31 octubre,2020 5:27 am

Al carajo con Facebook y Twitter

De Norte a Sur

Silber Meza 

(Segunda parte)

Martes 6 de octubre

Desperté. Fui al baño. Abrí mi teléfono y no había mucho que ver. Regularmente utilizaba de 15 a 20 minutos de mi tiempo para revisar Facebook y Twitter, pero ahora con mis cuentas en pausa bastaron cinco minutos para dejar el inodoro.

Antes buscaba portadas de periódicos en Twitter y el nuevo escándalo del día, tal vez de la hora, incluso del minuto, y como ya no lo podía hacer, más tarde abrí mi ordenador y entré a las páginas de los periódicos paraa verlos directamente, uno por uno, URL por URL.

En realidad no me estaba perdiendo de mucho. Hace años que Twitter dejó de ser un modelo espontáneo de discusión pública para convertirse en un vehículo de manipulación política con altas cantidades de odio, resentimiento y frustración social y política. Además, buena parte de las tendencias están manipuladas por grupos creados ex profeso.

Desde 2018, un texto titulado “¿Cuánto cuesta un trending topic?: la investigación de la BBC que revela cómo hacen las empresas para manipular hashtags y crear tendencias en Twitter” ya nos advertía de las tendencias artificiales: “Son promocionadas por misteriosas empresas que ganan dinero engañando al algoritmo de la red social para crear conversaciones que parezcan auténticas y naturales. Aunque sean, precisamente, todo lo contrario”.

La agencia inglesa contactó a una compañía que realizaba estos servicios en Arabia Saudita y le solicitaron que colocaran de tendencia la frase “Felicidades Fahima”. Les cobraron 200 dólares y, aunque no obtuvieron todos los resultados ofrecidos, sí se posicionó en un lugar alto en Twitter.

“Una vez que el hashtag (etiqueta) creado llegó a la lista de trending topics (temas de moda o más vistos), muchos usuarios ‘reales’ de Twitter comenzaron a usarlo. Algunos preguntaron quién era Fahima o dijeron ser amigos de ella”, se relata en el artículo de la BBC.

En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha reclamado frecuentemente esta manipulación, en particular durante la crisis ocasionada por la covid-19, y la ha llamado “infodemia”.

Es verdad que Twitter puede resultarle necesario a quienes nos interesa tener presencia pública para proyectar nuestro trabajo, como yo con el periodismo y activismo anticorrupción, pero en este momento no tengo el mínimo ánimo de deslizarme por la espiral de las malas vibras: que si “Fecal”, que si “El Cacas”, que si Frenaa, que si el vestido de la esposa del presidente, que si los gobernadores de la Conago, que si crean una alianza federalista, que si es “politiquería”. Las noticias las sigo viendo, pero no el bombardeo de ideas manipuladas que buscan crear sentimientos e ideas predeterminadas.

Miércoles 7 de octubre

No he visto ni Facebook ni Twitter ni TikTok ni Instagram en mis dispositivos móviles. ¿Y qué creen? Sigo vivo. He tenido tiempo de más calidad en mis convivencias presenciales, charlas más largas y estructuradas con seres queridos, he aumentado mis llamadas por teléfono y también mi comunicación por Whatsapp, esa red social que compró Facebook para afianzar la concentración de mercado.

Ahora también uso más el correo electrónico, y no, no tengo interés por saber qué sucede en las redes sociales que abandoné porque me sigo enterando de los sucesos noticiosos que me interesan a través de visitas directas a los portales.

Leí un artículo en el New York Times titulado “¿Qué efecto tiene Facebook en tu salud mental?” y justo realizan el mismo ejercicio que yo: abstenerse un mes del uso de Facebook.

Es un análisis de la Universidad de Stanford que dice: “a la mitad de los usuarios se les pidió al azar que desactivaran su cuenta de Facebook durante un mes a cambio de un pago. El precio pactado para el pago fue un tema de gran interés para los investigadores: ¿cuánto vale el acceso mensual a fotografías, comentarios, grupos de Facebook, amigos y noticias? El estudio reveló que el costo es de aproximadamente 100 dólares en promedio”.

En mi caso no hubo pago. Lo hice gratis.

Se añade que alejarse de Facebook dejó a los abstemios una hora libre al día en promedio, y más del doble a los usuarios asiduos; reportaron haber pasado más tiempo desconectados, con amigos y familia y viendo televisión.

No sé si en lo sucesivo vaya a activar Facebook, Instagram, Messenger, Twitter y hasta TikTok, lo que sé es que por el momento no los he necesitado para nada.

Jueves 8 de octubre

Hoy quise abrir un PDF en Acrobat Reader pero no pude hacerlo porque en el pasado, cuando lo descargué, me solicitaron que lo asociara a alguna red social o cuenta personal y lo hice con Facebook, y como deshabilité Facebook se complicó todo. Tuve que enlazarlo otra vez, pero ahora a mi cuenta de correo electrónico.

Más tarde me sucedió algo similar: el Instituto de Cultura de Sinaloa (ISIC) realizó una tertulia sobre el Club de Lectura La Hojarasca instalada en el municipio de Mocorito, un lugar al que le tengo mucho cariño y del que hice una crónica que ha sido bastante leída. Quise verlo en vivo pero se realizó por Facebook LIVE, así que me quedé con las ganas.

Confieso que en ese momento estuve a punto de volverlo a activar, pensé que valía la pena y estaba justificado, pero decidí no hacerlo y seguir con el reto establecido. ¿Habrá alguien que se anime a prestarme su cuenta de Facebook para verlo?

Viernes 9 de octubre

Ni Facebook ni Twitter tuvieron repercusión en mi vida física. ¡Genial!

Sábado 10 de octubre

Me preguntaron si ya sabía lo nuevo en Twitter: que el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, tenía novia y que lo fotografiaron besándose con ella en un restaurante. Dije que no, y ahí se acabó la conversación.

Aún no he podido ver la tertulia que hizo el ISIC en torno al Club de Lectura La Hojarasca. No hallo quien me preste su cuenta y dispositivo por una hora.

Además, este día un amiga me preguntó por WhatsApp: “¿Todo bien? Acabo de darme cuenta que no estás en Facebook”. Sentí que la pregunta arrastraba un dejo fúnebre.

He pasado una semana sin este par de redes sociales y puedo decir que el balance es muy positivo. He tenido más tiempo para departir con amigos de forma telefónica e incluso presencial, con sana distancia; me he enterado de menos cosas irrelevantes y me he enfocado en leer libros, cuentos y, sobre todo, charlar de viva voz con personas, sí, de esas de carne y hueso. Qué loco, ¿no?