2 mayo,2024 5:16 am

Acapulco, por siempre y para siempre II

 

Anituy Rebolledo Ayerdi

Almirante Lord George Anson
Inglaterra (1697-1762)

Acapulco, bahía extraordinaria

La bahía de Acapulco está casi rodeada por escarpadas montañas, cuyas bruscas pendientes, en su lado sur, dejan apenas una pequeña franja plana habitable, circunstancia que explica su inusitada profundidad. La Entrada, que abre hacia el sureste, está bloqueada por la isla de la Roqueta, que la divide en dos bocanas de dimensiones desiguales, el paso del lado Este, conocido como Boca Grande, que tiene una anchura de más o menos milla y media, y la llamada Boca Chica, que mide únicamente unas 260 yardas.
Aunqu lo ancho de la primera ocasiona marejadas y vientos que pudieran interferir con la seguridad de embarcaciones fondeadas en el lado opuesto, los barcos pueden encontrar seguridad anclados frente a la ciudad en el lado protegido de la bahía, hacia el Noroeste de su áreas principal, Así, el puerto tiene la ventaja de ser seguro y profundo, con una área superficial para anclaje de 11 kilómetros cuadrados variando su profundidad entre 5 y 20 brazas. Una bahía tan extraordinaria que el galeón de Manila era amarrado a un árbol en tierra en vez de anclar a media bahía.

Julio Verne
Nantes, Francia, (1828-19059)

Un drama en México es el título del primero de dos relatos de Julio Verne ambientados en México, basado en el amotinamiento de dos barcos de la armada española con destino a este puerto. Un ensayo breve que el escritor publica una vez que ha alcanzado fama y prestigio y en el que declara su simpatía por las causas independentistas de las Américas. Un texto en el que asombra su facilidad para detallar paisajes tomados del Atlas bien sus geográficas sobre Acapulco:
“Una vez apoderados de las naves Asia y Constante, los marineros amotinados desvían su rumbo hacia las costas mexicanas. La intención es vender los busques a la recién creada confederación mexicana, aún sin ningún navío militar. Se dirigen directamente a puerto de Acapulco en manos de los españoles luego der que han desalojado en 1815 a las fuerzas del generalísimo Morelos y Pavón. Para Verne, los marinos desertores no sólo venden las naves, sino que también se incorporan a los conquistadores. Así, las naves Asia y Constante serán las primeras unidades de lo que será, seis años más tarde, la armada mexicana.

Julio Sexto
(España 1887- México 1960)

El periodista español Julio Sexto llega a México para dedicarse a la cátedra y las letras. Colabora en algunos periódicos de la época como El Hijo del Ahuizote, El Diario del Hogar y El Imparcial. Su Elogio de Acapulco aparece en su libro La Reina de Acapulco (1935). Otros textos suyos: La Agonía del Bardo, Azulejos y Los bohemios de la muerte.

Elogio de Acapulco

Acapulco remoto… meta heroica marina
de las Naos gallardas que venían de China

Acapulco leyenda… Acapulco, alegría
que se lleva en sus ondas nuestra melancolía…

¡Acapulco…una ola… una brisa…una palma…
el calor en el cuerpo…la frescura en el alma…!

Acapulco sonoro por el nombre y el mar,
y tan lleno de encantos que aún están sin cantar!

Acapulco sedante… milagroso remedio
para echar en el agua nuestras cargas de tedio

Acapulco, bahía como plata en crisol
en las fraguas ardientes de las puestas de sol

Acapulco, incitante, que promueve la fiesta
y abre los apetitos del amor en la siesta.

Acapulco… un albatros… una vela… una racha
–en la playa, desnuda, una linda muchacha–.

Acapulco: Caleta… Manzanillo… Tambuco…
–una gran tintorera que va tras un cayuco–

José Joaquín Blanco
México (1951)

Acapulco y la luna de miel

“Acapulco, sitio ritual de iniciaciones sentimentales y de lunas de miel, de excursiones familiares y asomos a la farra, de la siempre codiciada aventura de convivir con extraños que terminan pareciéndose tanto a uno mismo, ha definido para varias generaciones el sitio y la ocasión de contento de todo el año, “Nos vemos el año que entra, a la misma hora”, se despiden algunos turistas. O la próxima Semana Santa, o el siguiente fin de año.
“Metrópoli del descanso y regocijo, horizonte de ilusiones y sueños, Acapulco es el punto dorado con que el siglo XX mejoró el hosco mapa mexicano. Dura tarea la de configura el edén para tanta gente, y que cese de sopetón en las temporadas, sobrexcitada y urgida, ávida de todo. Los edenes no suelen recibir el reconocimiento y la gratitud que debieran. Nada tan indispensable como ellos”.
José Joaquín Blanco. Cronista chilango, dramaturgo, ensayista, narrador y poeta. Ha colaborado en varias publicaciones como El Financiero, El Universal, La Jornada, Nexos y Siempre. Primer lugar en el concurso Punto de Partida (1971). Premio Diana Moreno Toscano a la promesa literaria (1973). Ariel al mejor guión cinematográfico por Frida, naturaleza muerta (1985), compartido con Paul Leduc).

Doctor Johannes Georg Jakob Preuss
(Alemania 1946)

¡Das ist Hiunderbar! (¡Esto es una maravilla!)

Fue la expresión del científico alemán al ver por primera vez la bahía de Acapulco, que venía a estudiar (1976). Ni más ni menos como lo hiciera 1803 su paisano Alejandro de Humboldt, doctor de geografía física, geología y ecología e investigador de la Universidad Johannes Gutemberg de Maguncia” (Mainz), Alemania.
Sobre la estancia del doctor Jacob Preuss en Acapulco, al servicio del Plan Acapulco, programa de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, da fe un estudio de su autoría titulado Los recursos naturales de relevancia turística en la bahía de Acapulco (1976). Citado por los investigadores César Campodónico y Wilson Nery Fernández, en el estudio titulado Crecimiento de Acapulco (1981), referido a las playas del anfiteatro:
“Observan un largo de 6.7 kilómetros, un ancho medio de 45 metros en un área total de 0.303 kilómetros cuadrados y de la cual un 63% corresponde a la playa seca y el resto a la húmeda. Predominan arenas gruesas y medias, las primeras generalmente relacionadas con los lugares donde abunda el granito, en tanto que las medias y las finas (muy escasas) van asociadas a los materiales metamórficos. Así, Costa Azul y La Condesa tienen arenas gruesas, en tanto que Hornos posee predominantemente medias y finas”.

La fosa abisal

Otro dato importante aportado por el cartógrafo alemán se refiere a la fosa abisal de Acapulco (o “fosa marina” o “fosa oceánica”) cuya profundidad calculó en 5 mil metros (la de Japón es tres veces más profunda). Producto esta de los fenómenos de subducción durante el contacto entre la placa de Cocos con la Norteamericana –momento en que la primera se introduce debajo de la segunda–, generando los movimientos sísmicos. Se prologa 230 kilómetros de Acapulco a Papanoa, cubriendo amplias zonas y períodos de oscilación prolongados. Una intensidad sísmica sólo superada por Chile y la Columbia Británica

Concha Hudson Batani
Acapulco

El primer automóvil en Acapulco

En 1916, siendo gobernador de Guerrero, el general Silvestre Mariscal, trajo al puerto el primer automóvil, un Studebaker sedán, descapotable. El chofer del vehículo era un soldado carente del habla, conocido como El mudo del Mariscal. El auto tenía faros de carburo y lo arrancaban a mano porque tenía magneto y no conexión eléctrica. Doña Elisa, esposa del general, ordenaba sacar el carro por las tardes e invitaba a alguna de mis tías a pasear. Sobre la actual calle Felipe Valle hicieron un zaguán que servía especialmente para para la entrada y salida del coche. Partían de ahí, llegaban a la calle San Diego (hoy Benito Juárez) para salir al Zócalo; le daban vuelta a Jesús Carranza, seguían por la actual calle Escudero hasta la casa Alzuyeta, volviendo al punto de partida. Allí terminaba el paseo.

Enrique Fernández Castelló
México (1870-1950)

La más grande historia de amor en Acapulco

En lo más alto del cerro del Guitarrón se asoma orgulloso e imponente el testigo mudo de una de las grandes y a la vez triste historia de amor que este puerto ha inspirado. Desde casi todos los puntos de la bahía de Acapulco se puede apreciar la majestuosa cruz blanca que parece coronar el famoso cerro.
La obra de 42 metros de altura que flanquea la entrada principal a la Capilla de la Paz, es resultado del inmenso amor que Milly Hauss de Trouyet prodigaba a Acapulco. Cuyo sueño mayor era brindarle un símbolo de espiritualidad que dominara la bahía y que pudiera ser apreciada desde cualquier punto de ésta, decidiendo por ello su edificación en la zona más alta del fraccionamiento Las Brisas. El famoso empresario Carlos Trouyet, su esposo, emprendió esta obra como expresión del amor que profesaba a Milly.
Durante la edificación murieron sus hijos Jorge y Carlos jr. en un accidente aéreo y tres años más tarde murió Milly sin haber concretado su anhelado sueño El no cejó en su empeño hasta ver cristalizada esta magna obra. Junto a la cruz fue colocada una escultura Las manos de la hermandad, en memoria de los hijos de don Carlos. La capilla de la Paz, cruz y escultura constituyen desde 1971 una de las más profundas expresiones de espiritualidad y amor de este fascinante destino.