25 marzo,2024 5:23 am

Adiós

 

 

Silvestre Pacheco León

El libro de despedida que escribió Andrés Manuel López Obrador al final de su mandato es aleccionador en más de un sentido. Aparte del contenido histórico sobre la realidad del país en el último medio siglo de vida, la experiencia que narra constituye todo un aporte a la teoría política (teoría y praxis, como el lenguaje de nuestra escuela) por eso es una lectura obligada para todos los mexicanos, sobre todo para los que forman parte de la 4T. Por eso la importancia de fomentar su venta y llevarlo a los clubes de lectura.
Para los jóvenes que tienen vocación para el quehacer político, el libro de editorial Paneta, de poco más de 500 páginas y poco menos de 300 pesos, constituye una herramienta primordial para su formación como dirigentes y una guía para un sistema de vida entregada a las causas populares.
La experiencia que narra de su desempeño como funcionario público del Instituto Nacional Indigenista en Tabasco y luego en la Procuraduría Federal del Consumidor es de una enseñanza ejemplar que distingue entre el compromiso con las tareas que acepta, desempeñándolas con eficiencia y honestidad y el papel de los simuladores que obtienen al encargo por influyentismo o compadrazgo, sin ninguna responsabilidad con el cumplimiento de las tareas que asumen, porque el puesto para ellos es solo un medio para escalar mirando hacia arriba, por el interés de quien lo puso antes que atender y resolver los problemas que son de su competencia a favor de los de abajo, pues si se mira bien, esa es una de las razones o el principal obstáculo que tienen las reformas que se han dictado para mejorar los servicios de las instituciones federales.
La fuerza de la inercia se impone y le gana a las excitativas del gobierno para mejorar la atención al público, por eso tarda tanto en verse los cambios que se anuncian desde el poder federal en sectores de salud, educación, transporte y seguridad pública que en nuestro estado son los más preocupantes porque son fuente de frecuentes movilizaciones, paros y bloqueos que alteran el orden tan necesario para la edificación de la paz.
Gracias, como se titula la obra del presidente, está escrita en un estilo claro y sencillo, como si se tratara de una plática salpicada de anécdotas que ayudan a la compresión de hechos que muchos vivimos para sin conocer el trasfondo y que retratan el lado humano de López Obrador.
Son los casos del motivo del desafuero que como jefe de gobierno sufrió en el año 2004, así como el encono de Vicente Fox contra su candidatura a la Presidencia porque realmente alentaba la idea de promover a su esposa Martha Sahagún para sucederlo. “Seis años más no estarían mal” le dijo Fox a un empresario que se quejó con él porque le parecía un despropósito.
Su experiencia gobernando la Ciudad de México es aleccionadora en la forma que explica la importancia de un plan de gobierno elaborado con la participación organizada de la sociedad porque en ella está la base del triunfo. Esa es también la lección de la película mexicana Actas de Marusia del chileno Miguel Littin que en 1975 causó gran impacto entre los activistas de izquierda porque cuenta la historia de una huelga de los mineros del salitre aplastados por la represión en cuyas actas queda registrada como clave de la derrota la falta de organización.
Andrés Manuel cuenta que con ese mismo tema coincidió con don Sergio Méndez Arceo en una plática que sostuvieron en Cuernavaca. El prelado le contó que llegó una vez un feligrés a la iglesia bañado en lágrimas, se dirigió a la imagen de la virgen que le ayudara: “Organízate” dice que le respondió la virgen.
Por eso explica que la base del triunfo fue el trabajo de organización que realizó en toda la ciudad, barrio por barrio para identificar y organizar las demandas y aspiraciones de los vecinos para darle contenido al plan de gobierno con el sustento popular, sin dejar de lado la importancia que tiene para el dirigente conocer a fondo la historia de la realidad que se quiere transformar.
Por eso tiene todo el derecho de presumir en sus conferencias mañaneras su amplio conocimiento de la historia de México, del territorio nacional y de su gente, con la cual existen lazos de entendimiento que difícilmente se pueden igualar.
Por esa excepcionalidad como dirigente, clave de su carisma, es precisamente que nunca se creyó diferente de los demás, aceptando con humildad y cierto grado pedagógico la importancia de reconocer sus errores y equivocaciones, tanto los que ha llegado a cometer como resultado de una reacción instintiva (cállate chachalaca), o por un mal cálculo de los que en política todos deben estar dispuestos a pagar.
Su aporte sobre la lucha electoral que vivió, los partidos que formó y dirigió, los triunfos que alcanzó, no tienen igual en la historia mundial y sus lectores pueden conocer la manera como enfrentó y resolvió las campañas de odio, los complots que se armaron en su contra, los miles de millones de pesos que sus enemigos invirtieron para evitar que los desnudara y exhibiera como los corruptos que son.
En su lucha memorable contra los desfiguros del INE y antes del IFE, aunque no lo cuente en el libro, en el 2021 en Guerrero actuó de la misma manera que en el 2009 en Iztapalapa cuando las autoridades electorales quisieron descarrilar la candidatura delegacional de Clara Brugada con el consabido desenlace con la figura del Juanito.
Sin embargo el desenlace electoral del 2021 en Guerrero no fue favorable para el cambio porque a la postre resultó un error dejar en manos del senador la decisión sobre quien lo sustituiría en esa candidatura negada por el INE cuando todo indicaba que, teniendo ganada la elección por la fuerza del obradorismo merecíamos un gobierno que pudiera secundar el cambio dirigido en el orden federal, con una estrategia donde la organización comunitaria fuera la base que sustentara un plan de gobierno local dirigido a enfrentar y resolver la enorme descomposición social que ahora lo tiene ensimismado, en vez de levantar una fuerza social organizada haciendo suyas las reivindicaciones de grupos y sectores insatisfechos.
Cuando necesitábamos un gobierno para cambiar radicalmente su actitud ante los normalistas de Ayotzinapa convirtiendo a dicha escuela, con la rebelde energía de sus jóvenes, en la fuerza transformadora de la educación en el estado, lo vemos tratándolos como enemigos, ahondando el resentimiento social que hay contra ellos.
Debemos aceptar que desaprovechamos esa oportunidad de organizar un gobierno como lo reclaman los retos locales y ahora, sin deberla, los guerrerenses estamos ante el riesgo de padecer una nueva versión de caciquismo, folclórico, con una gama de funcionarios que si no son militares, ineptos y sin trato respetuoso para los civiles, actúan como sirvientes, incapaces de contradecir y de criticar a quien los puso, aunque sepan que el salario que ganan lo paga el pueblo.
En Guerrero es muy grande la opacidad de la línea que separa al poder público de la delincuencia y si bien se trata de una relación heredada por el régimen caduco, ahora el pueblo, aunque no pague directamente ninguna extorsión, lo hace bajo el sofisticado método del sobreprecio cuando compra un refresco, una cerveza, carne y hasta las tortillas. Pero esto queda para el apéndice de “Gracias”.