1 julio,2022 5:02 am

Ali Smith: el tiempo de la amistad

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Adán Ramírez Serret

 

La vida cambia después de leer las grandes novelas. El invierno y la primavera, nunca son los mismos tras leer a Tolstói. Ni el verano con sus lluvias tormentosas luego de Proust. Porque a partir de las grandes obras se puede sentir con mayor fidelidad el cambio de las estaciones. Se descubre también que nuestros sentimientos, nuestros recuerdos están ligados a los aromas, a los cambios de luz y de temperatura.

Es en esta sintonía que Ali Smith (Inverness, 1964), escribe su tetralogía sobre los meses del año. La primera entrega es Otoño. Una novela llevada con la paciencia de las grandes obras. Poco a poco, con un fino sentido del humor y que dialoga de manera sencilla con grandes autores como Charles Dickens y William Shakespeare.

Desde las primeras líneas hace referencia a Dickens, dice, “Era el peor de los tiempos, era el peor de los tiempos”. Sólo que, a diferencia del inicio de Historia de dos ciudades, “Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos”, en esta novela de Smith solamente hay tiempos peores. Gran Bretaña acaba de sufrir el Brexit y el espíritu del nacionalismo, la xenofobia y la burocracia, abunda. Sin embargo, las páginas de Otoño están plagadas de sentido del humor y sobre todo de belleza, pues es una historia de amistad. Cita en el epígrafe un poema de John Keats, “Si es mi destino ser feliz contigo aquí… / cuan breve es la más larga vida”.

Sí, es una historia sencilla sobre la amistad. Y una muy singular, entre Elisabeth (con s para desgracia de la burocracia) primero de trece y luego de treinta años, y de Daniel primero de ochenta y después de cien años.

Daniel llega a vivir a la casa contigua a Elisabeth cuando ella es adolescente. Su madre le prohíbe que se junte con el nuevo vecino porque le parece excéntrico, europeo y homosexual. Elisabeth muere de ganas de conocerlo y se propone como trabajo entrevistarlo para una tarea de la escuela. La madre es categórica, le dice que no debe conocerlo y le ofrece regalos si acata su orden. Pero le cuenta Elisabeth muchos años después a Daniel, “A la mañana del tercer día, comprendí por primera vez que tarde o temprano me iba a morir. Y desobedecí a mi madre”.

Por su parte, Daniel le dice la primera vez que intercambian palabras, “Vaya, al fin te conozco”. Y así comienzan una amistad única. Con cada palabra que dice Daniel a Elisabeth su vida cambia. Le cuenta obras de arte y hablan de la amistad, del amor… y Elisabeth comienza a hacerse preguntas sobre lo que será su vida.

En una ocasión Elisabeth está muy triste. Tiene unos patines nuevos. Sale a estrenarlos y de regreso a su casa se da cuenta que recuerda nimiedades como las grietas del asfalto, pero no puede recordar el rostro de su padre. Va con Daniel y le cuenta el motivo de su tristeza, a lo que él responde, “Está bien que olvides, ¿sabes?, dijo Daniel. Es bueno. A veces es mejor olvidar algunas cosas. Olvidar es importante. Lo hacemos a propósito, para descansar un poco. ¿Me oyes? Tenemos que olvidar o nunca podríamos dormir”.

La novela alterna los dos momentos de la amistad, cuando ella era adolescente y él le descubría el mundo, y después cuando ella es una adulta y él vive en un estado cercano al coma. En donde Elisabeth lo va a ver, le lee cuentos, y le confiesa “Pero siempre he pensado en ti. He pensado en ti hasta cuando no pensaba en ti”. Mientras él, Daniel, viaja por los recuerdos de su vida.

Otoño es una novela nostálgica, poco a poco se va develando la razón del título de la novela, que no es otro que la añoranza de aquellos tiempos que las estaciones del año eran claras, definidas y no como ahora que se vive en una constante monoestación. Y así, el otoño, o lo que nos queda de él, siempre será un recuerdo de esta divertida y fresca novela.

Ali Smith, Otoño, Salamanca, Nórdica Libros, 2020. 225 páginas.