21 marzo,2024 4:23 am

ACAPULCO, SIEMPRE Y PARA SIEMPRE

Heráldica porteña III

Anituy Rebolledo Ayerdi

 

Sandoval, Cerda, Silva, Mendoza

La finca localizada al noreste de Acapulco , propiedad del virrey Luis de Velasco II, en la que pretendió descansar alejado de la política, aparece en 1595 como propicia para albergar a familias sin recursos y alejadas de la fe católica. Así lo acuerda el virrey Gaspar de Sandoval Cerda Silva y Mendoza a favor de 25 indígenas y mulatos de Sabana Grande, quienes desde luego son instalados en la nueva comunidad establecida en la bahía de Acapulco. Tomará ésta el nombre de Icacos, el fruto de árboles poblando el entorno, traídos de Japón por el propietario original.

Magallón, Marín, Arellano

Por ocupar un lugar dentro de la bahía de Acapulco y ser sus habitantes indígenas y negros, la comunidad de Icacos ha padecido a lo largo de los años de asedio y persecución por parte de la raza dorada. Primero fue el presidente Alemán quien los despojó de su playa y los arrinconó al otro lado de la Costera, pero vendrá el gobernador Rubén Figueroa, quien se llevaba de piquete de ombligo con la brava luchadora social Toña Magallón, cuyo saludo cordial era una mentada de madre, y les construirá viviendas a los icaqueños.
Doña Toña y los también dirigentes Martín y Arellano lucharán por años por el rescate del antiguo panteón de Icacos, en plena playa, entre los hoteles Holiday y Calinda, sin nunca haberlo logrado. Hoy los turistas pagan las consecuencia al ser interrumpidos en sus sueños con centenares de ánimas reclamando justicia. ¡Es cosa nomás de imaginarse!

Suárez, Mendoza, Velasco, Zúñiga, Acevedo

Durante los festejos de la toma de posesión de don Alonso Suárez, como tesorero de la Real Hacienda y titular de la recién establecida Aduana de Acapulco (1597), se habla de la urgente necesidad de proteger al puerto de los piratas. Un tema tratado años atrás durante el virreinato de Lorenzo Suárez de Mendoza, conde de Coruña, quien trasmitió al rey de España un memorial en tal sentido. Incluso, anexaba un mapa de la colina ideal para edificar tal fortaleza(1539). Silencio Real.
Misma demanda que revivirá 10 años más tarde el virrey Luis de Velasco, hijo, marqués de Salina. El 25 de febrero de 1593 solicita al rey Felipe II la autorización para construir un castillo artillado, en la misma colina aludida por virreyes anteriores. No tendrá respuesta.
Recién llegado a Acapulco, el virrey Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey, hace suyo el proyecto de una fortaleza para proteger las riquezas de la Corona española. Con tal argumento se dirige al monarca, esta vez Felipe III, quien tampoco dará ninguna respuesta.

Drake, Van Spielberg, Boot

Todo cambiará cuando se tengan noticias sobre la presencia de Francis Drake en los mares del sur. Un sanguinario pirata cuya última hazaña era comentada con horror: el asesinato de toda la tripulación de una nave saqueada en altamar.
A lo anterior se sumará un suceso jamás imaginado. La ocupación de la bahía de Acapulco por seis bergantines del pirata holandés Jorge Van Spielbergen, el 11 de octubre 1615. Embarcaciones recibidas con un solo disparo de advertencia por parte de uno de los 60 arcabuceros españoles situados en torno a la propia bahía. Los piratas, extrañamente no responden el fuego sino que izan la bandera blanca de paz y envían a tierra a sus parlamentarios .Ofrecen disculpas por la incursión y demandan agua y comestibles a cambio de los prisioneros españoles que han tomado a lo largo de sus correrías. Los habitantes del puerto tendrán que soportar aquella odiosa presencia durante una semana.
Cuando han transcurrido apenas 15 días aquél insólito cuanto peligroso suceso, el gobierno virreinal, ahora sí, contrata los servicios del ingeniero holandés Adrian Boot, para edificar la tantas veces demandada fortaleza. o Real Fuerza, según la denominación oficial.

Gómez, Vasco, Del Valle, De la Riva, De León Ruiz, Aréstegui

Boot inicia desde luego los trabajos en la meseta escogida años atrás, frente a la bocana. Lo apoyan maestros locales de albañilería y entre quienes figuran: Luis Gómez, Pedro Vasco, Andrés del Valle, Pedro de la Riva, Juan de León, Hernando Ruiz y Martín Aréstegui. La peonada de aquí y de fuera fue numerosísima.
El ingeniero militar concibe su obra en forma de pentágono o estrella de cinco puntas. Y da nombres a los baluartes terminados: Caballero del Rey, El Príncipe y El Duque Sobrevendrá entonces un fuerte terremoto que obligará a reforzar los que estaban en proceso denominados Los Caballero de Guadalcázar y El Marqués. Se ejecutarán la puerta y el puente levadizo, el cuartel, la casa del castellano y la sala de armas. La construcción de la Real Fuerza de Acapulco, en una superficie de 25 varas, concluye el 4 de febrero de 1617. Su polvorín será edificado en el cerro de El Veladero.

Peralta, Fernández, De Córdova

Antes de que las personas que intervinieron en la construcción de la fortaleza –maestros albañiles, canteros, peones–, regresen a sus lugares de origen, pedirán a las autoridades y al contador real someterlos a revisiones que eviten más tarde acusaciones sobre malos manejos. Acuerdan también entre todos ellos el nombre que llevará la obra, coincidiendo todos en llamarlo Castillo de San Diego, en memoria del santo patrono del virrey Diego Fernández de Córdova, marqués de Guadalcázar, su constructor.
La Real Fuerza de Acapulco se inaugura, finalmente, el 15 de abril de 1617, cuyo costo había alcanzado la suma de 113 mil 400 ducados. El ingeniero Boot exalta y agradece la participación de los maestros albañiles, canteros y peones locales destacando entre ellos a varios presos que cumplían alguna sentencia. Para perpetuar la memoria de la fortaleza, se coloca sobre el portón de entrada una lápida con la siguiente leyenda:
“Reinando en las Españas, Indias Orientales y Occidentales la majestad del imbicristisimo y católico Rey D. Felipe nuestro señor tercero de este nombre, siendo su virrey lugarteniente y capitán general en los reynos de la Nueva España Don Diego Fernández de Córdoba, marqués de Guadalcázar, se hizo esta fortificación. Año de 1616. Ingeniero Adrián Boot”.
Se hicieron disparar los cañones con cargas de prueba, alcanzando a llegar los proyectiles hasta la Punta Grifo, quedando por tanto debidamente protegida la ciudad de posibles incursiones de naves enemigas.
Sucederá, sin embargo, que San Diego no será capaz de rechazar un primer ataque pirata. Ello quedará demostrado cuando, en 1624, el príncipe de Nassau, al mando de una poderosa escuadra, penetra la bahía de Acapulco sin cesar su intenso bombardeo, logrando llegar muy cerca de la fortaleza sin ninguna respuesta. Y era que había sucedido lo increíble: los cañoneros habían huido junto con la aterrorizada la población del puerto. Lo bucaneros permanecerán una semana apropiados de Acapulco, llevándose, al retirarse, todas los bienes que pudieron embarcar incluidos gallinas, chivos y cerdos.
En 1621 se funden en Manila dos cañones de 24, destinados a San Diego de Acapulco y dos años más tarde recibe dos piezas similares.

Mirrha, Sosa

Expectación en el puerto por la presencia de una dama de rasgos orientales y extraña vestimenta. Ha desembarcado de una nao procedente de Manila y, según la versión popular, se trata de una esclava llamada Mirrha, rescatada por el capitán del navío Miguel Sosa. Este y la esclava viajan inmediatamente a la ciudad de Puebla donde ella será presentada como “La China Poblana”

Díaz, Laurel

Bartolomé Díaz Laurel nace en 1599 en el Barrio de la Poza de Acapulco y muy joven recibe los sacramentos de la iniciación cristiana en la parroquia de Nuestro Señor de los Reyes. Será aquí mismo, en el convento de Nuestro Señor de la Guía, donde surja su vocación religiosa.
Ingresa al noviciado en el convento de Santa de Buenaventura, en Valladolid (hoy Morelia, Michoacán) donde recibe el hábito el 13 de mayo de 1615. Profesa como hermano lego en octubre de 1617.
En 1619 se ofrece para integrarse a las misiones en Filipinas y en el convento de su orden, en Manila, se dedica al estudio del japonés y a la práctica de la enfermería.
En 1625 viaja a Japón como ayudante del sacerdote Francisco de Santa María, donde desarrolla una importante labor como catequista hasta su arresto. Encerrado en Nagasaki, donde, tras muchos padecimientos, fue quemado vivo, a fuego lento, el 17 de agosto de 1627. Junto con él 14 dominicos, franciscanos y laicos .
La Sagrada Congregación de Ritos por decreto del 21 de abril de 1668 lo declaró mártir, El papa Pío IX lo beatificó el 7 de julio de 1867.