5 agosto,2022 5:09 am

Andrés Neuman: el hilo de la vida

Adán Ramírez Serret

El purista y excéntrico autor francés, Pierre Michon, cuando habla de literatura no cree en el trabajo ni en la disciplina, porque considera que el arte siempre es un milagro.
No hay trabajo que haga posible lo que el talento y la inspiración logran: algunas líneas perfectas. Sin duda son contados con los dedos de una mano los autores que pueden hacer milagros así. Está Michon, por supuesto, Bolaño y otro selecto grupo al que pertenece Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) quien hace cada vez un libro diferente, no porque quiera cambiar de poética, sino porque cada libro (suyo) responde a un impulso diferente.
Neuman confiesa que no sabe cuántos libros ha publicado y que no se pregunta nunca sobre el género, sino que cada libro se adapta a su propia naturaleza. Para él la creación, en conclusión, es lo opuesto a la forma en la que trabaja un artesano, quien con la repetición logra la maestría, en donde la vasija mil será mucho más perfecta que la primera. Para Neuman, quizá la primera creación, sea la insuperable.
Es por eso que, entre su obra, se pueden encontrar ensayos, libros de viaje, aforismos, novelas, largas, breves; cuentos insuperables y, sobre todo, poesía. En toda esta escritura, la relación de Neuman con la literatura, ergo con el lenguaje, es la de un poeta. Pues cada una de sus obras es diferente, pero sin duda están escritas por una misma persona, por una gramática con patas –como nos llaman los lingüistas a los humanos– llamada Andrés Neuman.
Una de sus novelas más brillantes es Hablar solos. Una obra dolorosa sobre tres personajes, una mamá, un hijo y un padre. Dividida en tres partes, tres monólogos en donde los escuchamos hablar a cada uno y descubrimos que uno de ellos va a morir pronto. Y todo lo que hacen en el libro, con el lenguaje, es prepararse para la muerte. Dejar en las palabras, en los recuerdos, el vestigio de una vida.
Es una novela triste, la muestra del monólogo eterno humano que nos condiciona a solo escucharnos a nosotros mismos: Hablar solos.
Pasaron los años, Neuman escribió más poemas, sublimes, novelas largas, libros de viajes… Y de manera congruente con su vida, por el embarazo de su esposa, mientras se convertía en padre, escribe una especie de diario sobre la gestación, sobre el nacimiento y luego sobre el inicio de la conciencia de su hijo.
Neuman va tirando, aquí y allá, milagros. Dice, “Pendes de un hilo pero no eres frágil, porque aún desconoces tu fragilidad: eres más bien la nuestra. Voy naciendo al decirte”.
Escribe una vez que nace su hijo: “Ahora su ombligo es suyo. Esa ramita adjunta que acaba de caerse, con su aire de tubérculo, te mantenía unido a una memoria que no vas a tener. Es tuya pero no te pertenece. ¿Cuánto nos queda de cada experiencia que se va desprendiendo? Mientras la noche aprieta la ventana, empieza la tarea interminable de averiguar quién sos. No creas que mi ombligo, peludo y memorioso, ha llegado tan lejos”.
Neuman con Umbilical, hace un ejercicio tan justo como la muerte. Pues los humanos la sufrimos, escribimos sobre ella y muchos autores la han inmortalizado dejando obras mientras ellos ya no están. En este libro, Neuman escribe sobre la vida, sobre la felicidad, sobre el miedo.
En Umbilical sucede lo mismo que con la escritura, se comienza con un deseo, con un impulso que traerá libros, buenos o malos. Al igual que con los humanos, comenzamos deseando a alguien y terminamos creando.
(Andrés Neuman, Umbilical, Ciudad de México, Alfaguara, 2022. 122 páginas).