominado Caballeros de Colón la tarea de moralizar a todo México. Se apoyan en reglas morales vigentes en todo el mundo, especialmente de Estados Unidos. Para el cine publican su primera hoja de apreciaciones cinematográficas.

Con la llegada a la presidencia de Manuel Avila Camacho, católico fervoroso, la Legión se institucionaliza como censora oficial del gobierno. Se establecen las letras ABCD para definir las películas que deberán ver los niños, los jóvenes y los adultos. La letra  “D”, por ejemplo, correspondía a las películas prohibidas por la moral cristiana. Se daba el absurdo de que los censores no veían las películas y sólo se guiaban por sus títulos. El código de los censores prohibía la desnudez y el enfoque de las cámaras sobre las caderas de las mujeres bailando. Y una más: que al besarse una pareja no se muestren los labios y nunca las bocas abiertas.

Durante la década de los años 50, las reglas de la censura cambian por la competencia y presión económica tanto de la televisión como de cine estadunidense. Será hasta entonces cuando se exhiba La fuerza de la razón, la película enlatada en la que aparece desnuda la actriz Ana Luisa Peluffo.

El presidente Carlos Salinas de Gortari publica la primera  Ley Federal de Cinematografía y en ella se prohíben los cortes en las películas y el “enlatamiento” de las mismas, salvo delito de por medio.

 

La clasificación

 

La clasificación actual de los largometrajes la hace hoy la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía, con la siguiente clasificación: AA para todo público, A mayores de 6 años; B para mayores de 12 años, B15 no recomendada para menores de 15 años, C adultos mayores de 18 años y D sólo adultos por el contenido sexual explícito, lenguaje procaz o alto grado de violencia.

 

Películas D exhibidas aquí

 

Durante dos décadas fueron exhibidas en el puerto películas con clasificación D, sólo para adultos, sin que se hayan producido manifestaciones de rechazo por parte de grupos religiosos y moralizantes. Tampoco existen testimonios de rechazo durante la proyección de las mismas. Estas:

El cartero llama dos veces (1964), Fando y Lis (1967), El asesinato de la hermana George (lesbianismo) (1968), Emmanuel (1974), La historia de O (1978), Tintorera (1979), Calígula (1979), Holocausto caníbal (1979)

 

Cine porno en Acapulco

 

La Dirección de Espectáculos, dependiente del Ayuntamiento de Acapulco, ha negado siempre la existencia de algún registro oficial que constate la exhibición pública de material pornográfico. “Pero sí clandestinamente”, revira el excelente periodista y mejor amigo Xavier Rosado, en un reportaje titulado Cine porno en Acapulco. Una tarde de onanismo y fantasías sexuales por 25 pesos, fechado el 22 de noviembre de 2002.

Rosado revela que las salas de cine porno se localizaban en la calle Ejido, la colonia Hogar Moderno y el antiguo cine Tropical, Se exhibían los títulos: Sodomía no stop, La sensual animalita, Extasis oral, Leena, la hechizada; Pensamientos peligrosos, Private please, y Excitaciones. Todos estadunidenses.

Al penetrar a una de aquellas salas, el reportero Rosado se encuentra con un ambiente denso, estresante y con un olor a sudor penetrante impregnado en las butacas. Eran 12 hombres en aquella función, todos sentados al fondo de la sala, en busca seguramente de la oscuridad. Estos nunca tratarán de inhibir la fuerte excitación que les producían las escenas de la pantalla. Por el contrario, la exteriorizan con diversas manifestaciones clásicas del machismo mexicano.

Inimaginable, un hombre mayor practicando el onanismo con la celebración de sus compañeros. La empresa no prohíbe tales actos, pero sí procura la limpieza de su mobiliario y lo hace obsequiando papel de baño a la clientela.

La única prohibición de acceso a las salas estaba dirigida a las mujeres solas y ello en previsión de cualquier ataque sexual motivado por la excitación generalizada. El grueso del público, al decir del encargado de la sala, lo constituían “jotos, mayates y maricones, algunos emulando las acciones de la pantalla. También matrimonios y señores grandes bien vestidos”.

No dude el lector que algún periodista tan avezado como Xavier Rosado ande hoy tras algún reportaje similar que, pese a lo que hoy se diga sobre la censura, seguramente lo va a lograr.

 

 

 

 

 

 

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