1 julio,2023 5:31 am

AMLO pudo ser de grandes ligas

De Norte a Sur

Silber Meza

 

El presidente Andrés Manuel López Obrador nunca ha ocultado su amor por el beisbol, al contrario, en repetidas ocasiones lo destaca, lo juega, lo utiliza como caja de frases de sabiduría, como si fuera parte de la política y la vida misma.

Y, bueno, esa pasión por el deporte viene desde muy pequeño, cuando jugaba en su natal Tabasco. Todo indica que apuntaba para ser “caballo”, que en la jerga deportiva significa de alto nivel; algo sucedió que se frustró su sueño adorado.

“Porque el beisbol es más que un deporte, es una pasión fecunda que requiere de cabeza, de corazón y de carácter”, dijo en 2019.

Pero esta frase es la que define con más claridad ese anhelo: “Yo jugué beisbol con los grandes de mi pueblo, siendo todavía estudiante de primaria. Y en secundaria era prospecto para Grandes Ligas”.

Aún recuerdo que en 2006, mientras lo acompañaba como reportero en una gira por Sinaloa, específicamente de El Fuerte a Guasave, descendió de su camioneta al ver que en un pequeño pueblo había un partido de beisbol.

Llegó con los jugadores y saludó. Lo reconocieron de inmediato y solicitó que lo dejaran batear. Le picharon, no recuerdo si una o varias pelotas, pero tengo muy presente que dio un hit; macaneó, como dicen en el beis. Después se despidió y regresó a su camioneta.

Como animal político que es, sabe que eso le agrada a la gente pero, más que por votos, me quedó claro que lo hizo porque traía unas ganas enormes de darle a la pelota que no quiso contener.

El sueño, la ilusión, el amor por el deporte no puede ser de ninguna manera reprochado, lo que sí es criticable es que lleve ese gusto personal, casi obsesión, a la política pública. Esta idea es la base del reportaje que escribió la periodista Alejandra Crail en El Universal, y que tuve la oportunidad de coordinar.

Fue una serie de tres entregas llamada “Beisbol por decreto”. Es decir, para el presidente lo de menos fue si la gente quería beisbol, lo que hizo López Obrador fue imponer un deporte, aunque no hubiera quien lo jugara.

Y aquí una síntesis de la tercia de textos: el primero muestra que el gobierno federal utilizó un programa dedicado a disminuir el rezago social y urbano en zonas de mediana, alta y muy alta marginación para remodelar estadios profesionales que son negocio de particulares. Así, el presidente benefició a su hermano Pío López Obrador, a un exsocio de su anterior secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, y a su ídolo Fernando El Toro Valenzuela. A este último lo llamó el “caballo de caballos”. Y sí, es el gran ídolo del beisbol mexicano, ¿pero por eso se le remodeló el estadio donde juega el equipo de su propiedad con casi 300 millones de pesos? ¿Qué pasó con aquello de “primero los pobres”?.

El fondo que se utilizó se llama Programa de Mejoramiento Urbano (PMU) y es operado por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), que dirige Román Meyer Falcón.

En la segunda entrega hablamos de las retrasos, vicios y falta de sanciones que tienen las construcciones de los estadios que se realizaron por diversas partes del país. En Jalpa de Méndez, Tabasco, por ejemplo, se cayeron el techo y las gradas recién construidas… ¡en tres ocasiones!

El colmo lo vimos en Chalco, Estado de México. Los estudios previos efectuados indicaban la necesidad de escuelas, centros de salud, banquetas o bibliotecas, pero la Sedatu decidió construir un pequeño estadio de beisbol. El problema, además, es que es usado apenas por un puñado de personas, mientras que otras instalaciones deportivas que son muy utilizadas, como las canchas de soccer, permanecen con pisos de tierra y porterías sin red.

En total se han gastado más de mil 700 millones de pesos en el programa, y de este presupuesto la mitad se fue en los grandes estadios donde los propietarios de los equipos hicieron negocio.

El presidente no ha reparado en gasto para impulsar su deporte favorito, pero el gusto personal no puede convertirse en política pública por decreto, y menos con dinero público originalmente etiquetado para los más pobres.

Como se lee arriba: AMLO pudo ser de las Grandes Ligas.