23 junio,2022 5:19 am

Apolonio Castillo, 100 años

Anituy Rebolledo Ayerdi

(Primera parte)

 

Paraíso inseguro

Pocas veces en su historia el nombre de Acapulco ha sido difamado y escarnecido como lo fue durante aquella temporada invernal de 1957. Cuando se conozca la desaparición de una pareja de vacacionistas estadunidenses, disfrutando aquí seguramente de una postrera aventura romántica. Los sexagenarios, o más, Joseph Mitchel y Edith Hallok, ambos neoyorquinos, él pensionado, ella viuda rica e influyente socialité de la Gran Manzana y al parecer con intereses en el diario The New York Times.

Cierto o no, el poderoso cotidiano neoyorkino desplegó todos los días en su primera plana la información generada aquí en torno al caso. El gobierno mexicano fue calificado como ineficaz e indolente y Acapulco como “el puerto más inseguro del mundo”, junto con la recomendación para los lectores de no visitarlo jamás.

Los medios nacionales, por su parte, sumados los locales, exhibieron cotidianamente la incompetencia del Poder Judicial para resolver el caso, dándose entonces un hecho político insólito: el presidente de la República, Adolfo Ruiz Cortines, ordenó que fuera la Dirección Federal de Seguridad (DFS) la única entidad que asuma la investigación del “Caso Acapulco”. Su titular, el mayor del Ejército Francisco Altamirano, instaló desde luego su cuartel en el hotel Las Hamacas, y dos semanas más tarde anunció el arresto de dos presuntos criminales:

Luis Fenton Calvarruzo, de origen texano, propietario de la agencia de viajes de la propia hospedería, quien había vendido a la pareja una lunada romántica a bordo de la lancha La Muñeca, con servicio de langosta y champaña, junto con el tripulante de la embarcación, Daniel Ríos Ozuna. Ambos confesaron haber asesinado a la pareja para despojarla del collar de diamantes que lucía la dama aquella noche. Más tarde saquearon el cuarto de Las Hamacas… (no se abunda en detalles porque preparamos una versión completa para más tarde).

Castillo en escena

Durante una tumultuaria conferencia de prensa, el enviado especial de The New York Times preguntó al mayor Altamirano si pediría la pena de muerte para los asesinos. Peló tamaños ojotes y balbuceó palabras en su idioma cuando aquel le responde que mientras no haya cadáveres, no hay homicidio. Que los detenidos se han negado a revelar el destino de los cuerpos, aunque es presumible que los hayan arrojado a las aguas de la bahía.

Comentario este último que dio pie para que los reporteros Enrique Díaz Clavel, de Trópico, y Andrés Deko Saucedo, corresponsal de La Prensa, propusieran que, si tal fuera el caso, el único personaje en Acapulco que podría localizarlos en el fondo del mar respondía al nombre de Apolonio Castillo Díaz, desempeñándose entonces como jefe del comando submarino de la VIII Zona Naval Militar.

–¡Vaya, qué buena noticia, muchachos!, celebra el director de la DFS, quien pide a Clavel y a Saucedo ser ellos el conducto para invitarlo a colaborar en el caso.

–Por supuesto que sí, compas, lo haré con mucho gusto, responde Apolonio. Haré lo que sea necesario para que no sigan chingando tanto al puerto. Díganle por favor al señor policía que lo espero mañana a las 10 en el Sirocco.

Tecpan de Galeana

Apolonio Castillo Díaz había nacido en la ciudad costagrandina de Tecpan de Galeana, el 23 de mayo de 1922, hijo del coronel Manuel Castillo y Lidia Díaz Neri. Su contacto con las corrientes acuíferas será desde muy pequeño.

Mientras lava ropa en el río de Tecpan, doña Lidia vigila a Polito, de dos años, sentado en la orilla sobre una sillita de bejuco. De pronto se suceden truenos y relámpagos como preámbulo de una corriente impetuosa que arrastra al pequeño. El milagro de Dios, como lo calificó luego la abuela Berna, estuvo a cargo de un pescador ribereño que rescató con vida al pequeño. Aunque desde entonces tuvo prohibido acercarse a la corriente, cuando cumplió cinco años el niño la cruzó una y otra vez.

La Guinea

Tres años más tarde, ahora en Acapulco, doña Lidia recibió en su centro de trabajo, el hotel La Marina (plaza Álvarez, hoy Bancomer) noticia de una estallido en su habitación del barrio de La Guinea. Lo causa el niño Polo, al encender una lámpara de gasolina, accidente del que guardará el recuerdo de un flamazo en el pecho.

Nueva familia

Doña Lidia Díaz Neri contrajo segundas nupcias con don José María Sotelo, integrando a su hijo Apolonio a la familia Sotelo compuesta por los tres hijos de don Chema: Jesús, Mecho y Bartolo , este último fotógrafo de la socialité porteña. Residieron en La Quebrada y José María Iglesias, junto a la escuela Altamirano, más tarde sede del arzobispado de Acapulco.

Castillo Díaz aprovechó un ventajoso contrato de trabajo en Tecpan de Galeana, su tierra natal, y de allá retornó al puerto sólo para contraer matrimonio con la señorita Delta Ferreira, hermosa reina de las fiestas del carnaval de Acapulco, con la que procreó a Apolonio y a María Lidia.

La solidaridad es una prenda antigua de los acapulqueños, aunque de difícil percepción. Cuando Apolonio faltó se creó aquí un patronato para asegurar la educación de los dos muchachos Castillo Ferreira, cuya solvencia estuvo acreditada por don Tancho Martínez, el viejo líder cromiano del puerto.

El mar

Apolonio Castillo hizo del mar primero un juguete y más tarde un modo de vida, tal y como lo han hecho y siguen haciendo generaciones de acapulqueños. Pertenece a toda una generación que optó por la natación como deporte, primero de sobrevivencia y más tarde de lucrativa competencia. La practican como posesos en la bahía, entre los muelles del Malecón y del Carbón (hoy, frente al edificio Abed), sin haber tenido nunca acceso a una alberca. Disciplinados y atentos a las sabias indicaciones del maestro Joaquín de la Peña y Castillo, el más grande forjador de campeones de natación del puerto, ajeno a cualquier reconocimiento popular. Allí están, entre otros:

Paulino y Clemente Mejía Avila, José Estrada Solís, Pedro Malayo Álvarez, Hilario Perro Largo Martínez, René Muñiz, Arturo Quiñones Adame, Víctor Pipo Diego, Paco, Alfonso Diego Basilio, Miguel Estrada, Casto Bello, Roberto Ramos, Andrés Tavira, Roberto Irra, Horacio Gómez, Carlos Martínez, Daniel Salas Bello, Bernardino Castro, Antonio Arce, Alberto Batani, Luis Radilla, Macario García, Luis Elías, Miguel Sánchez Martínez y Daniel Estrada.

Los triunfos

El diario Trópico, de Acapulco , dirigido por don Manuel Pérez Rodríguez, eligió a Apolonio Castillo Díaz como el Deportista del año (1941), en reconocimiento a sus triunfos náuticos en los Juegos Deportivos de la Revolución, del otrora DF, mismos que repitió al año siguiente para ser reconocido esta vez por la Unión de Cronistas Deportivos de Acapulco.

La presencia del actor jolibudense Errol Flynn (el más grande Robin Hood cinematográfico de todos los tiempos) se roba la atención durante el Campeonato Nacional de Natación de 1943, celebrado en la capital del país. Y no se trataba de un participante extranjero, su presencia la justifica presentándose como manager de Apolonio Castillo , su gran amigo. La actuación de Polo será entonces extraordinaria al romper tres marcas nacionales.

El popular “tritón acapulqueño” se dedicó a partir de entonces a una meditada e intensa preparación con vistas a los Juegos Olímpicos diferidos de 1942 a 1946, por causa de la Segunda Guerra Mundial y cuya sede sería Londres, Inglaterra.

En Cuba, por ejemplo, ganó en 1944 el dual meet en 200 metros de pecho y obtuvo el segundo puesto en la versión mexicana. Misma prueba que le dio el triunfo en los Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en Barranquilla, Colombia

La Olimpiada de Londres

Llegan los Juegos Olímpicos de Londres y la estrella de Apolonio Castillo declinó por causa de un percance ocurrido pocos antes de cubrir los 200 metros de su prueba estrella. Ello le impidió, por supuesto, alcanzar ventajosamente la meta. Sin embargo, no todo se perdió para la natación de Acapulco, pues su compañero de equipo, Clemente Mejía Avila, obtuvo un cuarto sitio en su prueba de 200 metros dorso. La recepción aquí para El Corcho, apodo de Clemente, será histórica.

El retiro

Tres años más tarde, Apolonio Castillo Díaz se retira de las competencias de nado y renuncia a la presidencia de la Asociación de Natación del estado de Guerrero, por él fundada junto con Joaquín de la Peña.