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Jesús Mendoza Zaragoza

Una semana por la paz

Con motivo del Día Internacional de la Paz, que se celebra cada año el 21 de septiembre, la Universidad Loyola del Pacífico ha tomado la iniciativa de organizar la Semana por la Paz, del 16 al 22 de septiembre, apoyándose en la red Acapulco por la Paz. Esta convocatoria tiene el antecedente de la Semana por la Paz colombiana, que ha sido reconocida como un espacio que busca hacer visibles los procesos y esfuerzos de miles de personas y organizaciones de la sociedad civil que trabajan por la paz, la transformación pacífica de los conflictos y por la construcción de iniciativas para dignificar la vida, haciendo evidente el compromiso que los ciudadanos y las ciudadanas por una paz auténtica y duradera.
Por fortuna ya hay actores sociales que están enfocando sus esfuerzos en esta dirección y esta semana puede ser una buena oportunidad para dar a conocer iniciativas de diversa índole, desde culturales, deportivas, artísticas y educativas que aporten elementos para la construcción de la paz desde diversos ámbitos de la sociedad civil. Aunque hay que reconocer que las expresiones sociales que plantean alternativas ante la violencia y la inseguridad, son aún incipientes e iniciales. Ya tendrán tiempo para ir madurando y construyendo procesos ciudadanos.
Poco a poco se va descubriendo que el tema de la violencia es sistémico, y que la construcción de la paz tiene que pasar por la transformación profunda de la sociedad que implica un modelo económico incluyente, un sistema político participativo y, desde luego, un cambio cultural que pueda dar soporte a la edificación de condiciones de vida que favorezcan la convivencia pacífica. La paz no es lo mismo que la seguridad, pues esta es solo una de las condiciones necesarias para la paz.
El mayor problema que enfrentamos para la construcción de la paz en esta perspectiva de transformación social está en los mismos ciudadanos, que no caen en la cuenta de que tienen que transformar su sistema de ideas, prejuicios, conductas e inercias cotidianas que son funcionales a las violencias que se dan en las familias, en las instituciones y en la sociedad toda. Estos ciudadanos son el soporte de un sistema político que violenta los derechos humanos y de gobiernos de escasa representatividad y de dudosa honorabilidad.
Hombres y mujeres forjados por un sistema autoritario a lo largo de décadas, no aspiran a convertirse, precisamente, en eso, en ciudadanos con una responsabilidad social clara y decidida. Acostumbrados a ser súbditos no atinan a activar su inteligencia y su libertad para hacerse responsables de la Nación, de la comunidad, de la Patria y de la Matria. Los niveles de participación ciudadana que tenemos en Guerrero permanecen muy bajos y la sociedad civil que tenemos es aún muy frágil como para constituir un contrapeso real ante los desatinos de las autoridades. Este hecho nos muestra un gran desafío para la construcción de la paz que no se debiera soslayar.
El tema de la paz ha cobrado relevancia en los últimos años debido a la inseguridad y la violencia generada por el crimen organizado y reforzada por la estrategia gubernamental para combatirlo. El país se percibe amenazado por las mafias poderosas que tienen el control de territorios, de espacios políticos y de áreas económicas. Esta violencia ha calado hondo en la sociedad dejando una estela de víctimas por donde quiera, nos ha permitido reconocer que teníamos una paz muy relativa y muy frágil. Viendo las cosas en retrospectiva, nos hemos dado cuenta de que nuestro pasado no es tan glorioso, como se declama en estos días de festividades patrias, pues se desarrollaron y conjugaron una serie de factores que han tenido este resultado tan desastroso.
Pero también hemos entendido que el tema de la paz es clave para lograr una explicación de nuestro pasado que ha estado marcado por factores generadores de violencias y, también, para plantear una estrategia de transformación social. Lo que las izquierdas planteaban hace décadas de un cambio social para modificar las condiciones económicas de explotación a los trabajadores, ahora se plantea de una manera más integral. Tenemos que soñar el futuro que queremos, y para que ese sueño suceda, se necesita generar cambios en las personas, en las comunidades, en las instituciones y en las estructuras, cambios que han de darse en la cultura, en la política y en la economía, fundamentalmente. Pensar en la paz es pensar en una revolución no violenta, una revolución en el interior de las conciencias que sustente un largo camino de transformaciones humanas que se refieren al modo de ser, de pensar, de sentir, de relacionarse con los demás y con el medio ambiente, de ejercitar la autoridad y de participar. Esto es algo que está fuera de lugar en el sistema político que tenemos, donde las conciencias se anulan y cuando los partidos y sus dirigentes se han puesto el uniforme del poder. Todos los partidos gobiernan igual, aunque unos gobiernan peor que los otros.
Por eso, el gran sujeto de esta revolución tiene que ser la sociedad civil, una sociedad civil plural, incluyente y fuerte como para incidir de manera sustancial en las decisiones públicas. Me pongo a pensar en los procesos que dieron origen a la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), como un ejemplo de sociedad civil forjada mediante procesos de educación, organización y acción orientados a la solución de problemas locales, y que, más allá de los conflictos internos que ahora enfrena, ha tenido influencia política en nuestra región.
Una Semana por la Paz, como la que se está desarrollando en Acapulco, es una ocasión para colocar el tema de la paz en la conciencia de la sociedad, en las agendas de las organizaciones de la sociedad civil y en la ciudadanía en general. De ciudadanos a ciudadanos puede generarse un diálogo que recoja los contextos tan dolorosos que vivimos para analizarlos y comprenderlos, pueden compartirse visiones diversas y complementarias de la paz y de la manera de construirla y, a su vez, pueden construirse vínculos y redes ciudadanas que dinamicen procesos de participación y de colaboración.
Para comenzar, tenemos que aprender a soñar, a vivir esperanzados y a mirar hacia el futuro.

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