Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Las calles de Acapulco XVII

Los niños y sus calles

No es que aquí no se pierdan niños, pero las siete calles porteñas que los aluden tienen su antecedente remoto en la nomenclatura de la ciudad de México. Dice la leyenda que, en tiempos de la Colonia, una dama de hermosura deslumbrante prefiere casarse con un artista pobre que con un vejete muy rico, candidato de la alcahueta mamá, por supuesto.
Pasado el tiempo necesario, la pareja procrea un hermoso y robusto bebé como son todos los niños dignos de la crónica social. ¿Y qué creen? Que el pinche viejo se lo roba para vengarse del antiguo desdén de la madre. Esta recorrerá entonces la calle en la que vive, clamando día y noche por su niño perdido: “¡Mi niño se ha perdido, ayúdenme a encontrarlo”, pedía sollozando. El crío aparecerá al poco tiempo pero la calle tomará el nombre de Niño Perdido. Mucho más tarde, junto con cinco calles más integrará el actual Eje Lázaro Cárdenas.
Otros niños convertidos en calles acapulqueñas son: Niño Artillero (7), Niños Héroes de Chapultepec (14) y Niños Héroes de Veracruz (4).

Las damas y sus calles

A nadie debe sorprender y menos escandalizar que de las más de mil calles de Acapulco solo unas cuantitas lleven nombres femeninos. Nombres de mujeres, señoras, damas, esposas, y madres. En una palabra, y con palabras de un misógino reprimido, de la más grande maravilla de la creación.
Forman parte de la traza urbana porteña las heroínas de la Independencia Josefa Ortiz de Domínguez (7 calles); Leona Vicario (5) y la guerrerense Antonia Nava de Catalán (4). Las hay que fueron esposas de presidentes de la República y entre ellas Margarita Maza de Juárez (7); la guerrerense Eva Sámano de López Mateos y Paloma Cordero de De la Madrid.
Ni se queda atrás doña Amalia Solórzano de Cárdenas con su propia colonia, lo mismo que la lideresa acapulqueña María de la O, además de cuatro calles. Otra María llamada simplemente Bonita. Dos maestras eméritas, Felícitas V. Jiménez y Eulalia Guzmán.
Hay en tan breve lista dos esposas de gobernadores de Guerrero, Graciela Rocha de Cervantes y Mirna Acevedo de Juárez. La madre de otro, Cuquita Massieu, tiene su propia colonia. Se incluye, también, a la lideresa Rosario Herrera (Che Guevara) y Mercedes Calvo (JLP). Y nombres sin identidad: Irma Guadalupe (Robles Catalán); Paty Navarrete (JLP); María Guadalupe (La Frontera): Carime (Altos Miramar).

Las calles de Vigueras

Dirigentes obreros y líderes sociales de Acapulco disfrutan del honor de ver sus nombres elevados a las alturas de las lacas de la nomenclatura urbana. Nombres unidos indefectiblemente a la identidad de quienes residen en tal o cual calle. A uno que fue preclaro guía del obrerismo guerrerense, Filiberto Vigueras Lázaro, se le acusó alguna vez de poseer residencia con alberca en su tierra Tlalchapa. Lo que no hubiera tenido nada de particular si la población no hubiera padecido una feroz sequía.
“No tengo compromiso, vivo sola con mis hijos de cinco y tres años. Son muy buenos y educados. Tiene su casa en la calle Filiberto Vigueras Lázaro, número ocho, en la colonia del PRI. A ver cuando me acepta una invitacion a comer”.
No obstante poseer la dicente cadera de la potranquita dosañera, el ganoso galán que la requiere no se parará jamás por aquel domicilio. ¿Y cómo, pues, con tamaña carga?
Vigueras Lázaro enferma seriamente del coco y como resultado de su tremendo delirio se sentirá ya candidato del PRI al gobierno de Guerrero. “Don Fidel me ha ofrecido llevarme con el Presidente y ya saben que su voz es ley”, confiaba a sus paniaguados. Necio, persistirá en su propósito incluso cuando ya todos los signos políticos apuntaban hacia José Francisco Ruiz Massieu.
Cuando suceda lo que tenía que suceder, la furia de Zeus Tonante lanzará mortíferos rayos y centellas sobre el calentano ambicioso. Para empezar le arrebata una diputación federal de pura consolación. Y más, lo desaparece del mapa político.
Sucederá esto último cuando el líder quiera componer sus estropicios llevando a JFRM a su madriguera para congraciarse con él. Ahí entre zalamería y zalamería lo identificará, sin venir al caso, con el cantante del momento por carismático Nelson Ned, llamado el pequeño gigante. No contará Vigueras con el veneno de las viboritas formando el círculo íntimo del futuro gobernador. Estos se encargan de descifrar aquella comparación:
–¡“El cabrón de Vigueras, Pepe, te quiso decir enano!

Zar calentano

Mucho antes, Filiberto Vigue-ras asumirá actitudes de zar calentano. Una de ellas cuando ordene la salida del aire de un noticiero radiofónico. Radiopanorama se llamaba y era trasmitido todos los días, de 8 a 9, por la XECI y antigüedad de cinco años. ¿El motivo?: “que sus pinches conductores se metieron con don Fidel y no permito que ningun cabrón se meta con el jefe”.
–Mira Lalo (Morales, el dueño de la estación) si no corres mañana mismo a ese par de hijos de la chingada, te declaro una huelga que ni Dios Padre podrá levantar.
Al día siguiente, efectivamente, los conductores no pudieron trasmitir más su programa patrocinado por la Flecha Roja. A Rafael Castrejón Pérez y a este seguro servidor no nos quedó otro recurso que mentar madres y desear que a los censores se les pudriera “aquellito”. Bien sabidos, por supuesto, de que los destinatarios eran como aquel chivo que pegó un reparo y en el aire se detuvo.

La diversidad vial

Los Artistas (Las Playas); Moctezuma (Morelos); Obe-lisco (Carabalí); Pichilingue (Farallón); Tesoro Perdido (In-surgentes); Cerro del Diablo (Las Playas); Cotija (Pro-greso); Escuadrón 201 (Miguel Alemán); Huapinoles (Depor-tivo); El Chico (Vista Alegre); Ures (?) (Progreso); Amorreo (?) (Jacarandas); Mormón, andador (Paraíso Acapulco); callejón Tauro (Insurgentes); Tinaja (Barrio Centro ); San Jerónimo (San Agustín); Juan Ruiz (Narciso Mendoza).

La Güera

Hubiera faltado más que Rafael Rodríguez Alcaine se quedara sin colonia y calle en Acapulco. Como líder electricista, se dice, pasaba corriente de alto voltaje a sus mayores y por ello será heredero directo del trono del tutancamesco Fidel Velázquez. Con éste había empezado su carrera sindical como feroz matón, al grado de madrear a cachazo limpio a quien simplemente viera de reojo al boss. Con su ametralladora Thompson resultaba más efectivo para romper movimientos populares, que toda la cuicada junta.
La Güera Rodríguez, como lo apodaban seguramente por su piel lechosa y no porque moviera el abanico como su histórica predecesora, tiene su calle abajo de la zona de hospitales, sobre la avenida Ruiz Massieu. La calle dedicada a su jefe Fidel, en la colonia del PRI, es una madrecita comparada con la de aquél. Obreros acapulqueños tan malagradecidos.

La Escuela Real

Fue en la calle San Juan, luego México y hoy Cinco de Mayo donde nació la primera escuela para varones de Acapulco. Entonces con un añadido “real” imprescindible –“Escuela Real de Niños”–, no obstante haber transcurrido ya un siglo del Grito de Independencia. Redondeando el absurdo la institución llevará el nombre de Miguel Hidalgo y Costilla.
Será durante la década inicial del siglo XX cuando nazca por esos mismos rumbos la primera institución elemental exclusiva para señoritas –Escuela Real de Niñas Ignacio M. Altamirano–, dirigida por la maestra tixtleca Felícitas V, Jiménez. Pasará más tarde a la calle Progreso y de ahí a su domicilio actual en la calle de La Quebrada.
Jorge Joseph Piedra, líder estudiantil en la escuela federal Felipe Carrillo Puerto de 1927, que había roto pudores monásticos estimulando la convivencia entre niños y niñas, recordaba a algunas de sus compañeras: Chevita López Victoria, Alicia, Orfelina y Etelvina García Mier.; Irene, Anita, Lucrecia y María Luisa Villalvazo; Altagracia Tabares, Tina y Tere Argudín; Minerva Anderson (inspiradora de Acapulqueña, de José Agustín Ramírez); Aura Ema del Río, María Beltrán, Carmen y Cristina Vidales; Victoria Casis, las Funes, las Berdeja, las Sutter, las Lobato, las Olivar, las Sosa; Irene, Concha y Paula Álvarez, Tibe y Leona Campos y Stela Acosta.
Entre los varones a José Agustín, Alfonso, Augusto y Ramón Ramírez Altamirano; Alejandro Gómez Maganda, José y Rafael Muñúzuri; Isaías y Ulises Acosta; Wilfrido Valverde, Teófilo Berdeja, Luis y Gerardo Bello; Alfredo Hudson, Ángel Tapia; Carlos, Antonio, Joaquín, Rodolfo y José Adame; Manuel, Guillermo y José Sabah; Carlos, Alfonso y Arturo Sutter, Romeo Jiménez; Benjamín, Tito y Félix Alvarez; Ernesto, Alfonso y Jesús Rico y Severiano Astudillo.

Las calles y sus personajes

Nicolasa Ruiz llegó al puerto procedente de San Jerónimo de Juárez, El Grande, para distinguirlo de San Jeronimito. Un buen día hará su debut en la banqueta poniente de la calle Juan R. Escudero, interpretando solo canciones entrañables. Lo hará ante una escenografía cambiante a lo largo de medio siglo. Primero tendrá a sus espaldas la famosa tienda llamada Las Tres B (bueno, bonito y barato, ¿you now?), de los Muñúzuri. Más tarde El Bazar de Acapulco, zapatería de don Jesús Duque, uno de los pocos españoles simpáticos y generosos asentados en Acapulco. Más tarde, una tienda de pinturas y enseguida la zapatería Tres Hermanos.
Mujer pequeña, de rostro áspero y ojos saltones pero sin vida. Como de rana, según los muchachillos léperos. Canta con voz ronca, rasposa como de lija del cero, pero sin llegar a los gemidos estreñidos de uno que se llama El Buki. No faltarán quienes la comparen con Ana Gabriel y hasta digan que la dama le escuchó aquí y le copió el estilo.
Repertorio vastísimo, preferentemente canciones campiranas. Ella misma le confiará sus preferidas al colega Enrique Díaz Clavel: El barrilito, El Botecito, Camioncito Flecha Roja, Tierra Colorada, Acapulqueña, El Toro Rabón, Alborada, El Hijo Desobediente, La Borrachita y cien más.
Nicolasa presumía orgullosa haber cantado para un programa de la televisión canadiense y también para un película de la guerra en El Salvador. Sobre los 35 mil pesos que le pagaron por ambas apariciones, dijo, no los hubiera juntado ni en años.

468 ad