24 mayo,2024 6:04 am

Alice Munro: contar con el silencio

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Adán Ramírez Serret

 

El pasado 13 de mayo el mundo sufrió la triste pérdida de Alice Munro (Canadá 1931‒2024). Mujer que ganó el Premio Nobel de literatura en 2013 y quien odiaba escribir novelas y, más que nada: amaba escribir relatos, algunos casi tan largos como una novela corta y otros breves en el más puro estilo del cuento que, según Julio Cortázar, siempre debe ganar por nocaut.

Desde hace ya varios años el Nobel no es entregado a los autores más célebres, un reconocimiento a los más famosos que daba la impresión de poner el laurel a quien la Academia sueca consideraba el mejor del mundo. Ahora, más bien, el Premio busca encender una lámpara para descubrir nuevos autores y nuevas literaturas. Fue el caso de Munro, quien era una autora reconocida, pero a la que nadie consideraba que le fueran a otorgar el Nobel, mucho menos ella misma, por supuesto.

Fue un gran descubrimiento, porque la autora canadiense traía muchas sorpresas bajo la manga: ser una escritora que durante buena parte de su vida fue ama de casa, escribiendo en los pequeños momentos entre las labores del hogar y cuidar a los hijos. Gracias a esto, premios a genias como Munro, han visibilizado a autoras tan deslumbrantes como Lucia Berlin, tan sólo por dar un ejemplo. Munro también mostraba un país, Canadá que ya había recibido un Nobel, Saul Bellow, pero cuya literatura no está, estaba, en los grandes reflectores. La Nobel contaba historias de pequeños poblados, de niñas, luego mujeres y después personas mayores, que vivían en estas pequeñas locaciones. Experiencias del descubrimiento de la vida adulta desde la infancia, historias de amor casi siempre imposibles desde el matrimonio y reflexiones desde la vida adulta sobre lo efímero de la existencia. Además de todo esto, Munro traía la mejor sorpresa: era cuentista, no novelista. Decían los de la Academia sueca que recordaba a Antón Chéjov y sí, así es: hay en ella esa sutileza para captar la inefable esencia de la vida que habita la narrativa del autor de El beso. Esos inigualables silencios luego de contundentes sentimientos que apenas y se expresan en palabras y actos.

Alice Munro cuenta que nunca se sintió confrontada por ser mujer y ser escritora, que en el pueblo donde creció era usual que las mujeres escribieran, y que el primer impulso de tomar la pluma vino después de leer La sirenita, de Hans Christian Andersen, porque le pareció extremadamente triste y le pareció injusto que terminara así, por lo que decidió reescribir la historia, pero con un final feliz. A partir de ahí siguió escribiendo, descubriendo a diferentes autoras y autores, no siempre con finales felices y, siendo feminista, dice ella, mucho antes de saber que lo era. Munro cuenta que tan sólo le natural que las mujeres escribieran y fueran protagonistas de sus historias.

Se trata de una autora bastante prolífica y tiene muchísimos cuentos deslumbrantes. Pienso en Llegar a Japón y en Las niñas se quedan. Ahora, tengo sobre mi mesa Danza de sombras, un conjunto de relatos escritos durante los años sesenta. La antología abre con El vaquero de la Walker’s Brothers en el cual una niña cuenta la experiencia de una niña que acompaña a su padre en su recorrido diario de trabajo durante los años treinta. Hace lo usual, vende la mercancía de casa en casa mientras ella lo disfruta, le aprende y él le cuenta su cotidianeidad, que es rota por una extraña visita que decide hacer el padre, alejándose del camino usual decide ir a ver una vieja amiga. Una mujer solitaria que vive con su anciana y ciega madre. Munro tiene el talento deslumbrante de crear la extrañeza a partir de esa visita, todo está visto desde los ojos de la niña, límpidos y abiertos de par en par. La casa, el atuendo de la mujer que cambia por un vestido que deja ver su pecho prominente, y, sobre todo, la extraña relación que tiene con su padre, hecha de recuerdos del pasado, comentarios ambiguos y miradas sostenidas.

Munro, al igual que Chéjov puede contar apasionantes aventuras con discretas insinuaciones. Reúne las virtudes totales de una cuentista: la magia de contar con el silencio.

Alice Munro, Danza de sombras, Ciudad de México, Lumen, 2022. 295 páginas.