Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

José Gómez Sandoval

POZOLE VERDE

*El cuento de nunca acabar

Las variantes de un reportero

En 2007 Andrés Campuzano publicó El día que no quisimos cambiar, novela de mensaje ecologista y didáctica aterrorizante: un enorme aerolito se acercaba con rapidez a la Tierra, amenazando con destruirla. A los dos años, a través de su relato titulado: Morir en casa, Andrés insistió en la onda ecologista, esta vez a modo de advertencia sobre la carencia de agua en el mundo. De hecho, los dos relatos se sostienen, de manera silogística, en una amenaza cósmica o terrestre cuya primera premisa es la depredación del planeta a manos del ser humano y su desmedida ambición.
Conocíamos a Andrés como reportero de redoblada acción y entrevistador listacho y enjundioso. A partir de la publicación de El día que no quisimos cambiar (como lo cuento en El Sur, 3-mayo-2008), en el café e independientemente de que nadie quedara de acuerdo respecto a su inclusión en un género (¿cuento largo?, ¿novela corta? Cuento novelado (¿?!), según el maestro Jaime Solís), se dijo: Andrés anda cambiando el periodismo por la literatura: de la entrevista a la narración, del reportaje a la novela. Advertimos, entonces, que en El día que (como en Morir en…) la intriga de la inminente tragedia planetaria viene secundada por datos científicos y por notas periodísticas (fotocopiadas, con todo y fecha, para garantizar su veracidad) y es densa a tal grado que casi se come el anecdotario familiar y a los personajes mismos. En Morir en casa descuida por completo la anécdota y va derecho a la información científica dirigida e interpretada periodísticamente.
Los recursos comunicativos del periodista acapulqueño (1955) son tan variados que amenazan con destruir el planeta llamado Cine. Ya tiene bien planchadito el guión de un filme de suspenso y, suponemos, periodismo, el que sólo por falta de dinero no ha echado a andar, ya que tiene definidas las locaciones y a los actores principales bajo contrato. Mientras tanto, hace poco publicó un libro de entrevistas con el que nos recuerda al talentoso e incisivo entrevistador que, por naturaleza y deformación profesional, es.

Mosaico político y social

Guerrero, el cuento de nunca acabar es un libro gordo, de más de 600 páginas. Como si fuera la cabeza de un periódico, abajo del título, a modo de sumario, se advierte (se invita, pues) que en sus páginas se habla de Pobreza, violencia, insalubridad, impunidad, injusticia, turismo en declive, marginación… Éstos y muchos otros asuntos conjugan el pasado inmediato y la actualidad de este cuento de nunca acabar a través de la voz de alrededor de 40 protagonistas de la vida política, social y artística de México y particularísimamente del estado de Guerrero.
Con las entrevistas, Campuzano mezcló varios reportajes y uno que otro retrato: el primero es el don Reemberto Valdés Ortega, dueño y jefazo entonces de El Sol de Chilpancingo, en el que Campuzano se inició como reportero. Entre consejo y consejo, don Reember le comentó que “en la calle hay mucho pendejo, en las redacciones periodísticas parece que están en latas de sardinas: las abres y brotan por todos lados”, y le hizo saber que “el periodista jamás, aunque tuviera la cara, debería mostrar que era pendejo”.
A Ángel Aguirre Rivero lo entrevista en 2010, en la antesala de la gubernatura. Le hace preguntas sesgadas, personalistas. Sobre su historial político y familiar. Aguirre responde a todo, incluso a lo que Andrés no le pregunta, como cuando externa que “no tengo ninguna duda (de) que el próximo presidente de México será Enrique Peña Nieto”. Como está de vena, estimulado por Andrés, Aguirre Rivero hasta declama algo de la costa fecunda y risueña (en el libro le pusieron oculta por fecunda), un cacho de estrofa de Canto Criollo, de Rubén Mora y (“¡échate otro, Ángel!”) un cuarteto relajiento de otro poeta costachiquense.
Al ex alcalde de Acapulco Alberto López Rosas lo hace asegurar que teme por su vida desde que en 1997 fue amenazado para que se retirara de la candidatura a la diputación federal y revelar que “algún día” buscaría la gubernatura del estado. “Y ese día –le dijo– no está muy lejos. Esos días están por acercarse” (lo postularía la alianza de partidos que finalmente lanzó como candidato a AAR).
El catedrático Gilberto Garza Grimaldo reconoce que sí, que “la democracia que se dice existe en México y en Guerrero” es una falacia: “¡Es una democracia irónica! ¡Es demagógica!”, exclama, recalcando que “hoy en día la democracia está en manos de los partidos” y que éstos “se están tragando la democracia”. Por cierto, Garza Grimaldo ha sido funcionario electoral en más de una ocasión.
Alberto Saavedra Ramos reconoce que no le gusta la política y sugiere que si llegó a ser alcalde de Chilpancingo es porque se lo pidió su amigo Alejandro Cervantes Delgado. En su libreta de médico profesional anotó más de 500 operaciones de apéndice y más de 200 cesáreas. También dice que “ayudé a traer al mundo a muchos e ilustres niños, como por ejemplo al presidente municipal Héctor Astudillo Flores” y “a Manuel Añorve Baños, presidente municipal de Acapulco”.
Campuzano entrevista a Greg Salgado, dirigente de la comunidad de guerrerenses radicados en Chicago, a Juan Alarcón Hernández, a Álvaro Leyva Reyes, a Miguel Ángel Mercado, a Zeferino Torreblanca Galindo. También, a Alejandro Cervantes Delgado. Y es que Andrés metió en su libro entrevistas que realizó en diversas épocas, en un recuento que empieza en 1981, con la entrevista que le hizo a Cervantes unos días después de que éste se sentara en la silla gubernamental, y termina con las entrevistas de 2012. Sobra decir que Cervantes se muestra cauto en sus respuestas, incluso cuando el reportero le pregunta si de veras existe una pugna entre él y Rubén Figueroa Figueroa. En contraste, Álvaro Leyva Reyes, tozudo militante del PRI, suena alterado (o quizá inspirado) cuando recuerda la derrota que acababa de padecer su partido a manos de Ángel Aguirre Rivero (no dice PRD). “Para empezar, hay que decirlo así: fue una verdadera madriza… A Manuel lo aplastaron. En el PRI, esa misma noche de los comicios (30 de enero de 2011), todos nos mirábamos contrariados: Efrén Leyva, Juan José Castro Justo y muchos más; todos coincidíamos y nos preguntábamos qué había sucedido”… Apuntala la actitud “arrogante, prepotente y caprichosa” de Manuel Añorve Baños, a quien acusa de haber conformado una dirigencia paralela a la del partido, marginando a las bases y a los líderes municipales y seccionales.
En el libro encontramos a Miguel Ángel Mercado, Jesús Urióstegui, Juan Sánchez Andraka e Isabel Ortega, entre otros. A Zeferino Torreblanca lo invita a hablar de casos que éste no pudo explicar a lo largo de seis años y de otros en los que se ha visto involucrado con todo y vestimenta gubernamental. El asesinato de Armando Chavarría. Con especial dedicatoria a El Sur.

Entrevistador inteligente
y picudo

Como entrevistador, Andrés suele ser picudo como quien no quiere la cosa, y franco pero con la mira puesta tanto en el entrevistado como en el meollo de la cuestión. Al cuñado de Arturo Durazo lo induce a dar respuestas emotivas y cuando está al punto de enojarse, Andrés lo palmea y le baja de tueste a sus preguntas, hasta que a aquél le baja la presión sanguínea. Al rato, el reportero vuelve a empezar… El tono que emplea con la mayoría de los entrevistados revela que los conoce con cierta cercanía. No es extraño, si consideramos los años que lleva Andrés ejerciendo el periodismo y, si viniera al caso, la relevancia que adquirió como reportero de Proceso en Guerrero, antes de que dedicara su tiempo a El Reportero, periódico que fundó durante el régimen de José Francisco Ruiz Massieu. Fue compañero de banca de López Rosas. A Aguirre Rivero lo conoció jovenzuelo y le habla de tú. Respecto a los políticos mencionados en una u otra parte del libro, sobresalen, en tono y cantidad, las acusaciones y epítetos dirigidos a Manuel Añorve y a Héctor Astudillo Flores. Curiosamente, la familiaridad de que hablamos se pierde cuando entrevista a Javier Monroy, dirigente del Tadeco, o a Sergio Morales Carmona, líder del PPS en el estado. Les pregunta qué pasa con la izquierda en Guerrero y en México, cuándo tomará el poder, cuánto hay que esperar para la lucha armada (“yo digo que las condiciones están dadas”, le dice a Morales, en súbita mímesis revolucionaria o por mera estrategia periodística).
Con Pablo Sandoval Cruz la plática es menos tensa, Andrés intenta “atrapar” las memorias íntimas (sobre sus mujeres), inquisitorialmente pregunta: ¿Cree en Dios?, y en una de esas el doctor Sandoval confiesa que hace muchos años fue “masón, evangelista, presbiteriano”, tesorero de la iglesia que se encuentra en la esquina de Hidalgo y Zaragoza, en Chilpancingo, donde fue tesorero y “anciano gobernante junto con Rosalío” Wences Reza.

Reportajes, Acapulco

Las entrevistas a políticos o con tintes políticos vienen revueltas con las que hace a otros personajes, todas fuera de orden cronológico. El resultado es bueno, distensor y, digamos, unificador. Desde luego, los políticos son los que dan la teoría, el dato duro, la revelación sustanciosa y el chisme político. Por si no fuera suficiente, para redondear el cuento de nunca acabar, cada tantas entrevistas Andrés incluye cuatro o cinco reportajes de impacto, sustanciosos y de gran calidad.
Hace un recuento crítico sobre la Universidad Autónoma de Guerrero en su relación con el gobierno estatal, rehace los acontecimientos de Aguas Blancas que le costaron la gubernatura a Rubén Figueroa Alcocer y como ejemplo de alcaldes irresponsables pone a Manuel Añorve y a Febronio Díaz Figueroa. Su indagatoria sobre la Procuraduría de Justicia de Guerrero incluye, en su título, la frase: “una maldición para quien la ocupa”. A Miguel Alemán Valdés lo señala como el vival que aprovechó la presidencia de la República para hacerse de los mejores terrenos de Acapulco y Zihuatanejo, puerto donde Luis Echeverría, Rubén Figueroa Figueroa, Alfredo Figueroa Alcocer, Rosa Luz Alegría, Fernando Gutiérrez Barrios, Jesús Silva Herzog, Vicente Fuentes Díaz, Mario Ramón Beteta y Alfonso Corona del Rosal, además de un O’ Farril y dos que tres Legorretas, se agandallaron terrenos ejidales y pedazos de playa. Con los cuatro o cinco textos que le dedica a Arturo Durazo muestra al Negro como policía corrupto, protector de narcotraficantes, un gángster con galones militares y protección presidencial capaz de recurrir a amenazas con tal de hacerse de montes y llanuras, como cuando en el delirio del poder le dio por construir un disque Partenón con vista a la playa.
Los textos sobre Acapulco son numerosos. Aún impacta la historia de “La niña Merle Yuridia, asesinada por el millonario Alejandro Braun”. Con cualquier distracción, podemos creer que lo que apunta en “El Centro Internacional Acapulco, un elefante blanco…”, fechada en 1983, fue escrito ayer. Con un güisqui en las manos nos cuenta la plática que tuvo con el multicitado Teddy Stauffer y con Hal B. Hayes, creador del extravagante y sombrío edificio ubicado en la punta de La Mira y conocido como La Casa del Diablo.

Los divos

La primera entrevista a contrapunto es la que Andrés le hace a Arturo Zúñiga, quien como pintor exitoso muestra músculo y ego con irreverencia y buen humor. ¿Entrevistas más o menos fallidas? La de Ricardo Vega, en que como entrevistador está más amarillento que nunca; a Ricardo Gómez insiste en tratarlo como a un empresario frívolo (acaso por millonario) y conquistador (acaso por lo mismo). Con Zeferino Torreblanca está de acusón de El Sur: “Oiga, señor gobernador, pero es muy grave que ese medio lo involucre a usted en el asesinato de Armando Chavarría, hay que decirlo así, bueno hasta un libro sacaron”. “A usted le endilgan motes y calificativos que rallan en la diatriba y en el insulto, como lo que le publica El Sur en esos cartones en los que le llaman “El Reyecito”, además de artículos que van hasta el insulto personal”…
Entrevistaza la que le hace a Irma Serrano. La cantante retadora de voz ronca, la que muestra sus pechos hermosos en El monasterio de los buitres y las piernas peludas por donde ande (anque no cante), despotrica que da gusto contra Durazo, Echeverría, López Portillo, La Quina, Rosa Luz Alegría, Margarita López Portillo y varios más.
En su turno, Igor Pettit roba cámara. Asegura que les pagaba la comida a René Juárez Cisneros y a Miguel Mayrén cuando éstos eran estudiantes paupérrimos. Así como amaba (en silencio) a Ruiz Massieu, “Zeferino Torreblanca –dice– fue en mi vida un holocausto… ¡El Hitler para los judíos!, ¡el gato para los perros!, ¡el veneno para las ratas!…” Diva la Serrano, divo Igor. Lenguaraces los dos, a doña Irma la impulsa la desilusión y el resentimiento, a Igor sus cuatachos gobernadores, su ingenio mordaz, su simpatía personal.
Además de la de ¿crees en Dios?, destacan las preguntas: ¿Estamos listos para la revolución? ¿Qué es la filosofía para ti? ¿Crees que hay vida en otro planeta? y: Si tuvieras enfrente a una marciana, ¿le echarías los perros?
Por último, ignoramos por qué los editores son tan parcos con los datos que ofrece sobre el autor. No se acordaron de los libros que ha publicado. En la cuarta de forros señalan que “ha hecho conducción en programas de radio… y televisión”, pero para nada mencionan Proceso. Como si su paso por la revista nunca hubiera existido.

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