28 diciembre,2019 5:23 am

Adiós 2019, ya eres gusano de otro mezcal

Ruta de Fuga

Andrés Juárez

La 4T celebra la popularidad sin precedentes del presidente Andrés Manuel López Obrador este fin de año –su primer año–, mientras que en el sector ambiental el balance no alcanza, por sus magros resultados, un tono festivo. La primera titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) pasó por ahí con más pena que gloria. El segundo… digamos que aún no ha dado elementos para decir algo distinto respecto de su antecesora. Josefa González Blanco Ortiz Mena comenzó la transición con una entrevista en la que no logró articular el discurso que pretendieron imponerle sobre el patrimonio biocultural, porque repetir conceptos sin entenderlos tiene también su grado de complejidad. En aquella ocasión, la exfuncionaria dijo que los aluxes sí existen y que no son ni buenos ni malos sino sólo pequeños. Ay. No consiguió hablar de la estrecha relación entre la cosmovision indígena y el uso de la tierra, los bosques y el agua; no pudo transmitir el valor de las creencias locales en la conservación de la biodiversidad –por ejemplo, el dicho lacandón de que “cada que se extingue una especie se extingue un universo”–; no lo logró porque repetía sin comprender.

Luego vino el ritual para pedir permiso a la madre naturaleza de comenzar el megaproyecto del Tren Maya. De nuevo, lo que pudo ser un acto reivindicativo de la tradición campesindia (Armando Bartra) terminó mal comunicado como un sustituto ilegal de la normatividad de evaluación del impacto ambiental. Después llegaron los incendios forestales que ni fueron atípicos ni rompieron récords, pero se tornaron en una crisis social por la calidad del aire en la urbe más grande del país. Y ante ese poquito de presión, doña Josefa se autoinmoló en pretendido abuso de poder que detuvo un vuelo comercial y devino efímero escándalo de redes sociales. Ante su renuncia y el rumor del supuesto reemplazo por el senador y exgobernador de Chiapas Manuel Velasco, ganó la exigencia casi unánime de que llegara a Semarnat alguien con conocimientos y experiencia. La opción lógica era quien había sido el mayor asesor del actual presidente en materia medioambiental, Víctor Manuel Toledo Manzur, quien también era mentor de González Blanco.

Más de uno se quedó con la ceja arqueada al observar que, con la llegada del híper prestigiado doctor Toledo a la Semarnat, salieron varios de los mejores fichajes de la 4T en el sector: Andrew Rhodes, de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), por mencionar un caso sobresaliente. Entre los inciertos nuevos nombramientos, felizmente llegó Adelita San Vicente al sector primario, porque como todo en la vida Dios da y Dios aquieta.

Pero los meses pasan y con la llegada del doctor Toledo no se ha remontado siquiera la vertiginosa caída del presupuesto destinado al sector. Y como bien recordó recientemente el reconocido historiador Lorenzo Meyer, la ideología del régimen no está en el discurso sino en el presupuesto. Así, de nada sirve que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, asegure que no se va a talar ni una sola hectárea de selva si el PEF (Presupuesto de Egresos de la Federación) grita que el medio ambiente es lo menos relevante. Ya ni hablar del gesto –un tanto fútil– que tuvo el titular de Semarnat de juntar a los secretarios estatales de medio ambiente para lanzar, cual activista, un llamado a salvar la política ambiental con más recursos.

El problema es que llegaron pregonando “nosotros lo haremos mejor”, y no. Al menos no hasta ahora. El desastre por megaproyectos corre el riesgo de agravarse, con la venia del presidente; el maíz sigue sin protección; la sustentabilidad de los bosques, mediante el manejo forestal comunitario, no tiene cabida ya ni en la misma Comisión Nacional Forestal (Conafor), cuyos apoyos comunitarios están extraviados, y la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) va llenando ese vacío con anuncios del secretario Víctor Manuel Villalobos de apoyar la sanidad forestal en estados prioritarios para el sector, como Oaxaca; los ríos siguen recibiendo todas las descargas de aguas negras y de contaminación difusa por una agricultura repleta de fertilizantes sintéticos; la cruzada de agroecología que prometió el propio Toledo sigue sin arrancar y las áreas naturales protegidas se sostienen con alfileres.

Lo único que no mengua es la soberbia, que incluye la contratación de personas inexpertas –pero honradas, lo apunto sin sarcasmo– en cargos directivos, aunque se infrinja la ley y la curva de aprendizaje de estos nuevos funcionarios implique la espera durante más tiempo de resultados aceptables (espero equivocarme, no tendría empacho en tragarme mis palabras). A pesar de esto, se insiste en que el trabajo realizado en el sector durante el sexenio anterior es sucio, que fue mal hecho. Que hasta la institución más respetada internacionalmente, la Conabio, está mal. Que la labor de años en regiones con equilibrios delicadísimos como la selva Lacandona está mal y por ello hay que reconfigurar –quién sabe con base en qué análisis de qué expertos– el modelo de conservación. No puede ser.

Ya veremos qué pasa. El año viejo, 2019, ya es gusano de otro mezcal. Ya fue. Les quedan cinco años. Lo óptimo para avanzar en 2020 sería dejar de gastar energía y prestigio en derrumbar lo que sí funciona, y destinarla a obtener, por ejemplo, un presupuesto en medio ambiente que refleje el verdadero sentido progresista de la 4T –en la que aún creemos–. Ojalá que se dejen ayudar por la muchísima sensibilidad, creatividad e inteligencia colectiva en medio ambiente que viene de antaño. Porque no todo lo anterior es cancerígeno. Pero sobre todo, esperamos que los próximos años sean para reconocer que lo medioambiental, lo ecológico –lo vital, nomás–, no va ni a la izquierda ni a la derecha sino al frente.

La caminera

Ya no cabe.

PD: Feliz 2020. Esta columna regresará revitalizada en la tercera semana de enero. Abrazos a quienes llegan estas líneas.

@feozem