Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

*Reconstrucción

A menudo, los desastres naturales provocan lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Particularmente los más feroces, como el que sufrimos hoy, dejan un rastro de tragedia, desolación y caos que suele inspirar en los seres humanos actos de enorme heroísmo, pero también de profunda villanía.
Tan ejemplares y conmovedores son unos, como vergonzosos y condenables los otros. Así han sido de extremos y opuestos los actos que ha inspirado en muchos guerrerenses el desastre descomunal que dejó a su paso el funesto maridaje de Manuel e Ingrid.
De un lado, hombres y mujeres exponiendo vida e integridad al rescate de prójimos conocidos o desconocidos; vecinos afortunados posponiendo urgencias personales para hundirse en el fango caudaloso de la tormenta, en auxilio de vecinos desafortunados; voluntarios incansables y sin titubeos recorriendo zonas críticas para ofrecer manos, esfuerzo, consuelo y compañía; gente de todo tipo, condición y economía, donando indispensables para sus paisanos damnificados.
Del lado opuesto, hombres y mujeres indiferentes y omisos frente a la desgracia ajena; vecinos con suerte observando entretenidos e inmóviles la desesperación de vecinos sin suerte; turbas sin decoro ni disimulo en plena rapiña y abierto vandalismo; voces propagando rumores, maledicencias, calumnias.
Afortunadamente, los virtuosos son clara mayoría. Sin embargo, aunque los mezquinos son evidente minoría, enturbian el de por sí turbio ambiente.
A nadie sirve, en nada ayuda, al menos en los peores momentos de la emergencia, señalar con flamígeros índices, culpas, responsabilidades, omisiones e incapacidades oficiales; no es hora de acusaciones y juicios, sino de unión, solidaridad y esfuerzo compartido; y menos es, ahora y nunca, hora de inventores perversos de complots también perversos pero absurdos, como aquel que descubrió un pacto escondido detrás de la caída de las comunicaciones digitales, entre el gobernador Ángel Aguirre y Carlos Slim, “para silenciar a los guerrerenses”.
¿Neta? ¿Te cai?
No se trata de ignorar y mucho menos de dejar impunes a servidores públicos corruptos que cobraron, permitieron, toleraron o propiciaron asentamientos irregulares en zonas de riesgo o no permitidas, hayan sido lujosos edificios o precarios caseríos.
Habrá que exigir investigaciones serias y dictámenes expertos para descubrir quienes, cómo, dónde y cuándo.
Pero tampoco se trata de concentrar tiempo, atención y energía sociales en afanes presuntamente justicieros. Porque si somos sinceros y autocríticos, los políticos y servidores públicos corruptos no actúan ni actuaron solos, a menudo sobornados, presionados y/o alentados por empresarios privados y líderes de colonos, que tanto o más que ellos lucran y se benefician con esos negocios.
Ya representantes del Consejo Municipal Ciudadano de Acapulco dieron primeras cuentas de las irregularidades cometidas durante los gobiernos municipales de Zeferino Torreblanca, Alberto López Rosas y Félix Salgado Macedonio en ese municipio. Algo que ya sabíamos sucedía mucho desdendenantes.
Pero no habrá reivindicación ni reparación suficiente y justa de víctimas y daños, aunque se acuse, arreste, juzgue, condene, sentencie y castigue a todos los culpables.
La única manera, si no la única, pienso que cuando menos la mejor, de reivindicar y reparar sería corrigiendo los errores, cambiando lo que se hizo mal por lo que debió hacerse antes, para que no suceda otra vez lo que sucedió.
Ahora que el presidente Peña Nieto anunció fondos y recursos importantes para la reconstrucción, los guerrerenses deberíamos asegurarnos de que esa reconstrucción no será literal, en el sentido de rehacer lo deshecho; por el contrario, deberíamos asegurarnos de que lo que se construya será mucho más sólido, adecuado, eficiente y seguro que lo destruido.
Esa debe ser la tarea más urgente y prioritaria para los ciudadanos, exigirle al gobierno, con cohesión, firmeza y fuerza populares, corregir los errores del pasado que tan caro hemos pagado todos hoy.
Pero también es urgente que la sociedad civil tome por fin las riendas, al menos el control y la vigilancia, de la planeación urbana y sus decisiones, para ser en serio, como dice el dicho, arquitecto de su propio destino.

Colofón no tan breve, pero más ilustrador y triste

Si los ya 32 certificados lectores de este espacio han escuchado y visto, como yo, hartas horas de radio y televisión local desde el antepasado y negrísimo domingo, seguro se han percatado de una deprimente y agüitadora coincidencia en muchos testimonios y entrevistas a damnificados, voluntarios y donadores, con tres variables básicas:
1.- Los damnificados, sobre todo los de zonas marginadas o rurales (casi lo mismo), urgen rescate y ayuda al gobierno y a sus representantes populares, con el argumento de que “nosotros votamos por usted, no nos olvide”.
2.- Los voluntarios reprochan y recriminan la tardía e insuficiente respuesta de los antes mencionados, con el amargo argumento de que “cuando quieren nuestro voto, bien que andan por todos lados y escuchan, atienden y prometen a todos”.
3.- Los donadores aclaran y subrayan, con o sin petición o necesidad, que sus donaciones no tienen tintes, intenciones ni representaciones partidistas, y que las entregan sin distingos ni preferencias políticas.

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